Cap. 31

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Percy


A lo lejos veo la legión que se ha encargado de hacer el Dios Tártaro, en la primera fila de están los gigantes, seguidos de los ciclopes con sus garrotes en manos, atrás una fila de dracaenae, seguidas de una fila de gorgonas, al lado de lo que parecía ser el Minotauro estaba una Manticora.

-Dioses!! Ese minotauro es un masoquista, le gusta morir –susurre-.

A lo lejos pude ver a Tártaro, con su enorme estatura, su aura emitía maldad pura, volver a verlo, hacía que sus peores miedos saliera a flor de piel, y como paso la primera vez tenía ganas de salir corriendo de ahí arrastrándome y esconderme.

Cambie mi vista, hacia mis amigos y compañeros, si yo sentía temor que ya lo había visto, esperaba que al voltear mi mirada todo el mundo haya salido corriendo, algunos no podían creer lo que veían, mi mirada se posó al frente donde estaba Clarisse y sus otros hermanos, ella estaba atónita, y quien no, con el aura de Tártaro que irradia odio, maldad.

Volví mi vista al frente para poder visualizarlo mejor, estaba igual que la última vez, con sus botas negras cada una del tamaño de un ataúd, sus piernas cubiertas de grebas oscuras; pero esta vez su cuerpo estaba más musculoso, su tono había pasado del morado al negro, irradiando oscuridad a su alrededor. Su faldón seguía hecho de miles de huesos ennegrecidos, retorcidos, tejidos como eslabones de cadena y abrochado en su lugar de un cinturón se entrelazaban brazos monstruosos.

En la superficie  de la coraza, caras oscuras aparecían y se sumergían, todos asomándose con fuerza y presionando como si tuvieran ganas de salir. Los brazos de Tártaro estaban desnudos, purpuras y brillantes, sus manos tan grandes, pero eso no es lo que más daba miedo o temor, su cabeza, era tan indescriptible, su cabeza era la que podría hacer que cualquier Dios saliera corriendo a buscar a su mama; su casco era de rocas tan negras y gruesas que parecían obsidiana con un metal trenzado, todo su rostro era un remolino, una espiral hacia el interior de la oscuridad.

Al lado derecho de Tártaro estaba Aracne, a su lado izquierdo Hiperión, donde se encontraba Aracne, se notaba que ella estaba tejiendo algo, donde ella tejía otros monstruos aparecían, "La tela se está terminando" a esto se refería la profecía.  Dioses esto iba a ser difícil. Saque a ContraCorriente de mi bolsillo y me prepare para la batalla, vi como los gigantes del otro lado comenzaban a caminar hacia nosotros, y súper que ese era el momento donde comenzaba la batalla.

Los hijos de Ares comenzaron a caminar con sus jabalinas en las manos, los hijos de Apolo los cubrían con sus arcos listos para tirar las flechas, vi la cara de los otros semidioses estaban tensos, vi la cara de Nico tenia apretada su mandíbula y su mirada no se apartada de la cara de Will.

Uno de los ciclopes, que la reconocí a lo lejos Ma Gasket, Will arrojo una flecha a su dirección que le cayó justo en el ojo, está la miro con enfado y acelero su paso, comenzó a correr en dirección a nosotros con su garrote en la mano, atrás de ella venían más monstruos, nosotros también comenzamos a acelerar nuestro paso hacia ellas, giro mi cabeza para ver a Annie y ella ya no estaba, de seguro se hizo invencible con la gorra de los Yankees, los Ponis juerguistas estaban avanzando de acuerdo el plan con sus arcos en las manos.

-Estoy a tu lado sesos de algas –comento Annie-.

-No hay un beso para la buena suerte? ¿Es una tradición, no? –sonreí por lo que acaba de decir-.

-Vuelve con vida, sesos de alga. Y ya veremos -sentí como sus labios rozaron mi mejilla-.

Mire al frente. Y vi como el Minotauro se estaba acercando peligrosamente hacia nosotros, me salí de la fila y el me siguió, sé que yo era su objetivo, y él era el mío.

Siempre Juntos Percabeth: La Batalla del TartaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora