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Le subió la cara de gaste,

le bajó el alcohol,

pero no me echó de su vida.


Salíamos a bares, pubs,

también a cafés y parques,

íbamos a todos lados.

No de la mano,

no nos besábamos en los bancos.

Esta vez todo era más prohibido,

a escondidas,

más divertido.


Íbamos en el tren y mi mano se posaba en su pierna.

Ella sonreía mirando hacia el frente.

Me llevaba de la mano en los bares

hacia los baños.

Me besaba en el último vagón de los trenes.


Fuimos muy buenos amigos,

mejores cómplices.

Los trenes no se nos acababan,

siempre había un lugar nuevo para ir.


Me di cuenta que su método para olvidar

era recordando.

Como tapar agujeros en la pared con fotos

ella tapaba recuerdos antiguos con unos nuevos.

Le ponía cinta a los vidrios rotos de una ventana.

Pegaba con besos ajenos un corazón hecho pedazos.

Pero yo yo te amaba, Kyra, te amaba más que a nada,

sin importar nada.


Total, no me importaba enamorarme de un demonio,

con tal de que me amara tanto como ama al infierno.



Tren perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora