Capítulo XXII

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Días después, no había tenido tiempo para descansar con mi enfermedad y el viaje que hice a Las vegas, el trabajo se me acumuló por completo. Al llegar a mi departamento veo pequeño globo con en forma de pastelillo con una vela. Este estaba flotando en la mesa principal de mi departamento. Frunzo los labios extrañada y al acercarme para tomar el sobre mantenía al globo, dejo mi bolso y tomo rápidamente la tarjeta.

Hace un año, no tenía la menor idea de que ibas a poner mi vida de cabeza. Gracias por haberte cruzado en mi camino.

Bill.

Hago un gesto lleno de sorpresa, recordando como si fuera ayer el día que nos vimos por primera vez. Hoy se presentaría el grupo en Cincinnati, esperé a que desocupara y hablamos hasta que un cansancio profundo me consumió.

...

–Estoy demasiado cansado, ni siquiera se porqué –Le da un trago a su café y yo hago lo mismo.

–Viajaste por todo el país. Es normal ¿No? –Bill asiente.

–Tom ni podía hilar pensamiento alguno, estuvo todo el viaje de regreso vociferando que estos días de descanso dormirá hasta las sábanas se le pegaran a la piel –Yo sonrío y observo como Bill aleja el plato satisfecho.

–Me gustaría pasar contigo tu cumpleaños –Mi voz suena apagada.

–Lo sé, pero regresaré días después y celebraremos juntos ¿Te parece? –Asiento.

–¿Te vas a comer eso? –Bill niega y yo tomo rápidamente el pan con queso crema y mermelada que ha dejado en su plato.

–Alguien amaneció hambrienta hoy –Coloco la mano en el pecho en señal de culpabilidad y le sonrió con la boca llena

...

–Veintiséis, veintisiete, veintiocho –Me ayudo con los dedos y niego de nuevo, es la cuarta vez que las cuentas no me dan.

La temporada de descanso de las pastillas anticonceptivas había terminado y como no me había venido el periodo no me había dado cuenta. Hasta que vi el paquete nuevo y sin abrir. Me pongo pálida al instante e intento volver a contar.

–Mierda, Leah cuenta bien –Me digo a mi misma y llevo la mano a la cabeza y comienzo de nuevo.

Inmediatamente quedo pálida cuando se me viene a la mente las palabras del doctor diciendo que usara protección por lo menos el resto del mes. Un nudo se me forma en la garganta y comienzo a temblar. Comienzo a caminar de un lado a otro como león enjaulado. Decido que no es buena idea quedarme con los brazos cruzados y tomo rápidamente las llaves del coche de la empresa. Los domingos siempre me la pasaba en casa, por lo tanto mi asistente y guardaespaldas tenían el día libre. Una de las ventajas que tenia la ciudad, es que habían farmacias donde podías comprar sin bajarte del auto. Manejo rápidamente a una de ellas y un chico me dirige una sonrisa.

–Necesito una prueba de embarazo –Digo rápidamente tamboreando con los dedos el volante.

–¿Desea algo mas? –Pregunta amable. Niego y el chico me mira–. Serian diez dólares –Reviso el bolso y veo que tengo un par de veintes y le tiendo uno.

–Quédese con el cambio –Digo rápidamente y me voy de regreso a casa.

Salgo del baño y comienzo a caminar en círculos mordiéndome las uñas con nerviosismo. La alarma que había programado para que sonara en cinco minutos repica. Tomo la pequeña caja y leo las instrucciones antes de entrar al baño y ver el posible resultado.

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