Peleas infantiles

17.7K 1K 27
                                    

Peleas infantiles

—Vengo a celebrar, ¿a qué otra cosa vendría? —sonrió de lado con expresión arrogante, como antes lo hacía.

Gruñí por lo bajo y apreté los puños. Si se ponía en ese plan, no lo iba a tolerar mucho.

Era extraño, algo en mi le dolió era actitud suya, tampoco llegué a imaginar que al volvernos a encontrar me abrazaría y me llenaría de besos por la emoción, no claro que no, eso sería como un tipo de paranoia, pero sí pensé que estaría un poco feliz o aliviado al verme, ya que me estaba empezando a acostumbrar al tranquilo y amable Ángel, hasta ya se me había olvidado que era un pedante y engreído.

—No sé, eres tan entrometido que no me sorprendería que vinieras aquí solo por querer sacarme de quicio —mascullé fulminándolo con la mirada, aunque más bien estaba fascinada con sus ojos grises que no podía despegarle la vista.

—¿Yo? ¿En verdad me crees capaz de tal cosa? —ironizó apretando los labios al ver mi expresión exasperada—. Pero de verdad, vengo a eso, hasta traje algo —alzó su brazo izquierdo y me dejó ver una canasta de pequeños bolillos decorados con dulce.

Fruncí el ceño desconfiadamente. Ángel no era el tipo de persona que trajera regalos a una fiesta, sino más bien sería el que se lo comería sin ser ni siquiera invitado.

—¡Oh, sí! Otros panques de marihuana. Pero no gracias, no los quiero —me crucé de brazos mirando su obsequio con repulsión.

Bufó al ver que no le creía y bajó la canasta con pereza.

—Eres tan maniática, pareces toda una madre preocupada —susurró casi para el mismo—. Créeme, de verdad no sabía que estabas aquí —puso un semblante sincero y bajé la guardia.

—¿En serio? —dudé en creerle o no.

Tal vez sería más posible si no se hubieran mudado a otro lugar hace tiempo, pero como ya no vivían cerca de aquí era muy sospechoso.

—¡Claro! Si hubiera estado enterado de que estabas aquí ten por seguro que no hubiera venido —sonrió de nuevo con burla y provocó mi ira.

—¡Lárgate! Es mi casa y no te quiero aquí —gruñí arrebatándole la canasta de sus manos, si en verdad estaban llenos de droga esos panecillos tendría que sacrificarme para probar y comer su suave y esponjoso relleno. ¡Oh, pobre de mí! A eso si se le llamaba ser valiente.

—¿Ni siquiera a mis tíos? —preguntó mientras se ponía de lado para dejarme ver a sus padres adoptivos.

Mi enojo se esfumó completamente casi como si el viento se lo hubiera llevado y dejó a su paso una vergüenza descomunal en mí ser. El señor Clarkson y su esposa, me miraban algo intrigados.

—¡Perdón! ¡Perdón! ¡Lo siento mucho! Pasen, pasen, por favor. Qué tonta soy, perdón, no los vi. Adelante. —Los hice pasar con toda prisa y totalmente sonrojada.

No podía creer que ellos estuvieran todo el tiempo detrás de Ángel y ni siquiera me había dado cuenta. Y además de eso, había escuchado toda nuestra discusión y me sentía demasiado apenada, por el hecho de que le había gritado a su hijo, los había dejado esperando afuera y había criticado el regalo que llevaba Ángel que lo más probable era que su madre los había hecho. Eso sin mencionar que ellos eran mis imposibles suegros y ya estaba quedando mal.

Ellos entraron sonriendo algo confusos pero no dijeron nada más. Me tapé el rostro totalmente humillada y escuché una pequeña risita. Abrí los ojos de par en par y miré a Ángel tratando de entrar con una sonrisa contenida. Interrumpí su paso poniendo el brazo en el umbral de la puerta con brusquedad.

Doctora CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora