Capítulo XIX

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Decido de ultimo momento que sería buena idea quedarme en el mismo hotel donde Bill y su equipo estaban hospedados. Cuando me informa que ya viene en camino siento un nudo en el estomago. Le doy el numero de habitación donde me encuentro. No me veo exigente y pido una habitación sencilla. ¿Para que querer tantos lujos si nada mas la iba a utilizar una noche?

Después de darme una ducha por el largo viaje que he tenido, me maquillo un poco y le informo a Michelle que he llegado sin problemas agradeciendo que haya guardado el secreto de mi escapada. Después del encuentro con mi hermana y mi madre, decidimos decírselo a los mas cercanos. Escucho dos leves golpes en la puerta y siento como mis manos comienzan a transpirar. Camino lentamente para abrirla e inhalo con pesar ante la expectación. Alzo la mirada y lo miro directamente a los ojos. El comienza a negar en repetidas ocasiones y prácticamente se abalanza hacia mi juntando nuestros labios con desespero. Sus brazos me envuelven como si su vida dependiera de nuestro contacto. Siento como mis pies se despegan del piso y hunde su rostro en mi cuello. Me dejo llevar por su aroma agradeciendo su contacto, la garganta se me seca.

–No puedo creer que estés aquí –Percibo su aliento sobre la zona de mi cuello y siento escalofríos.

–Tenía que verte, te extrañaba –Hablo reprimiendo una sonrisa. Me suelta lentamente pero me veo un poco mas desesperada y lo atraigo de nuevo.

–¡Hey! Espera un poco jovencita –Me pide con expresión seria y pone algo de resistencia. Yo abro los ojos sorprendida–. Créeme que yo también quiero entrar y perderme entre las sabanas.

–¿Entonces que te detiene? –Indago algo temerosa.

–Dos cosas, pero primero agarra un abrigo o lo que sea.–Dice de manera natural. Alzo las cejas y comprimo los labios.

–¿Quieres salir a esta hora? Solo estaré esta noche Bill, aparte son la una de la mañana –El asiente.

–En primera, muero de hambre y en segunda, has llegado a una de mis ciudades favoritas. –una sonrisa emerge de mis labios. El Bill aventurero que me obligó alguna vez a ir a un club nocturno en Los Ángeles está frente a mi.

–¿No hay whisky con Coca-Cola de por medio? –Bill deja escapar un resoplido de fastidio.

–Una vez te vi tomarlo sin muecas pero no, no habrá whisky esta noche. –Niega de modo gracioso.

–¿Champagne? –Pregunto tentativa.

–No suena mal, estaríamos bajo un firme estereotipo pero es válido –Objeta de manera natural y me mira fijamente –¡Leah, tu abrigo! –Me presura.

–¿Desde cuando te has vuelto tan mandón? –Lo cuestiono mientras me doy la media vuelta y entro a la habitación. Tomo el mismo abrigo que tenía cuando llegué y que estaba sobre la cama, por ultimo tomo mi bolso.

Camino con el brazo aferrado a su cadera, el me besa la sien de manera cariñosa. Me sentía completa con una paz inexplicable. Al llegar a la recepción del hotel, Bill toma del brazo para no salir por la parte de enfrente y nos vamos por un pasillo adyacente. Dejo que él me guíe hasta una puerta, la cual abre con un poco de dificultad porque está bastante pesada. Sin darnos cuenta ya estábamos en la parte exterior del hotel y nos quedamos parados frente a la acera.

–Creo que tendremos que caminar un poco.

Las calles de Paris se veían algo desiertas pero con vida. Entramos a un restaurante y Bill ordena algo rapído. Después de verlo comer algo apresurado una orden de papas a la francesa con demasiada salsa de tomate, salimos del lugar y caminamos tomados de la mano hacia una licorería que había en el camino.

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