Capitulo V: Seres Únicos en un mundo de copias.

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+El lobo siempre sera malo si solo escuchamos a Caperucita.

Cada quien estaba metido en su mundo, como era costumbre, solo hablaban con quien conocían o acababan de conocer. Faltaban quince minutos para que las clases empezaran por tercera vez en la semana. A pesar de faltar todavía una buena cantidad de tiempo, el aula estaba casi llena de alumnos, mas de la mitad del grupo ya estaba dentro del aula, tal vez por el frio que hacía afuera o por que estar fuera del aula era aburrido; la ESO para una parte de los estudianres habia sido en una escuela de mas de 20 hectareas, ya que era una ESTA (Escuela Secundaria Tecnica Agropecuaria), todos estaban afuera, si no habia un catedrático todos salian de su aula a cualquier parte de la institucion; pero en este caso la escuela era un 90% cemento y edificios y un 10% áreas verdes.
Risa tras risa, murmullo tras murmullo, silencio incómodo tras silencio incómodo, todo se juntaba y hacia volver loco a cualquier catedrático que no tuviera control de grupo; sólo había una persona sola y sin voz en el salón, un chico de ojos azules y cabello rubio, con una hermosa tez blanca y una sonrisa encantadora-que a otro joven ojiazul de nombre Collin le parecia bellísima-, pero el dinero hacia que las personas se alejasen de el. Nadie prestaba una absoluta atención a algo, excepto a la conversación que cada uno tenía con otra u otras personas, y por ello, fue aún más raro para los ojiauzules, anteriormente mencionados, cuando un joven de cabello negro como la noche, moreno como un café con leche y con una hermosa sonrisa, aún mas que el ojiazul, entrara por la puerta, captando la atención de todos, nadie despegaba su mirada de el, como si fuera algo malo hacerlo, el morocho ojiazul observó con detenimiento el rostro del ojinegro, notando como traía adherida a su rostro esa falsa sonrisa, porque eso era: una falsa sonrisa, "Tiene un don para fingir estar bien" pensó el ojiazul. Luego examinó su cuerpo, a pesar de que el tiempo que estuvo de pie fueron sólo unos segundos hasta que encontró lo que buscaba, observó su costosa ropa, todo era de etiqueta, "Emporio Armany" alcanzó a leer en su playera con estilo muy extravagante, "Aeropostale" en su chaqueta color negro y "Converse" en su mochila.
Cuando dio el primer paso en aquel lugar las miradas se fueron de el, siguiendo cada quien a su conversación, exepto una, la de un morocho ojiazul, el cual seguia embobado en el ojinegro, cuando éste paso a su lado le sonrio del lado, una sonrisa verdadera, original, nunca copiada de nadie, una sonrisa amistosa y agradable. "¿Cómo pude llegar a esto?, mis padres siempre juzgaban a todos, hablaban sin pensar, me jure no ser así, y ahora lo estoy siendo, eso esta mal, mal, m-a-l, mal" pensó el ojiazul, frunciendo el ceño, poniendo una cara de asco, luego volviendo al ceño fruncido; el ojinegro, que hasta el momento había esperado ahí, con una mano estirada esperando ser estrechada, la bajo lentamente, él no sabía que esas miradas de asco y ese seño fruncido no eran, si no, hacia el ojiazul, pero ¿Quien lo sabría?. El ojiazul no se había dado cuenta de la mano extendida del ojinegro, había estado tan inmerso en sus pensamientos que cuando volvió a bajar del árbol del pensamiento hacia el suelo de la realidad sólo alcanzó a vislumbrar como cualquier rastro de sonrisa, hasta una falsa, se perdía en los labios del ojinegro, formando una línea semirecta.
El ojiazul, con paso lento, casi como si no quisiera llegar a su destino, pensaba en quien fue la persona que dijo que con dinero tendrías "amigos", quería verlo, preguntarle si su hipótesis tenía variables o servía con todos, se sentía tan sólo; había llegado a pensar en la idea de gritar ahí mismo que habría una fiesta en su casa sólo para tener falsos amigos, falsas esperanzas, vida falsa, pero no, aún le quedaba un poco de dignidad, la cual no desperdiciaría.
Cuando el ojinegro al fin llego a su destino, tomó asiento y giro su rostro hacia el joven rubio ojiazul, en estos momentos, frente a el, el cual, sin esperar mucho le propinó una bofetada que le revolvió hasta los pensamientos al ojinegro, lo cual ocasionó que, por segunda vez en el día, el ojinegro fuera el centro de atención. Eben no le regreso la bofetada, ni siquiera pudo preguntar el por que de la misma, ya que el ojiazul comenzó a discutir y a decir cada una de las sandeces que se le venían a la mente, las cuales fueron correspondidas por el ojinegro. No faltó mucho para que la discusión se hiciera más sería y difícil de detener, cada uno daba argumentos con o sin sentido. Eben decía todo lo que se le ocurría para defenderse. Cuando la discusión ya había perdido credibilidad, los argumentos desparecieron, dejando sólo el esqueleto de una discusión sin sentido alguno, llena de insultos y palabras al azar. Eben estaba tan enojado que poco faltaba para que le dijera al ojiazul hasta de que se hiba a morir.
Después de unos cuantos minutos más de discusión, varios vídeos grabados, risas y unos pocos aburrimientos la discusión término, ¿Ganador?, ninguno.
Al término de la discusión el morocho ojinegro se levantó de su asiento, camino unos pasos y se sentó junto al morocho ojiazul.
Durante toda la discusión Collin no había prestado atención a nada, su mente se había quedado pensando en cuando el chico rubio, el cual su nombre desconocía, golpeó a Eben; más un nuevo pensamiento asalto su mente cuando notó la presencia del ojinegro junto a el, a sólo unos centímetros de distancia: "¿Se habrá molestado de que no lo salude?, Aunque no me di cuenta, no fue por que no quisiera"
- Tal vez - respondió a su pregunta el joven a su lado. ¿Habia hablado en voz alta?. Miró por el rabillo del ojo y notó que el joven moreno tenía centrada su vista en el blanco pizarron, que tenia enfrente, como si fuera la cosa más interesante del mundo, así que lo imitó, dirigió su vista al frente y respondió:
- ¿Entonces debería pedirle una disculpa?
- Creó que no sería mala idea- le volvió a responder el mulato, ambos seguían con su vista al frente hasta ese momento.
Pasaron unos pocos segundos y ambos giraron su cuerpo y sus miradas hacia el otro, sus miradas se unieron, una unión incomparable, nadie movió sus labios, nadie aparto la mirada, como si apartándola el mundo se destruiría, como si apartándola todo a su alrededor desaparecería. Los segundos transcurrían y transcurrían, ellos estaban sumidos en el nuevo mundo que habían creado juntos, ese mundo en el que podían hacerlo todo, en cada uno de ellos se sentía el otro, ya no sólo veian sus ojos, veian lo que eran, veian que sentían, se veian a ellos mismo, ambos vieron un corazón destruido, un corazón al que le faltaba algo ¿Pero que le faltaba a cada uno de esos corazones?.
Las miradas se empezaron a fijar en esa pareja, en esa unión; obviamente no faltaron miradas de asco, de ternura, de amor, de envidia y una en especial, dirigida por un joven rubio y de ojo azul llamado Thomas, una mirada de celos.
- Lo siento Señor...- Habló por fin el morocho ojiazul.
- Eben Bradley Matthews- sentenció el menor.
- Señor Matthews.- repitió el mayor.
- Perdonado señor...
- Collin Hawtrone Lawrence.
- Señor Lawrence- repitió el menor.
Ambos sonrieron.

Cuando la vida te lleva la contaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora