Veintiuno: El Cuarto (Parte 1)

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Adentro nuestro sabemos que al final de cada miedo reside la libertad -Marylin Ferguson

Allison:

El despertador sonó, sobresaltando de manera exagerada a Allison, ella no tenía planeado que sonara a esas horas, eran las cinco de la mañana, solo hacían dos horas de que se había dormido, y con mucho esfuerzo.

De repente se acordó para que había activado la alarma a esa hora. La puerta.

Allison saltó de la cama en menos de un segundo, y rápidamente se dirigió al patio de su casa, estaba casi todo oscuro, por lo que tuvo que encender la luz, sin hacer mucho ruido, aún faltaba una hora para que toda su familia despertara y se armara un alboroto. Ese tiempo era suficiente.

Cuando intentó nuevamente abrir la puerta, esta no cedió en nada, y fue entonces cuando se acordó de que no tenía la llave

—Mierda —susurró frustrada nuevamente, entonces se acordó de su plan de la noche pasada, y levanto nuevamente su pierna, decidida a derribarla le doliese a quien le doliese… o más bien despertase a quien despertase. Levantó rápidamente su pierna, y tiró la patada más fuerte que pudo.

La puerta no se abrió, más bien un gran agujero se formó en el lugar donde Allison había pateado, haciendo que esta caiga fuertemente al piso con el pie aun en la puerta, Allison maldijo mientras intentaba sacar su pie de ahí, después de todo, la patada no había sido una muy buena idea, la próxima vez llamaría a un cerrajero, eso iba a ser mejor para su pierna y espalda la próxima vez. Su pie salió del hueco a duras penas, pero cuando dejo de frotárselo, se dio cuenta de que si pudo hacer un hueco con este, si agarraba una herramienta más pesada, podría hacer un hueco incluso más grande que le permitiría entrar, aunque después tendría que arreglarla toda otra vez. Eso no le importaba mucho realmente.

Allison caminó rápidamente hacia la cocina, se agachó en la alacena y debajo del lavatorio abrió unas puertas, donde se encontraba la caja de herramientas de Nick, la cogió y la llevó hasta el patiecito nuevamente, ya ahí buscó que le serviría, se decidió por un martillo, aunque no necesariamente para golpear la puerta, eso sería muy ruidoso, y ya se había arrepentido del hecho   

Con la parte trasera del martillo, jaló suavemente por los bordes que su pierna le había hecho a la puerta, haciéndolo más y más grande cada vez, hasta que se hizo del tamaño exacto para que su cuerpo pasara, Allison no había mirado dentro aun, no quería hacerlo hasta estar adentro y llevarse una sorpresa, ya sea buena o mala. Aunque se quería inclinar más porque fuera buena.

Dio un paso hacia adelante, y entró fácilmente por el agujero, estaba todo demasiado oscuro, no habían ventanas, la única luz que irradiaba era la muy poca que había del amanecer. Sacó su celular y alumbró un poco

—Wow —dijo impresionada, el lugar tenía una cama, perfectamente tendida y no en muy buenas condiciones, había una mesa de madera, con un pequeño espejo, y también un armario no muy bien conservado, pero sin embargo hermoso, lentamente Allison dio la vuelta con el celular en la mano para ver otro hueco tapado, ese debió ser una ventana antes, el cuarto era asombrosamente frío y lleno de telarañas y suciedad, obviamente por los años, la curiosidad y el querer ver todo eran los sentimientos apoderados de la mente de la chica en ese momento, se acercó lentamente a la cama que estaba perfectamente tendida, y al levantar una sábana puesta como almohada, por lo menos diez cartas más estaban descansando ahí, sin haber sido descubiertas antes, Allison estaba por alcanzarlas, las iba a tocar, iba a leer cartas de las que nunca supo de su existencia, por fin iba a descubrir todo.

La Orden llegó a su cabeza entonces, demonios, si ellos se enteraran de que ella sabía todo la matarían, pero ella solo quería saber, no era importante morir en ese momento, ella quería entender a Annabelle, solo una vez, solo unos segundos, no importaba, pero quería hacerlo.

Cartas Asesinas (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora