Comencé a desesperar, a desvariar.
Perdí la cabeza de nuevo.
O bueno, más bien, se la di.
Ella decía que le recordaba a alguien a quien no quería recordar.
Le pregunté por qué.
Me dijo "Porque la muerte se lo llevó lejos de mí."
Entonces comprendí que nunca me lo perdonaría.
Nunca perdonaría el hecho de haberme ido.
Ni ella, ni yo.
Pero ahora estaba aquí, de nuevo, ¿no?
Claro que para ella no era lo mismo, por supuesto.
Otro cuerpo robado, dios.
Tendría que detenerme en algún punto.
Pero la amaba demasiado.
El ministerio seguía sin contactarme.
Lo notaba pero no me importaba ya.
No me habían despedido, por supuesto,
no estaría allí con ella, pero
¿entonces?
No había trabajado desde que tomé el primer cuerpo.
Como sea.
A pesar del dolor que ella sentía,
se notaba que me quería mucho
pero intentaba no hacerlo, mucho menos demostrarlo.
Pero se le escapaba.
Y yo la amaba, la amaba mucho.
Vida mía, ¡cruel destino tener que darte fin,
ser tu muerte!
Nunca me lo perdonaría.
Ella no sabía nada.
Nunca me lo perdonaré.
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Tren perdido
PoetryElla perdía el tren. Todo el tiempo. Y nunca lo encontraba. La vida se le escapó entre los rieles.