Ese día hice algo totalmente prohibido por ella.
No debí hacerlo.
Pero lo hice.
Tomé un cuerpo prestado,
un pobre y desdichado hombre de 19 años herido a bala.
Curé sus heridas y entré en él.
Lo arreglé un poco y listo,
de todas maneras era apuesto.Luego de unos minutos de buscarla en la estación, la encontré.
Preciosa como siempre.
Me acerqué discretamente y esperé.
No sabía exactamente qué esperaba, pero algo debía pasar.
Y así fue:
el libro que leía se cayó estrepitosamente al suelo.
Ibas a recogerlo pero se lo impedí y lo recogí por ella.
Se lo entregué sonriendo.
Me agradeció con una sonrisa en sus rosados labios.
Le pregunté sobre el libro.
Y así comenzamos una agradable conversación que continuó en el tren y luego,
en su apartamento.
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Tren perdido
PoetryElla perdía el tren. Todo el tiempo. Y nunca lo encontraba. La vida se le escapó entre los rieles.