Parte II

77 9 56
                                    

La silueta de un chico se ve en el suelo, mientras que otras dos se ven paradas junto al cuerpo al que le propinan golpes y patadas. Las probabilidades de que uno de los chicos en pie se trate de James son muy bajas, en cambio, las probabilidades de que el chico en el suelo se trate de James, son muy altas.

Sin pensarlo dos veces, me encuentro caminando con desconfianza hasta el lugar de los hechos, mientras más cerca me encuentro, más son las ganas de correr, pero por mas que mi cerebro le ordene a mi cuerpo moverse más rápido, este no lo hace, porque está tan paralizada y asustado como lo estoy en este momento. Mis pulmones no son de mucha ayuda, arden; arden como si hubiese corrido una maratón, lo cual solo me recuerda que debo comenzar hacer más ejercicio.

Mis dudas son confirmadas cuando solo me encuentro a un metro de distancia de los tres chicos de los cuales he huido esta noche. James es el único en suelo arrojando sangre por su boca, con algunos rasguños en su rostro y con su ropa cubierta de tierra, a diferencia de los otros dos chicos que están intactos y que se ven incluso más altos que hace un rato.

—¡Miren quién ha vuelto! —dice uno de los chicos al notar mi presencia.

—Anastasia... —regaña James, aunque más bien suena como un quejido de dolor.

—¡Shh... calla hombre! —le ordena el mismo chico quien posa su pie sobre la cabeza de James y la aplasta por unos segundos.

—¡No! —le gritó mirándolo con asombro— ¡Detente!

El chico más alto me mira burlón para después quitar su pie de la cabeza del penúltimo hijo de los Evans y caminar hacia mi. Rodea mi cuerpo pero se detiene muy cerca de mi oreja para susúrrame un "¿por qué debería" en el oído, lo cual solo causo que un escalofrío recorriera mi cuerpo desde la cabeza hasta la punta de los pies y que mis anteriores ganas de vomitar volvieran a torturarme.

—Chad... déjala... —la voz de James es apenas audible desde su posición y estado.

—¿Qué? ¿Acaso no quieres compartir a tu chica con nosotros, hombre? — dice sarcásticamente el chico llamado Chad.

—No es mi chica —sentencia el chico de ojos verdes.

—¡Perfecto! —dice Chad sonriendo— Entonces, ¿no te importará si hago esto, verdad? —pone su grande y fuerte mano en el lado izquierdo de mi cadera para después aferrarse a mi y juntar nuestros cuerpos.

No de nuevo... por favor.

Su agarre es firme y prepotente. Nuestros cuerpos están tan pegados que ni un alfiler caería por entremedio de nosotros, su pecho está pegado a mi espalda, bloqueando cualquier intento de escapar, sus piernas forman una enredadera en las mías y su miembro... su miembro está tan duro que está ejerciendo una presión en la parte inferior de mi columna. Mis ganas de vomitar son incontrolables, pero mi desesperación por ayudar a James es aún mayor que otra cosa en este momento.

Él sigue tirado en el piso, la diferencia es que ahora hace intentos de ponerse de pie pero Brad o como se llame solo le propina patadas cada vez que lo vuelve a intentar.

—Déjenlo en paz, por favor. —suplico— Yo... yo haré lo que quieran.

En el mismo momento en que aquellas palabras salen de mi boca, me arrepiento. Me arrepiento porque el chico que tengo a mis espaldas no duda en darme la vuelta y rozar sus labios cerca de los míos.

Las vueltas de la vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora