VIII.

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—Te ves guapo.—escuché la voz de mi madre detrás de mí—Esa chica es afortunada.

—El afortunado soy yo, mamá.—le sonreí mientras terminaba de abotonar mi camisa.

Vi cómo sonreía levemente y se limpiaba una lágrima que resbaló por su mejilla.

—Qué rápido creces.

—Ay, mamá...—me acerqué y la abracé.—Qué dramática te has puesto. 

La escuché reír cuando nos separamos y fui hacia mi armario para sacar la chaqueta. Caminé hacia la puerta y tomé las llaves del auto. 

—¡Espero por tu bien que mañana en la mañana te encuentre en tu cama!—escuché antes de salir riendo hacia el auto. 

Suspiré al entrar en él y busqué la dirección que me había dado Greenie. 

—Bien... espero que esto salga bien.—me dije a mí mismo.

*** 

De: Josh. 

Ya estoy aquí.

Lo envié y miré hacia la entrada de su casa. ¡Vaya que es grande! Tal  vez no soy suficiente para ella, es obvio que ella se merece lo mejor. 

Negué rápidamente con la cabeza. No, Josh, no pienses así. Recuerda la frase de la abuela: prepárate para lo peor y espera lo mejor. 

—Prepárate para lo peor y espera lo mejor. Prepárate para lo peor y espera lo mejor...—lo repetí constantemente.

—¿Ahora hablas solo?—escuché su risa, volteé el rostro y me encontré con la chica más bella que he visto en toda mi vida—Y ahora no hablas... Genial. 

—Pe-perdón.—tartamudeé. Bajé del auto y lo rodeé para poder abrirle la puerta. 

Al ella entrar corrí hacia el otro lado e hice lo mismo. 

—Bien, ¿y dónde vamos?—preguntó luego de un rato.

—Te dije que es sorpresa, bonita.—sonreí de lado.

—Y yo te dije que no me gustan las sorpresas.

—Entonces confórmate por saber que pasarás una buena noche.—la miré de reojo y la vi sonreír—Eso espero.—dije más para mí que para ella.

Ella puso algo de música y Lego House de Ed Sheeran nos llenó por completo, así que el viaje no fue tan incómodo como pensaba. Antes de llegar a nuestro primer destino le dije que tenía que taparle los ojos, a lo que se negó pero insistí y aceptó luego de un rato. 

Al aparcar bajé corriendo del auto para poder ayudarla, la guié hasta entrar a la cafetería donde una mesa especialmente organizada para nosotros, la senté lentamente y retrocedí unos pasos.

—¿Hola?—habló—¿En serio me dejaste sola? 

Reí. 

—¡¿Y con los ojos tapados?!—puso sus manos sobre la mesa y coloqué la mía sobre una de ellas.

—Confía en mí, ¿sí?

La vi respirar profundo y tranquilizarse, después asintió.

—Ya vuelvo.—le avisé. 

Caminé hacia la cocina y tomé los platos de pasta que Nick me había ayudado a preparar y los llevé  a la mesa, luego volví por la botella de vino y dos copas,  las puse en la mesa y caminé hasta estar detrás de ella.

GreenieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora