Evidencias

24.1K 1.2K 37
                                    

Evidencias

 

—Dímelo de una vez —rugí mirándolo amenazantemente.

Ángel me miró con risa contenida y juntó las cejas con una mueca de duda. La cabeza me estaba doliendo demasiado y me sentía algo mareada.

—Mmm… no. Creo que no. —se negó con la sonrisa fanfarrona.

Abrí los ojos impresionada, ahora sí estaba segura, ¡Ángel era el diablo en persona!

—¡Maldición! ¡Primero me drogas, me provocas amnesia y te aprovechas de mí! ¿Qué más quieres? ¡¿Mis ojos?! —grité incrédula, no lo entendía, ¿qué quería de mí?

—Tal vez, son lindos. Es el justo verde que me gusta.

Continuó avanzando a paso lento, rodeando la cama hasta ponerse frente a mí, se colocó en su pose «soy genial e irresistible», parándose algo inclinado al flexionar una rodilla y metiendo sus dedos pulgares en los bolsillos de su pantalón y sin olvidar su sonrisa de lado. Esa era una típica técnica para conquistar mujeres, los hombres la utilizaban para simular valentía y fingir que era un hombre dominante por solo sacar el pecho.

Pero algo ocurrió, la mayoría de los hombres que habían utilizado esa técnica conmigo no les había funcionado, siempre me parecía muy simple y me quedaba mirándolos con indiferencia mientras les decía algo como «piérdete, siéntate y crúzate de piernas y parecerás más hombre que con eso». Pero con Ángel, podría decir que me intimidó… ¡Rayos! Sí, me sentí muy cohibida, su gris mirada era tan penetrante que no pude resistirla.

Ángel dio otro paso y estiró su cuello como si quisiera hablarme en el oído. Reaccioné con torpeza y di un paso atrás mirando al suelo.

—Aléjate… —fue lo único que pude musitar.

Debía admitirlo, su imponente presencia me ponía nerviosa, muy nerviosa… no lo entendía ¿qué tenía Ángel que los demás no? ¿Por qué él era el único que me ponía de esa forma? ¿Por qué no decía una indirecta para bajarle la autoestima y hacerlo desaparecer? Nunca había sentido ésta inquietud, ni siquiera con Dylan… Ok, olviden ese nombre.

—¿Por qué? Te pongo nerviosa. —inquirió presuntuosamente alzando una ceja.

Al escucharlo mi modo «bitch» se activó de nuevo dejando atrás a chica «tímida». Levanté la vista y mi rostro cambio drásticamente a indiferencia.

—No, claro que no. Nunca me pondrías nerviosa, lo que pasa es que te apesta la boca. —dije con una mueca de asco.

Ahora fue Ángel quien se incomodó y me quitó los ojos de encima.

—¿Enserio?

Soltó aire en su palma para olerlo, lo cierto era que ni siquiera le había prestado atención a su aliento por andar pensando en otras cosas, pero su descuido fue suficiente para escapar de él y caminar hacia la puerta para salir de su departamento —. No es cierto… ¡Hey! ¿A dónde vas? —preguntó antes de seguirme.

Seguí caminando y me abrí paso hasta la sala.

—Me largo de aquí, no quiero permanecer un minuto más contigo. —expliqué buscando con la mirada mi bolsa. 

—¿Me tienes miedo? —volvió a preguntar creyéndose el muy importarte.

Me detuve inmediatamente y me giré para verlo fijamente. Sus ojos tenían unas gruesas pestañas negras que me daban ganas de arrancárselas y ponérmelas a mí.

Doctora CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora