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¿Dónde estábamos? Ni chucha idea, ya habíamos llegado a Valpito pero estaba más perdida que la cresta, según el Edgar él sabía donde estábamos.

—¡Me aburro!—grité.

Estábamos en un semáforo parados, la gente que pasaba por el lado me quedaron mirando.

—Cállate enferma culia. —rio el Jaime.

—Cállate vo conchetumare. —me crucé de brazos.

Se río y no dijo nada más, estuvimos un rato más andando por las calles misteriosas hasta que la camioneta se detuvo enfrente de una casa, colorida como quería la wea.

Los cabros se bajaron de la camioneta mientras hacían movimientos raros con las piernas. El Jaime se bajó a ayudar a los cabros a sacar las mochilas de todos, me bajé mientras me sobaba la raja.

—Tengo el poto cuadrao. —me quejé mientras caminaba un poco.

Los cabros nos dieron las mochilas, todos estaban como weones mirando la casa.

—Parecemos guasos weon, ¿Por qué no entramos mejor? —caminé hasta la puerta.

El Edgar me pasó las llaves para poder abrir, no alcancé ni a girar la perilla y una avalancha de sacos de wea paso por arriba mío.

—¡Pido la pieza más grande! —tiraron los bolsos al piso y corrieron arriba.

¿Estos aweonaos son mis amigos? Cerré la puerta mientras miraba la casa, la escalera estaba en frente de la puerta, a simple vista podía ver que en el segundo piso habían dos o tres puertas, si es que seguía el pasillo más allá.

Dejé las llaves en el mueble, caminé por el comedor, había una mesa gigante al medio de la habitación, en las paredes habían cuadros de no sé qué, era bonito. Caminé hasta el living, habían tres sillones, uno grande y dos chicos, las paredes estaban igual de adornadas que el comedor. La cocina era simple, no era ni chica ni grande.

Subí las escaleras hasta el segundo piso, en la primera pieza estaba la Maca con el Nico riéndose.

—Sorry, pero está pieza tiene dueño. —me miró el Nico.

—Cabros culiaos. —rode los ojos.

Caminé un par de pasos hasta la segunda puerta, era un baño chiquito, seguí el pasillo hasta la otra puerta que estaba abierta, el Edgar con la Cata se peleaban por el control de la tele como cabros chicos, preferí omitir comentarios y caminé hasta la otra puerta, era otro baño pero más grande que el anterior, en este había una tina, ya sabía lo que era la última puerta del pasillo, la abrí encontrándome con el Jaime, estaba viendo unas figuras que habían sobre un mueble.

—Hola. —me sonrió.

Narra el conshesumadre:

Ahora la hago conchetumaire, es mi momento de brillar. Habían sólo tres piezas en la casa y era obvio que los cabros querrían dormir con las cabras, así que por lógica me tocaría con la __.

—Hola. —tiró el bolso a la cama.

La seguí con la mirada, daba pasos cortos hasta llegar a la ventana.

—Por lo menos nos tocó la pieza con vista bonita. —se dio vuelta con una media sonrisa.

Asentí con la cabeza, cabros es mi momento, ahora sí.

—Oigan vamos a ir a comprar pa comer con la Cata, ¿Vai a venir __? —entro la Maca.

Asintió con la cabeza, la Maca se fue y la __ desapareció por la puerta, al rato se escuchó como las cabras salían y la puerta cerrándose.

Él Nico y él Edgar entraron de tirón, el maricón del negro se echo junto a mí mientras que el Edgar se echaba en las patitas.

—De nada peludo. —desordenó mi pelo el narigón.

—Gracias de qué weon. —me enderecé.

—¿Vo creí que te tocó de milagro estar con la __? —rio él Edgar.

—Las Cata y la Maca querían que nosotros durmiéramos en una pieza y ellas en otra.

—Recibimos los palos con clavos por vo weon, espero que aproveches esta weaita o si no te vamos a sacar la conchetumare. —se enderezó el Edgar.

—¿Y a quién les dijo ustedes que yo quería estar con ella? —me enderecé.

—¿Vo creí que somos weones? —preguntaron al unísono.

—Cabro culiaos, yo los amo weon. —emecé a reír nervioso.

Estos weones algo van a hacer.

Narra la culia orgullosa:

La cabras iban cada una a mí lado, la Cata como siempre hablaba weas hasta que la Maca la interrumpió.

—¿Volvieron con él Jaime?

—¿Quieeeeeeh? —puse mi mano en el pecho. —no weon, si les dije que estábamos arreglando las cosas para ser amigos.

—Segurito, terminarán comiéndose de nuevo. —hablo la Cata sin dejar de mirar en frente.

—Apostemos, treinta lucas. —estiré mi mano.

—Ya empezó esta mafiosa culia. —rodó los ojos la Maca.

—Treinta lucas. —chocó su mano con la mía.

—Y se le unió la pastera. —se cubrio la cara.

¿Sólo amigos? (Jaime y tú)#2 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora