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Cuando una persona se imagina las típicas ferias americanas piensa en una noria, máquinas de algodón de azúcar por todos lados, niños corriendo con globos en sus manos, casetas para conseguir peluches que no estén trucadas, puestos de perritos calientes en cada esquina y ese ambiente de familia feliz que tanto me toca las narices.

Pues bien, si llevo toda mi amistad discutiendo con Hayes sobre los tópicos sobre los estadounidenses, y siempre he tenido razón, hoy vuelvo a tenerla. Pero el día de hoy, sin duda, se lleva la palma.

Esto parece una películas mala para adolescentes donde el final genial es el esperado beso entre los dos protagonistas.

-Me debes cinco dólares. -le digo a Hayes mientras entramos.

-¿Qué? ¿Por qué? -se quejó.

Hice una seña que englobaba todo a nuestro alrededor.

-Porque apostamos que no sería la típica feria americana, y sólo necesitas abrir los ojos dos milímetros para comprobar que tenía razón. -me encogí de hombros.- Mis cinco dólares.

-Está bien. -sacó cinco billetes de un dólar y me los dejó en la palma de la mano. Con lo cómodas que son las monedas.- ¿Dónde quieres ir primero? -preguntó.

No tuve tiempo de responder porque un grito hizo que me girase a mirar mal a Nick.

-Hola guapa, yo también te he echado de menos. -ironizó al ver mi cara de culo.

-Hola Naroa. -dijeron Sonny y Austin riendo. Les saludé con la mano devolviéndoles la sonrisa. Loev apoyó su brazo en mi hombros y me dio un beso en la mejilla.

-¿Qué tal todo en casa de Grier? -preguntó acomodándose el pelo.

-Le di una paliza al twister. -carcajeé.

Hayes dejó de hablar con Sonny para mirarme mal. Se acercó y me agarró de las muñecas y empezamos a pelear.

-No, perdona. Yo te hubiese dado una paliza si no me hubiese tocado pie verde y mano azul contigo estorbando por el medio. -dijo medio riéndose.

Le empujé como pude.

-Sí, pues era tu codo el que estorbaba en mi estómago. Mira. -al fin me solté de su agarre y subí un poco mi camiseta, dejando ver el moratón circular de más de diez centímetros de diámetro.

-Vaya hostia. -dijo Austin con los ojos como platos intentando no reír. Me reí para que comprendiese que no me importaba.

-Me maltrata y luego se pica porque le gano, es inaguantable. -le piqué. El ojiazul me dio una colleja y le devolví una patada en el culo.

Ala, por listo.

-¿Dónde vamos primero? -preguntó Loev, pero estaba ocupada riéndome de Hayes. Hizo amago de volver a por mí pero Sonny se puso en el medio evitándolo.

-Vayamos a la noria. -dijo Nick.

-¿Qué tiene de emocionante la noria? -volví a picar. Me miró moviendo las cejas.

-Te lo mostraré encantado si subes en la misma cabina que yo. -sonrió engreído.

Me costó muy poco fingir la arcada.

-Más quisieras. -respondió Hayes por mí antes de que pudiese defenderme por mí sola. Le sonreí agradeciéndole con la mirada.

Me devolvió la sonrisa y luego pareció mantener una conversación de miradas con Nick. Me giré algo incómoda.

Pero allí estaba Loev para ayudar. Se acercó a mí y enganchó nuestros brazos.

Nunca había tenido ninguna amiga que hiciese eso. Nadie antes me había lanzado una de esas miradas de ''Vamos, me lo puedes contar'' antes de Hayes. Me guardaba todo, lo interiorizaba mucho.

-Coincido con Naroa, la noria es aburrida. Mejor vayamos a la casa encantada. -sonrió emocionada y a todos nos pareció bien.

Caminamos hasta la dicha casa encantada. No era demasiado impresionante por fuera, pero me sorprendió ver salir a una mujer adulta que podría ser nuestra madre llorando.

-¿Seguro que queréis entrar? -preguntó Nick. Miré para él y tragó saliva.

-Si quieres puedes quedarte aquí, o ir a la noria. -sonreí irónica y me adelanté para pagar mi entrada.

No tardaron en seguirme y entramos todos juntos. La casa te dejaban libre, podías ir a donde quisieses.

Personalmente, me pareció una mierda. ¡Era muy mala! Representaba una casa abandonada y en cada habitación había un truco típico. Al parecer Loev estaba cagada, y Nick la seguía de cerca.

-¿No tienes miedo? -susurró Hayes. Pegué un pequeño brinco porque no sabía que él estaba en esta habitación. Realmente ese fue el mayor susto que me llevé. He invertido muy mal cuatro de los cinco dólares que le gané a Hayes.

Incluso la idea de la noria me estaba pareciendo buena. Siempre y cuando no tenga que ir con Nick.

-Vámonos. -susurré de repente emocionada por la idea.

-¿Qué? -preguntó Hayes confuso, pero antes de que pudiese decir nada más le cogí de la mano y tiré de él a lo que probablemente sería la salida, ya que era la última puerta y no estaba caracterizada como las demás.

Salimos corriendo y mirando hacia atrás de vez en cuando. Nuestras risas se colaban entre jadeos de cansancio, pero la adrenalina era aún mejor.

Dejamos atrás la feria y seguimos corriendo un rato más, hasta que estuvimos perdidos en el bosque.

Paramos para respirar tranquilos y en cuanto nuestros ojos se encontraron comenzamos a reír a carcajadas. Tanto nos reímos que en seguida nos faltó aire, de nuevo.

-¿Tienes alguna idea de donde estamos? -preguntó divertido.

-No, pero no importa. -me encogí de hombros.

-Claro que importa, Naroa. Está oscureciendo. Y estamos en el bosque, solos y sin cobertura. -dijo mirando su móvil.

-Relájate un momento Hayes. Cállate y cálmate. Cuando lo hagas, podrás admirar la belleza que te rodea.

Mi amigo me miró frunciendo el ceño, hasta que yo cerré los ojos e inspiré. No olía a gasolina, o a casa. Ni a libros ni a colegio. Olía a naturaleza, a libertad.

Abrí los ojos y vi todo lo que nos rodeaba. Era una fauna espectacular si sabías con qué ojos mirarla. El sol se estaba poniendo y le daba a todo una luz preciosa.

Y los sonidos... los sonidos te envolvían. No se escuchaba a coches pitando o corriendo, ni a gente hablando, ni a profesores gritando, ni los odiosos ruidos que producían las máquinas. Nada de eso tenía cabida aquí. Sólo los pájaros y el viento.

-Estamos tan acostumbrados al ruido que cuando escuchamos lo más natural del mundo, lo más básico, nos parece hermoso.

Espero que os guste el capítulo :)

• NOVELA NUEVA •
Moments | Aaron Carpenter

Pasaros por ella, me haréis feliz 😊

Kisses, Anita.





Naroa » Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora