Al abrir mis ojos no encontré nada más que la oscuridad pacífica de mi ataúd y el olor a madera de pino.
Escuché pasos por encima de mí y leves murmullos de cientos de personas.
Extendí mis brazos hasta que topé con una superficie de madera, la cubierta empezó a tambalearse, dejando ver una fuerte luz que apenas podía soportar, de pronto, la cubierta de madera fue abierta, y en cuanto pude ver, contemplé el cielo más hermoso que jamás había presenciado.
- ¿Julián Torres?
Preguntó una voz grave y anciana. Me incorporé, apenas acostumbrándome a la luz.
- Aquí estoy señor.
- ¿Dónde es "aquí"?
Preguntó de nuevo la voz del viejo. Al verlo, me encontré con un viejo esqueleto encorvado, apoyándose en una esquina especie de remo, el mango era de un fémur muy largo que lentamente se iba transformando en madera petrificada, pero lo más característico de este ser, era la venda en dónde deberían estar sus ojos.
- Lo siento señor déjeme ayudarlo.
Dije tocándole el hombro para guiarlo hacia a mí, un error que no pensé que cometería.
- ¡Suéltame pequeño mequetrefe, parece que no te educaron en vida, niño insolente!
El anciano empezó a pegarme en la cabeza y los brazos con su remo de la forma más fuerte que pudo.
- Lo siento señor, no volverá a pasar.
- ¡Bah! Eres un pequeño insolente, más te vale que vayas a Destino ahora mismo, y recuerda, no cruces el río tú solo muchacho.
Dijo frunciendo el seño con su huesuda expresión sin ojos,
- ¿Destino?
- ¡Es mi nave! ¡¿Acaso los gusanos ya te han comido los sesos!? - Dijo el viejo gruñón intentandome pegar con su remo con su escasa fuerza. - Muchacho bueno para nada.
Dijo entre dientes, maldiciendome de una y mil maneras más, mientras me alejaba de sus ataques histéricos.
Mis pisadas se hundían en el verde y fresco pasto, lleno de fresca agua. Podía oír un tranquilo flujo de agua corriendo armónicamente, hasta hacer presente un río totalmente negro y con el agua espesa, parecía congelado, nada en este mundo tenía sentido para mí, una mujer, miró el horizonte, observando la otra orilla del río, parecía hipnotizada por el otro lado. Puso un pie cerca de la negra capa de hielo, empezó a caminar lentamente para atravesar.
No parecía pasar nada, hasta que el hielo empezó a romperse tras sus pasos, haciendo que esta cayera al agua, la piel que aún conservaba se derritió en el agua, dejándola en huesos, se volteo a ver, y antes que pudiera moverse una última vez, sus huesos fueron cayendo a lo profundo del río, alimentándolo y haciendo lo más grande, el agua salpicó sangre totalmente roja y obscura a la nuestra orilla.
"No es agua, es sangre." Pensé viendo como lo que parecía hielo se regeneraba en el lugar donde estaba quebrado.
Continué por el sendero cercano a la orilla del lago, hasta ver una barca negra, con un mascarón de un tórax humano y dentro de este un cráneo, subí a la embarcación, el bote era mediano, con capacidad para veintiún almas, contando al barquero.
El bote estaba lleno en cuestión de minutos, todas éramos almas que no se conocían ni intercambiaban palabra alguna, salvo por un par de almas, una mujer y una niña pequeña, se abrazaban mientras hablaban entre ellas. Tres pasos sólidos interrumpieron la plática,
Se trataba del barquero apoyando fuertemente su remo en los viejos maderos de su embarcación, entre más se acercaba a los pasajeros, pude notar que en la parte de huso del remo, tenía gravado un nombre :"Caronte"
- Escuchadme almas viajeras.- Rompió el silencio la voz del anciano. - Pues mediante mí, el viaje a la no vida, a través del estigia, la recompensa eterna, olvidad el mundo terrenal y encontrad la paz de sus almas.
El barquero terminó de recitar su breve discurso, que pareciera, lo había recitado más de dos mil años.
Caronte empezó a remar, su fuerza era impresionante, el huesudo anciano sin ningún problema nos transportaba a través del estigia.
El camino era tranquilo y el río calmaba mis nervios a enfrentar este mundo sin Hades.
- ¿Julián?
Escuché una voz femenina en mi cabeza.
- ¿Jessica? ¿Mamá?
- Mira el borde de la barca.
Confundido hice caso a la voz, y al momento de girar, mi rostro se llenó de felicidad.
Perséphone, la cuervo de Hades estaba a mi lado, pegó un pequeño brinco con un aleteo y se posó en mi hombro, acariciando mi cuello con su plumaje.
- No puedo quedarme mucho tiempo, Hades me espera, me mandó para darte un mensaje, te espera una gran aventura al llegar a tu destino, te esperará alguien que te acompañará en tu travesía, mis plumas serán importantes para tí, usarlas sabiamente.
Y así como llegó Persephone, se fue dejando un manojo de plumas negras y moradas
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El Dilema De Julián
AdventureLa vida es un paso crucial para el mundo de los muertos. La vida no fue más que una difícil prueba para Julián Castillo, quien tras perder a la única persona que amaba la solución era clara. Buscar a su amada en el mundo de los muertos. Antes de ser...