Capítulo IX

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Un temblor involuntario envuelve todo mi cuerpo y la realidad es que por un momento me olvido de todo lo que esta dando vueltas por mi cabeza. La increíble conducta que se ha manifestado con el simple contacto de nuestros labios después de una semana, me regocija. Bill esboza una sonrisa cristalina lo cual hace que sus ojos muestren una emoción que hace que el semblante derrotado por el cansancio desaparezca.

–¿Realmente estas aquí? –Pregunto en la primera oportunidad de espacio que me proporcionan sus labios.

–Si, estoy aquí –Su tono de voz es grave. Nuestros labios vuelven a hacer contacto.

Doy un paso hacia atrás en un torpe intento de hacerlo entrar, el entiende rápidamente el movimiento, siento que el agarre de una de sus manos se despoja de mis caderas tratando de tantear la puerta para cerrarla, después de un par de intentos lo logra. Damos un paso tambaleándonos porque estamos demasiado enfocados por continuar el beso. Por mi parte hay algo de ansiedad en mis movimientos, Bill está un poco mas cauteloso pero conforme le daba a entender que su cautela no esta funcionando comienza a responder de la misma manera urgente.

Mis manos van de su pecho hasta sus hombros y lo atraigo mas a mi, las suyas siguen en mi cadera y en un movimiento lento hace contacto con la piel de mi espalda. Sus movimientos son lentos pero demasiado seguros, siento como se me despierta cada poro de la zona en la que su contacto se presenta. No puedo detenerme, es más, no quiero hacerlo. Es como si Bill se convirtiera en una figura neutral y llena de paz donde no hay problemas pero si mucha omisión. Mi pecho arde ya que mi respiración se ha vuelto errática por tenerlo después de una semana. Su sabor es una combinación de café y cigarrillo que me despierta y hace que sienta una contracción en mi interior.

Su cuerpo gira en busca de soporte y mi espalda choca con la puerta, puedo notar como su miembro se despierta con cada movimiento que he provocado. Lo he incitado a hacerlo, mi conciencia acepta que ese era el cometido. Lleva una de sus manos hasta mi cuello y con le pulgar lo invita a darle paso a sus labios por esa zona. Tomo un poco de aire y dejo que sus movimientos divaguen y exploren. No logra pasar mucho tiempo y mis labios comienzan a sentir abandono, así que los busco de nuevo con un poco mas de brusquedad.

Al notarlo, me toma de las muñecas y las levanta para que no estorben en el contacto que nuestros cuerpos piden a gritos. Las argollas que están en sus labios ya tienen la misma temperatura así no son impedimento para besarlo sin protesta. Sentirlas sobre los míos me causa un placer inexplicable. Bill era como una potente droga natural que podía llevarme a una sobredosis segura. Me deshago de su agarre y con mis manos rápidamente despojo la ligera camisa que tiene encima. El movimiento es peligroso, ya que lo estoy incitando a algo que mi necesidad de placer me pide a gritos. El saca todo el aire contenido en su pecho por la nariz mostrando emancipación. Si ya había comenzado esto, tenía la firme tarea de terminarlo. Detengo el beso abruptamente y su mirada es severa. Sonrío para darle a entender que no pienso parar y tomo sus manos para llevarlo hacia el sofá. Doy un par de pasos pero en un movimiento rápido me levanta y yo simplemente me dejo llevar. Delicadamente me toma por los muslos y se sienta en el sofá despacio como si fuera hecha de cristal. En este momento me doy cuenta de que me pide tranquilidad. Siento el bulto por encima de mi ropa y muevo mi cadera para poder sentirlo. Sorpresivamente el es que interrumpe el beso y me mira fijamente a los ojos.

–Si me vuelves a besar, no podré detenerme –De nuevo esa misma advertencia que me aventó cuando nos dimos nuestro primer beso. Niego lentamente.

–No quiero que lo hagas –Replico con toda honestidad. Me levanto lentamente y me paro frente a el y le tiendo la mano–. ¿Vamos a mi habitación? –Bill asiente.

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