CAPÍTULO 8:

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Gruñí, impulsándome más profundo en su interior, más fuerte, más duro, más rápido.

Tenía que calmarme, tenía que calmarme.

Ella gritó mi nombre mientras arañaba mi espalda con sus largas uñas, podía sentir cómo mi piel se desgarraba y ardía, un gemido ronco salió de mi garganta al tiempo que ella volvía a chillar y apretar sus muslos en mis caderas.

- ¡No pares! - Gritó con su voz chillona y estridente. La odiaba, me encantaría ponerle una media en su maldita boca para que dejara de chillar de esa manera. Apreté los ojos con fuerza, pero al tenerlos cerrados la vi... A mi Blacky, y mierda, no quería pensar en ella mientras tenía sexo con esta desconocida; estaba teniendo sexo con la desconocida para dejar de pensar malditamente en ella, en todo lo que pasó ayer, todo lo que sentí, lo que vi y escuché, para no pensar lo que pasaría mañana. Odiaba el dolor en mi pecho, odiaba que me importara tanto. ODIABA TODO. Quería ser libre, libre de mis errores, libre de mi pasado, libre del dolor, de las responsabilidades... De ella.

Porque siempre sería suyo.

Quería ser libre, pero al mismo tiempo deseaba que me atara a ella para toda la eternidad... Era tan contradictorio. No quería estar nunca más lejos de ella, ya no, no lo permitiría; ella podría quererme para ser solo su amigo, y estaba bien para mí, estaba jodidamente perfecto, pero ni satanás podría alejarme de ella ahora.

- ¡Luke! - Gruñí, sintiendo el placer comenzar a ser demasiado, sentía todo el calor yendo hacia mi ingle, y a la desconocida apretarme fuertemente mientras llegaba a su orgasmo, comencé a moverme más fuerte hasta que, con una última estocada, terminé dentro de ella.

Me aparté, acostándome junto a ella con la respiración agitada y el corazón corriendo acelerado. El sudor me hacía sentir pegajoso y asqueroso, la increíble sensación de antes yéndose con rapidez de mi sistema mientras el asco se hacía presente... Siempre era lo mismo... Lo disfrutaba al principio, pero terminaba por odiarme al final, porque ninguna de las mujeres con las que estaba eran ella, nunca lo serían...

La mujer, cuyo nombre no podía recordar, suspiró satisfecha y se acurrucó contra mi costado, aplastando sus pequeños pechos contra mi brazo izquierdo.

- Eso fue increíble. - Ronroneó.

- Sí...

- ¿Y qué haremos mañana? - Comenzó a regar besos en mi pecho y tomó todo de mí no hacer una mueca de asco.

- No sé tú, pero mañana tengo una cita importante. - Murmuré para levantarme rápidamente y escapar de sus filosas garras. Ella se rió.

- ¿Una cita?

- Sí. - Comencé a vestirme lo más tranquilamente que pude, para no alterarla más de lo que sabía que iba a estar, arrojé el condón usado a un cesto de basura junto a su escritorio desordenado.

- De acuerdo. - Su mandíbula se tensó y acomodó su cabellera rubia sobre uno de sus hombros, cubriendo su cuerpo con la sábana. - ¿Con quién? - Suspiré.

- Mira... - Mierda, en serio no podía recordar su jodido nombre. Ella me lanzó una mirada enojada y ofendida.

- Jannett. - Gruñó.

- Sí, Jannett, lo sabía. - Carraspeé. - Escucha, fue divertido, sí, pero esto no significó nada, era solo algo de una noche y lo sabes. - Inhaló una gran bocanada de aire.

-¿Qué? ¡Y una mierda! ¡Lo nuestro no fue y nunca será algo de una noche!

- ¡Por amor a Cristo, Jannett! ¡Te conocí en una discoteca! No tenía intensión de acostarme contigo hasta que te me tiraste encima, prácticamente me rogaste por ello, por Dios.

Maldita Venganza. (¡Malditas Traiciones! 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora