Capítulo 2

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El traslado desde mi casa hasta la gran mansión había salido a la perfección, sin mencionar las innumerables veces que intente ayudarle al señor Evans entrar en razón de que estaba bien con mis viejas pertenencias y que no necesitaba todas esas cosas que orgulloso de si mismo se esmeraba en comprarme.

No quiero que piense que estoy abusando de su dinero y mucho menos de su amabilidad. Sé que su intención no es ofenderme, sino ayudarme, pero es solo que me cuesta asimilar como mi vida ha cambiado rotundamente en tan solo unos días. Doce para ser exactos.

La habitación es mucho más amplia en comparición a la de mi antiguo hogar. Las paredes son de color pastel, a una esquina hay una puerta – el cuarto de baño–, en la esquina opuesta junto a la cama de dos plazas se encuentra un closet rojo, que sobresale del resto de los otros muebles. Más arriba, en el techo, un gran candelabro en forma de araña ilumina cada rincón de la que desde hoy en adelante será mi nueva habitación. —¿Quién lo diría, no?— Mi propia habitación, y nada más y nada menos que en la casa de la gran familia Evans.

Si mi mejor amiga, Emilia, me viera diría que me he pedido prestada la habitación para armar una gran farsa y fingir que todo esto a mi alrededor me pertenece. Aunque literalmente lo es, hasta que Olivia vuelva de sus mini vacaciones.

Observo las pocas cajas tiradas sobre el suelo mientras muerdo mis uñas. No hay muchas opciones por donde comenzar, ya que solo me he traído la ropa, cuatro pares de zapatos, mis útiles de aseo, –aunque viendo el baño, sé que ya no los necesito–, algunos retratos de mi madre y yo que nos tomamos para el día de la madre hace años y entre otras cosas que pensé que me serían necesarias.

Primero ordeno la ropa con los zapatos, luego dejo mis objetos personales en el baño y adorno la mesa de noche con los retratos, miro a mi alrededor y siento que nada ha cambiado. La habitación es tan grande que es difícil rellenarla con las pocas cosas que he traído.

Me recuesto sobre la cama por unos minutos hasta que un suave golpe en la puerta se escucha por todas partes llamando mi atención.

—¿Señorita Miller? —la cabeza del señor aparece por la puerta y me levanto de un salto— Oh perdón, mi intención no era despertarla —se disculpa.

—No se preocupe, está bien —muevo mi mano inconscientemente restándole importancia — estaba terminando de ordenar las cosas. Aún no está en mis planes irme a la cama. Solo descansaba un poco —sonrío.

—Lo siento —se vuelve a disculpar— solo quería saber cómo se encuentra, ¿le ha gustado la habitación? ¿Desea cambiar algo? ¿Se siente cómoda? ¿Esta bien el color que he elegí...

Me dan ganas de reírme por lo preocupado que se ve el señor Evans y por como mira cada rincón de la habitación intentando encontrar algo fuera de su lugar o que no fuera de mi agrado.

—Es perfecta —lo interrumpo cortésmente —, la habitación es hermosa y...grande —vuelvo a contemplar cada rincón, imitándolo.

—¿Está segura? —fija nuevamente sus ojos azules sobre mi — sabe que el dinero es lo que menos me preocupa.

Ojalá pudiera decir lo mismo.

—Muy segura.

—Bien, entonces creo que la dejare seguir haciendo lo que estaba haciendo —camina hacia la puerta y se queda parado junto a ella — me alegra saber que todo está bien y que usted se encuentre cómoda. Nos vemos el lunes, buenas noches señorita Anastasia —se despide y desaparece por donde mismo apareció.

******

Entro en la cocina y me sorprende no encontrarme con ninguna de las chicas. Me dirijo hasta el refrigerador para revisar si todo lo que necesito para mañana se encuentra ahí. Me pregunto porque si quiera lo dudé cuando se trata de los Evans. En fin, si lo hay, y de sobra como para media población.

Las vueltas de la vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora