Se desvanecen las estrellas

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Enjugó una lágrima de emoción al cerrar aquel sobre celeste. Se sentía contenta, luego de bastante tiempo, había llegado lo que esperaba: una tarjeta de invitación. Esa invitación era, nada y nada menos, que para la boda de Anne. Sí, al fin su amiga se casaría, nuevamente. Sabía lo feliz que era, y eso le bastaba para estar feliz también.

-¿Estás llorando? ¿Qué te pasó? –Ringo se inclinó hacia ella, asustado.

-Ey, tranquilo, no me pasa nada. –rió ella, frenándolo con una mano sobre su pecho– ¿Acaso no sabés que se puede llorar de alegría?

-Sí pero...me hiciste asustar. –contestó, poco convencido–¿Y qué es eso que te pone tan alegre como para llorar?

-Pues...¡una boda! ¡Anne se va a casar!

-¡Eso es genial! Con el médico, ¿no?

-Sí, con Mark. Me pone feliz, ya no estará sola, además Dante ya se acostumbró y también está loco con la idea de tener un papá.

-Es es bueno, es un niño pero ya entiende todo. ¿Y cuándo será?

-En veinte días.

-Ah, no falta nada.

-Es que no es necesario más tiempo, será algo sencillo.

-¿Serás dama de honor?

-Por suerte no habrá de esas bobadas.

Ringo se sentó a su lado y la atrajo hacia él, rodeándola con un brazo.

-Qué bueno que no te guste, a mí también me parece una tontería.

-Es que no nos "parecen", lo son.

-Por eso me gustás. –le dio un suave beso en los labios –Ey...¿y yo podré acompañarte?

-No creo que sea conveniente...

-¿Por qué? Si será algo sencillo, habrá poca gente, nadie me reconocerá.

-Es que creo que Mark no sabe de...

-Ay Evy, por favor...–la interrumpió –Lo sabe todo el país.

-Sí....tenés razón. –contestó pensativa –Me llama la atención que nunca me haya dicho nada con respecto a eso. Bueno, tampoco he hablado mucho con él.

-No le interesará. Estará al tanto de las últimas noticias en medicina, no en farándula

-¡Hola, hola! –George tiró su saco al suelo y prácticamente se arrojó sobre el sofá, junto a ellos.

-¡Ey, bruto! ¡Nos aplastaste!

-No te quejes Starkey, sino peso nada, soy un flaquito sexy.

-No importa, te tiraste arriba mío. Y sos menos sexy que una bolsa de basura.

-¡Ey!

-Bueno, bueno, no peleen.

-La culpa es de George.

-Basta dije. George, dejaste tirado tu saco, no es un trapo de piso.

-Ya lo levantaré, mamá.

Eva rió con la contestación y negó con la cabeza. A veces, todos parecían niños pequeños y caprichosos. George se acomodó mejor en el sofá y le acarició el flequillo a Ringo, que lo espantó de un manotazo.

-¿Qué es ese sobre? –preguntó George muerto de risa.

-Un sobre.

-No te pregunté a vos, Richard Henry.

Ocho brazos para abrazarte (Novela The Beatles) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora