Noviazgo

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Noviazgo

Después de varía preguntas incomodas e indirectas nada sutiles de mi madre, Ángel y yo nos escapamos de ahí con el pretexto de ir a comprar algún regalo para mis amigas. Lo llevé casi arrastrando a la puerta cuando mi madre mencionó la palabra "condón" mientras comenzaba con la charla de educación sexual y las precauciones que debíamos de tomar cuando… ya saben.

—¡Me llevo la camioneta! —Le avisé gritando al mismo tiempo que tomaba las llaves de la mesa.

Salimos de ahí casi volando hasta empezar a conducir. Luego de unos cien metros lejos de ella, suspiré aliviada reduciendo solo un poco mi sonrojo.

—Santo dios… mi madre es una desvergonzada —susurré mirando el parabrisas que retiraba la nieve del cristal. Como es que se atrevía a hablar con tanta simpleza de ese tema y todavía con una sonrisa con la boca, bien sabía que no me gustaba hablar de eso.

—Es divertida —rió Ángel.

—Lo es, siempre y cuando yo no sea la víctima. —Me quejé acelerando un poco para pasar un tope de nieve que solo estorbaba el camino.

—Lo que pasa es que a ti solo te gusta ser el victimario y no la víctima —comentó sonriendo medio de lado. Lo miré con los ojos entrecerrados, quejándome de que no era cierto.

—Bueno… Tal vez sea cierto, pero debe aprender a no hablar con tanta libertad en situaciones que no lo ameritan —arrugué la frente después de escuchar otra risa burlesca de su parte. Lo miré de reojo y éste me miraba de arriba a abajo con una sonrisa seductora —. ¿Qué? —solté apretándome en el asiento, su mirada me ponía demasiado nerviosa y con este clima no me era muy fácil conducir y sería mucho más difícil llegar a concentrarme cuando me miraba de esa forma.

—Deberíamos hacerle caso y comenzar a practicar para darle algunos nietos.

Mis ojos se abrieron con sorpresa y lo miraron de repente, pero antes de que se posaran fulminantes en su rostro, se desviaron del camino hacia la mano que estaba acariciando mi muslo con descaro.

Me tensé y pisé sin querer el pedal del freno. Ambos nos fuimos hacia delante por la inercia. Choqué contra el volante y Ángel contra el tablero. Fue un pequeño golpe pero fue suficiente para sacarnos un leve quejido. Aun con un ligero dolor en mi cuello, me giré para gritarle de frente.

—¡Ves lo que provocas, casi hago que chequemos!—mascullé apretando al volante con mis manos.

Lo cierto es que en ese momento no me asustaba en lo más mínimo estrellarme contra un árbol o volcar el auto, lo único que me preocupaba era la mano que seguía aferrada en mi muslo derecho.

—Fue tu culpa —soltó con simpleza volviendo a lo que estaba haciendo, o sea acariciarme de una forma muy atrevida.

—¡Wow! Aleja tus manos tigre antes de que te las ampute. —Mi voz sonó entre avergonzada y exaltada, una mezcla que lo confundió, ya que me miró suspicaz y con las cejas casi juntas.

Evaluaba mi expresión para saber si estaba hablando enserio o lo decía de broma.

Gruñí por lo bajo y fue suficiente para que Ángel retirara su mano con un respingo.

—Eres una aburrida —musitó cruzándose de brazos.

—No soy aburrida. Lo que pasa es que quiero lento —opté por una postura más seria.

Necesitaba un poco de tiempo para sentirme en confianza y poder acostumbrarme a esta situación. Nunca fui una persona enamoradiza y mucho menos tenía en mente la cita perfecta o un momento de ensueño con el "amor de mi vida" eso era para niñas bobas que viven en su mundo color de rosa. La vida era más complicada que el chico de tus sueños no te quiera, era mucho más compleja y por lo tanto, el sufrimiento y la decepción era mayor cuando algo no sale como esperas.

Doctora CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora