El recolector

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Capítulo 3

El aire se acababa, me sentí mutilado por el golpe. El aullido de los lobos se hacía más presente y cada vez más impetuoso. Me levanté aterrado. El gruñir de las bestias emergía de los sombríos rincones del parque. En cuanto me incorporé completamente, el lobo se hizo presente, era el animal más oscuro que he visto en mi vida, con unos ojos grises, que estaba seguro, podía ver mi alma y devorarla.

Al momento de verlo fijamente, sin dudarlo ni un minuto, el animal se abalanzó sobre mí dispuesto a morderme el rostro. Con la poca fuerza que tenía después de la caída, intenté alejar sus fauces de mi cara. Su saliva se impregnaba en mi rostro. Sus patas se posaron en mi pecho de una manera dolorosa, enterrando sus garras en mi pecho y cuello.

Intenté gritar, pero no pude, el lobo arañó con fuerza desde mi párpado inferior izquierdo, hasta mi mejilla izquierda.

- ¡Moira!

Gritó una voz imponente y grave. El lobo retrocedió sin quitarme la vista de encima. Pude ver como una sombra borrosa se aproximaba.

-Gracias

Dije mientras me incorporaba. Pero no hubo respuesta alguna, sólo un frío viento y gotas de lluvia bastante frías. *Maldición no trepé nada*. Pensé al ver el árbol.

-Ya llegué muy lejos, debo acabar lo que comencé.

Decía entre dientes, molesto por sentirme tan inútil. Es decir, ni siquiera me pude quitar la vida.

Traté de subir de nuevo, pero la lluvia me había empapado tanto que empecé a resbalar.

-Mierda, ¿a quién engaño? Creo que es mejor resignarme a vivir sin ella.

La tormenta aumentaba a gran medida, haciendo volar mi cabello. Mientras me iba alejando del lugar, sentí un gran pesar en mi espalda, como si algo me obligara a quedarme. Entonces un relámpago cayó de forma estruendosa frente a mí, haciéndome parar en seco. Junto con el cantar de un cuervo y el aullido del mismo lobo que me había atacado.

-No seas tonto hijo.

Me di la vuelta al instante, esa figura era la del hombre que me había salvado la vida. El hombre no parecía tan joven y tampoco viejo, pero se notaba que era de edad adulta, aunque estuviera de espaldas. El hombre se dio la vuelta lentamente, y al verlo, sentí cómo la piel se me erizaba.

El sujeto era muy delgado, tanto que podía notar el hueso del pómulo, sus ojos eran bicolores, su ojo derecho era azul, pero este carecía de brillo, como si tuviera una catarata, o peor, estar muerto. Mientras que el ojo izquierdo era de color gris, y al igual que el anterior, este parecía estar muerto. Su piel, además de ser extremadamente delgada, era bastante blanca, como su cabello blanco, grisáceo, y para rematar su figura, este portaba un abrigo negro en su totalidad y un bastón negro que llegaba desde el pecho hasta el piso, lo cual lo hacía lucir mucho más alto. Junto a él, de su lado izquierdo, estaba el lobo que me atacó. Y posado en su bastón un cuervo, el cual tenía una cicatriz que iba desde su frente, pasando por su ojo y terminaba en su pico.

El lobo me miró con la misma intención de arrancarme la cara.

-Moira, cálmate. – Dijo el hombre con un tono paternal, acariciando al animal por detrás de las orejas. – Eso es, buena chica.

Dijo este en un tono calmo y una leve risa, ya que su cuervo se frotaba en su cuello, en busca de cariño también

-Lamento haberte asustado antes. -Me dijo mientras me daba una pequeña sonrisa. -También Moira lo siente. ¿No es verdad?

La loba se acercó a mí con una actitud dócil, buscando mi mano para que la acaricie, a lo cual yo no pude resistirme. Su pelaje era frío, pero muy suave.

El Dilema De JuliánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora