Capítulo VIII: Cuando a Cinderella se le rompió la zapatilla de cristal Parte 1.
Había ropa regada por todo el suelo de la habitación y a cada segundo que pasaba, otra prenda se desprendia de los ganchos de ropa que estaban en el lujoso ropero de madera.
El chico estaba más que nervioso, su hermana le había convencido de que la acompañase a una fiesta. Más eso no era lo que le preocupaba, lo que le preocupaba era que Collin, el chico de ojos azules, le había mencionado que el asistiría y también le había invitado... Como una "pequeña primer cita". Eso lo tenía nervioso. No sabía que ponerse, ahora entendía a las mujeres: No es que no tuvieran ropa, claro que tenían, lo que pasaba, es que no tenían la ropa perfecta para la ocasión.
Faltaban 45 minutos para que Collin pasará a recogerlo a él y a su hermana, y él ni siquiera se había dado una ducha. Así que hizo lo que cualquier hombre sabio haría en una situación similar: Llamar a su hermana.- Si, no tienes ropa- dijo.
El chico moreno no sabía si reír o llorar.
- Bueno, no te preocupes, algo debe de haber. Tú date una ducha.
- Vale. Esta bien. Cuento contigo.
- Si ajá, ajá - dijo la chica, restándole toda la importancia al problema del chico.Cuando entró al cuarto del baño y se despojo de la ropa, se miró al espejo y, por esos momentos, se arrepintió de su cuerpo, se dio pena y tal vez un poco de asco. «Eso es lo que te hace el amor» pensó «Volverte insuficiente para la otra persona».
Se alejó del reflejo y se metió a la ducha, tenía un muy buen cuerpo, atlético, para cualquiera que lo viera, pero era el vacío que se creaba en los demás castillos.
Tardó unos cuantos minutos en arreglarse el cabello, de nuevo la sensación de imperfección le invadió. Mientras se arreglaba el cabello el timbre de la gran mansión resonó. Collin había llegado.- Bienvenido, señor. Los señores bajarán en un momento, puede esperar en el salón - le dijo muy amablemente un hombre de sesenta años aproximadamente, que llevaba una sonrisa en los labios.
- Si, muchas gracias. - le correspondió al hombre con una sonrisa igual. Era como sonreirle a un abuelo.
El hombre hizo una inclinación de cabeza de una manera elegante y se retiró, cerrando la puerta principal.
El ojiazul entró en lo que parecía ser el salón, era una estancia grande, pero sencilla. Tenía cosas elegantes pero todo, absolutamente todo, era de un estilo sencillo, como si no quisieran que las personas pensaran que eran millonarios. Que ironía.
Tomó asiento en un sencillo sofá color marrón que quedaba frente a un sencillo televisor, que más bien era una pantalla de 100 pulgadas. Su mirada recorrió todo el salón, era basto y acogedor, además de elegante, examinó cada pequeño detalle de aquel hermoso lugar. Dirigió su vista hacia un hermoso ventanal que tenía vista frente al jardín, del cual no se había percatado, ¿Pero como no lo había visto? Si era gigante y estaba frente a la rendija de entrada y frente a la puerta de la mansión. Era hermoso, las flores estaban a una medida casi exacta, eran coloridas y los arbustos las adornaban, todo era simétrico. En sí, era un cuadrado, dentro de este estaba una hermosa fuente de cantera café, era simplemente maravilloso.
Su mirada descendió y observó, ya dentro del recinto, una "mesa", pero esta en si era un elefante que sostenía sobre su lomo una placa de vidrio circular, sobre esta se encontraban dos cuadros de fotos: El primero contenía una imagen de una familia, la cual estaba frente al inmenso mar; eran los padres y tres jóvenes, el mayor -si se tomaban en cuenta las estaturas- debía tener 15 años o menos, le seguía una chica pelirroja que debía tener 12 o 13 años, estaba sonriendo simpáticamente; por último se encontraba un chico de 10 u 11 años, el cual reconoció al instante: Eben. El chico moreno, el chico que ahora lo tenía vuelto un vómito de pensamientos, era tan lindo de pequeño, «Lo sigue Siendo » pensó el ojiazul.
¿Entonces...? Si era una foto familiar, ¿que hacia el otro chico ahí?
Tomó la foto cuidadosamente y la observó, estaba un poco gastada, pero aún se diferenciaba todo. El chico mayor tenía el cabello oscuro, como el menor y el padre, tenía el tono de piel de la madre y la hija, sus ojos eran algo que hipnotizaba, eran hermosos, indescriptibles en palabras. No cabía duda que el joven de la foto si pertenecía a esa familia.
Tomó la segunda foto, era el mismo chico, pero estaba totalmente sólo, acostado mirando a una cámara, sonriendo a nadie. Colocó la foto en su lugar, sobre el elefante tallado en madera.
Giró su rostro y notó una puerta, ¿Pero cómo? Si el mismo había examinado todo con detenimiento, era como si la puerta estuviera oculta, invisible. Tenía pegados posters de grupos famosos, reconoció a la mayoría: My Chemical Romance, AC DC, Green Day, Nirvana, Queen, etc. Además de varios recortes de periódicos, todos latinos, ninguno en inglés. Extraño.
Miró rápidamente a todas partes para percatarse de que nadie lo observaba y avanzó hacia la puerta, su mano tocó el pomo cubierto por una fina capa de polvo, lo empezaba a girar cuando fue interrumpido.
- Nadie tiene permitido pasar, señor.- mencionó el viejo hombre que le había abierto la puerta- Claro, exceptuando a la señora Rosa. Ahora, le pido que espere, los señores no deben tardar en bajar - dijo y volvió a hacer el fino movimiento de cabeza para después pasar a retirarse.
El chico volvió a su asiento y se quedó pensando, había mucho que pensar, en especial era que las únicas fotos del hijo desaparecido eran las de la mesa-elefante, no había ninguna otra, sólo de Eben y su hermana.
Se relajó un poco y volvió a examinar todo el espacio, en su espacio de visión se atravesó una mujer ya adulta, un poco regordeta pero sonriente. Como era de esperar, ésta le sonrió, pero de diferente manera que cualquier otra persona, está le sonrió pícaramente, como si fuera una cómplice de un trabajo. Extraño.
Extraño. Esa palabra sería la que usaría de ahora en adelante. Al menos en esa casa.
Recargó su nuca en el respaldo del asiento y cerro los ojos.
El chico de la foto volvió a sus pensamientos.******
Holap, la parte dos la subo mañana, no quería dejarlos sin capítulo.
Feliz año nuevo, porque aún lo es ¡!.
Los amo, mis corazones heteromosexuales. ❤
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Cuando la vida te lleva la contaria.
De TodoLa vida no es una montaña rusa. La vida es tan solo un ciclo, por ello debemos aprovechar las cosas que son pequeñas, los pequeños detalles, los pequeños momentos porque esos, y solo esos detalles, son los que vale la pena vivir. Novela de BL entra...