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Un día más, me levanté de la cama esperando que todo terminase.
Me miré al espejo que tenía al lado, pero seguía igual.
Mi cara de niña pequeña, mi pelo cortado de tal forma que me hacia ver como una cría y mi horroroso pijama de ositos rosas.
«Tengo que cambiar esto» me dije a mi misma observandome de arriba a abajo.
Me dirigí hacia mi armario. Todo lleno de ropa rosa hederada de mi hermana mayor.
Ya que no éramos una familia demasiado pudiente, tenía que usar la ropa de mi hermana mayor que se le había quedado pequeña, la cual es totalmente infantil dado a que ella es bastante más grande que yo, lo cual no colabora a mi imagen de niñita.
Cogí unos pantalones rosas y la única camiseta negra que tenía, lo combiné con mis deportivas blancas y maldecí en bajo a mi hermana por sólo tener esa ropa tan infantil.
Suspiré y cogí el desayuno de la mesa, mamá se había ido ya a trabajar.
Cogí las llaves y me puse en dirección a mi "queridisimo" instituto.
En el camino me encontré con dos de los chicos de mi clase.
-Eh mira, ahí esta la doña rosita
Oí como le decía al otro chico que iba con el.
-¿Hoy no llevas una de tus falditas con ositos?
Dijo con tono burlesco.
Miré al suelo y los ignoré.
-¿Te ha comido la lengua algún gatito de tus camisetas?
«¿Te ha comido el cerebro a ti tu poco fuste?» tuve ganas de decírle, pero para variar no me atreví a hablar por si acaso me decían algo peor.
-¿P-podríais dejarme en paz por favor?
Dije casi en un tono inaudible.
-Me parece que no.
Me resigné y aceleré el paso para intentar huir de ellos. Gracias a Dios ellos no dijeron nada más.
Tuve que esquivar a algunas personas y casi me choco con tres señales de tráfico, pero al fin llegué al instituto.
«¿Por que se meten conmigo sólo por mi forma de vestir y mi aspecto?»
Fueron las últimas palabras que vinieron a mi mente antes de comenzar las clases.
Como de costumbre, cogí mi asiento sola al fondo, mientras todos estaban sentados juntos.
Suspiré rogando que terminaran rápido las clases, aunque la verdad es que la hora del recreo me aterraba.
Desvíe mi vista hacia uno de los chicos de la clase, pero no uno cualquiera, era el chico que me gustaba, el también era diferente, tenía el pelo blanco y los ojos de dos colores diferentes, pero nadie se metía con el... Quizás el hecho de que nunca se hubiese metido conmigo era lo que realmente me gustaba de el... Giró la vista hacia a mi un momento y se dió cuenta de que le estaba mirando, para mi sorpresa me sonrió amablemente y se giró hacia delante.
Una sensación de alegría inundó mi cuerpo y me hizo querer hacer algo.
Definitivamente cambiaría.

Esa misma tarde ya en casa...
Al parecer mamá no había llegado aún, así que me dirigí al baño rápidamente.
Cogí las tijeras de mi estuche y me armé de valor.
-Vamos Melanie... el pelo vuelve a crecer después de todo...
Me dije a mi misma. Empecé a cortarme el pelo, ya no había vuelta atrás.
Lo dejé muy desigual, más largo por un lado que por otro y algo mal cortado, pero al menos me hacía ver algo más roquera.
Fuí a buscar en el bolso de pinturas de mi madre, todas parecían estar muy gastadas, pero eso no me impidió coger un eyeliner y hacermelo. Cogí el rímel y también me lo eché.
-¡Vaya! ¡No esta nada mal!
Dije observándome.
Rebusqué más en mi estuche y encontré mi rotulador negro.
Cogí una de mis camisetas y le dibujé una calavera.
Luego agarré mis pantalones rosas y empecé a rasgarlos con las tijeras, procurando no llegar a las costuras.
Merecería la pena volver a dibujarlo cada vez que lo lavase.
Realmente no parecía yo.
Pero no es ahora cuando debo de cambiar, el año que viene todo será diferente, ahora sólo queda aguantar, mi motivación será poder empezar de cero.
Bueno, mi madre no se lo tomó demasiado bien, pero sólo me dijo que hiciese lo que me haga feliz.

Un año después...
Me levanté. Observé mi reflejo en el espejo, mi pelo ahora era totalmente negro y había crecido de una forma totalmente desfilada. La verdad es que mereció la pena limpiar la casa de aquella mujer mayor, gracias a ello pude comprar mis tintes y ropa nueva.
Me miré orgullosa por cambiar totalmente.
Me dirigí a mi armario y cogí uno de mis vaqueros rotos y una sudadera negra con el símbolo de una banda de rock.
Ahora realmente me sentía segura de mi misma.
Fuí al baño a maquillarme, me daba igual que me dijeran que no puedo llevar maquillaje, al fin y al cabo ahora soy una chica rebelde, o eso debo aparentar, con esas chicas nadie se mete.
Como de costumbre, fuí a clase, pero esta vez no a la clase que tanto odiaba, fuí a mi nueva vida.
Miré las listas antes de entrar al centro escolar y ví que mi clase era 1-A de bachillerato.
Antes de llegar a mi nombre, ví uno que era igual que el del chico del que estaba enamorada hace un año.
-Es imposible que sea el... ¿no?
No. No podía ser el... Si me descubre le contará a todo el mundo quien fuí y todo mi esfuerzo habría sido en vano.
Me autoconvencí de que sería una coincidencia, y sin más busqué la clase.
Sin tener una explicación lógica para ello, me sentía mucho más segura de mi misma, capaz de plantarle cara a cualquiera.
Al llegar a clase mi boca se abrió de par en par al ver a aquel chico. ¡Si que era el! Mi mundo nuevo se había derribado, estaba totalmente segura de que cuando oyese mi nombre me reconocería.
«Estoy perdida, ¡tanto esfuerzo para nada! ¡Qué rabia!» pensé muy resignada. Quizás si me esforzarse en ser totalmente contraria a la chica que el conocía... nunca se de cuenta, así que por favor, ¡no me recuerdes!

Don't Remember Me. (CDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora