∆Capítulo 13∆

495 45 2
                                    

Maratón 4/5

Peyton POV

Primer día sin instituto.
Estoy recostada en mi camita esperando a que uno de mis padres entre a mi habitación para preguntarme el porqué no voy a ir al instituto, antes de irse a trabajar. Claro, que mentiré total y completamente ya que no se pueden enterar de que me suspendieron o les daría el patatús. Mientras espero, agarro mi celular de debajo de mi almohada y veo que no tengo mensajes ni llamadas perdidas de nadie, ni siquiera de Dylan. Y eso es taaan extraño, porque Dylan vive pegado a mí como un chicle, obvio, porque me adora.

<No preciosa, la que vive pegada como un chicle a él, eres >

Y aquí vamos de nuevo. Lo mejor es ignorar a esa estúpida y molesta voz que habita en mi hermosa cabeza.

Bueno, como Dylan no me ha llamado, me preocupa y me hace pensar que le ha pasado algo, así que para cerciorarme de que esté bien, yo soy la que lo llamo.

Marco su número y coloco el celular pegado mi oreja y espero a que conteste. Suenan los seis pitidos y me manda a buzón. Oh, no, esto es peor de lo que creí... ¡No me contesta! ¡El pobre debe de estar muy mal! Pero yo no puedo hacer mucho, ya que se supone que estoy enferma y no me puedo mover de aquí hasta que uno de mis padres lleguen.

Pienso en llamar a Rachel o a Nicole pero no lo hago, porque no creo que sepan algo. Las pobresillas son muy ingenuas y sin mi no son nada. Suelto un bufido y vuelvo a marcarle a Dylan. Vuelve a mandarme a buzón de voz. Estoy a punto de rendirme pero me digo «No, marca una vez más. La tercera en la vencida, tu puedes, tu puedes»
Tomo una bocanada de aire lo suficientemente grande para armarme de valor y marcar por tercera vez su número de celular. Esta llamada podría definir lo que pasará en un futuro.

A la cuenta de tres... Uno... Dos... Tre...

Llaman a la puerta.

—Peyton, ¿podemos pasar?— es la voz de mi madre, pero por el plural que usó en la palabra "podemos" asumo que también esta mi papá con ella.

Oh que inteligente soy.

Guardo mi celular y me acuesto en la cama y me tapo con las cobijas hasta la cabeza.

—Claro—. Le digo con voz nasal.

La puerta se abre y mis padres entran a la habitación.

—Cariño, ¿por qué aún no estás levantada?— me pregunta mi madre.

—Hace ya— mi padre mira su reloj de muñeca— más de quince minutos que debías estar preparada.

Suelto una toz falsa, pero muy real para serlo. De hecho, si parece que estoy enferma. Soy una gran actora.

<Idiota, es actriz no actora>

Bueno, actriz, ya.

—Me siento mal. Creo que pesqué un resfriado—. Le contesto.

—Bien, pues creo que no habrá instituto por el día de hoy—. Me dice mi padre.

Y yo ya estoy festejando por dentro mi gran victoria.
Mis padres no dicen nada más, me dan un beso en la cabeza y salen por la puerta. Ya van a su trabajo.

Rápidamente me incorporo en la cama y vuelo a sacar mi celular de debajo de mi almohada. Necesito saber de Dylan. El pobresillo ha de estar muy mal como para responder mis llamadas.

Así que le mando un mensaje.

<Yo a las 9:48 a.m.>

Dylan, ¿cómo estás bebé?>

Luego de mandar el mensaje, pongo el celular en mis piernas, por encima de las cobijas que me cubren. Espero su respuesta... Y espero... Y espero. Hasta que el tono que tengo instalado para los mensajes suena. Agarro rápidamente el celular con la esperanza de que sea mi chico, pero no. Es un mensaje de la compañía telefónica que tengo contratada.

«A partir del día de hoy, por cada recarga que realices te daremos el doble de tu recarga»

Uuu... Una promoción muy buena, pero no puedo aprovecharla ya que no puedo salir de mi casa. Así que... No hay nada que hacer. Miro a mi alrededor en espera de que algo interesante suceda, pero... No pasa nada. Hasta que se escuchan las peleas de los vecinos. Me levanto y corro a la ventana. El señor y la señora Finnegan están en la banqueta de su casa. Discutiendo.

—¡Era tu turno de recoger las cagadas del perro!— le grita la señora a su marido.

—¡Pero mujer! ¡Yo las recogí la semana pasada!— le responde igual a gritos.

—¡Y también tragaste la semana pasada y eso no te desanima a seguir tragando!— contraataca.

¡Eso señora!

—Pero... Pero...— tartamudea el señor en busca de algo que decirle a su esposa, sabe que ella tiene razón.

—¡Pero nada! ¡Ahora mismo te me pones a limpiarlas, que Batman ya se enfermó por eso!— le grita hecha una furia.

El señor Finnegan baja la cabeza como perrito regañado y asiente.

—Esta bien mi amor—. Le responde.

—Perfecto—. La señora Finnegan sacude sus manos chocandolas entre sí, se da media vuelta y camina hasta el interior de su hogar.

Bueno, ese fue un buen espectáculo. Lástima que ha acabado. Me alejo de la ventana y camino hasta mi cama y me siento en el borde de esta. Este día será muy... Muy... Muy aburrido. A menos que...

Ante mis ojos aparece mi cepillo para el cabello. Me levanto y lo tomo. Me dirijo hacia la grabadora y la enciendo.

Out of my limit de 5 seconds of summer comienza a sonar y con ello, también yo empiezo a cantar y a bailar.

Es muy divertido saltar como loca por todo el cuarto.

Me subo a mi cama y comienzo a saltar sobre ella mientras grito la canción, porque a pesar de que tengo una hermosa voz, ahora mismo es horrible mi canto.

Agarro la pequeña grabadora portátil y salgo de mi cuarto y corro por las escaleras como en un musical, hago coreografías y me miro en la pantalla de la televisión que está en la sala para admirar mis increíbles pasos de baile.

Al terminar la canción, dejo la grabadora encima de la mesa del comedor y me detengo a respirar un poco... Eso ha sido agotador. Quizás estos días no sean tan aburridos después de todo.

3 Intentos de BarbiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora