CAPÍTULO 2:

1.9K 104 2
                                    


Estaba llegando absurdamente temprano a la grabación de hoy. Y cuando digo "absurdamente temprano" quiero decir dos horas antes de lo acordado.


Dos malditas horas.

Rompí mi propio record.

Hasta ahora solo había llegado una hora y media más temprano, y ahora son dos.

Estupendo.

Si fuera caminando el tiempo se acortaría, no llegaría tan temprano y dejaría de verme patético con esta extrema responsabilidad y la enorme cantidad de tiempo libre.

Me aburría en casa, esa era la verdad.

Y agradecía cualquier pequeña cosa que me sacara de ella.

Compras.

Paseos de mañana.

Paseos de tarde.

Paseos nocturnos... Paseos de madrugada.

¿Quieren que les sea verdaderamente honesto con ustedes? Bien. NO. PUEDO. JODIDAMENTE. DORMIR.

Puedo dormir unas cuantas horas al día, o a la noche, pero no muchas.

Siempre sueño con ella, con esa chica que no quiero volver a ver.

Los sueños que tengo con ella son tan lúcidos que me espantan, me despiertan, y después de eso no puedo volver a conciliar el sueño. Así que salgo, paseo. Camino, corro, salto...

Pero nada que haga me quita la sensación de haber estado con ella aunque sea en mi fantasía.

¿Por qué tenía que amarla tanto?

¿No podía simplemente quererla mucho y ya?

Hubiera sido más fácil de ese modo olvidarla.
Pero no, yo no tenía que caer completamente loco por ella.

Desearla con cada onza de mi cuerpo, cada trozo de mi alma, desearla más de lo que necesitaba oxígeno para vivir... Y no poder tenerla.

Años de estúpida timidez me la quitaron, y cuando al fin la tuve me la quitó la calentura... Y después ella dejó claro que no la tendría.

A la mierda.

No la necesitaba.

Con el tiempo iba a olvidarla definitivamente,
sólo tenía que seguir como hasta ahora.

Estaba mejorando.

Soñar con ella ya no me dejaba todo tembloroso y adolorido; era más tranquilo ahora, dolía pero era soportable.

Sólo tenía que seguir sin verla e iba a estar bien.

Decidí detenerme en un parque cerca del estudio, para hacer tiempo y no llegar tan vergonzosamente temprano. Me detuve en el estacionamiento y salí, caminando con una gorra puesta y unos anteojos negros de sol. Para pasar desapercibido. No estaba de muy buen humor como para que los fans se me acercaran hoy.

Observé con detenimiento mí alrededor.
Desde los altos árboles a las bancas, el césped recién podado e impecable, la fuente que se encuentra en el centro estaba apagada y rodeada de adolescentes. Y como se imaginaran, caminé al lado opuesto de esa condenada fuente.
Varias chicas que pasaban o hacían ejercicio voltearon a verme, con sonrisas coquetas y movimientos sensuales.

Si no estuviera de tan pésimo humor me acercaría a alguna, pero ahora no tengo la paciencia suficiente para tolerar a otra hueca. Así que las ignoré y seguí caminando hasta el lado más lejano del parque y me senté solo en una banca.

Suspiré.

Paz y tranquilidad...

Lo único que no necesitaba.

Pero quería.

Quería poder permitirme estar tranquilo, pero permitirlo sería abrir paso a los recuerdos y demonios no. No quería recordar...

Aunque tal vez lo necesitaba...

Cerré los ojos, y respirando profundamente, me permití por primera vez en mucho tiempo recordar... Recordarla...

- Luke. – Canturreó. - ¿Qué estás haciendo?

- Pensar. – Murmuré aún con los ojos cerrados. Sentí su cuerpo helado pegarse al mío, su cabeza apoyada en mi hombro y sus brazos rodeando el mío.

- ¿Y en qué piensas?

- En ti. – Pude escuchar el sonido de sus mejillas cuando sonrió.

- Espero que sean cosas buenas, L. – Una sonrisa burlona se me escapó.

- ¿Cosas buenas? Cosas buenas y tú no son cosas que tendría en un mismo pensamiento, más bien sería tú y cosas muy, muy malas... - Volteé la cabeza, abriendo un ojo para ver su hermoso rostro. Una sonrisa traviesa tiraba de la comisura de sus labios, se mordió el labio inferior y se acercó más a mí.

- ¿Cosas muy, muy malas? – Susurró en mis labios, mandando una descarga eléctrica por mi espina dorsal. Una ráfaga de deseo mi inundó y me acerqué aún más. - ¿Qué tan malas? – Lamió mi labio superior y un gemido escapó de mi garganta. Ella se rió, de esa forma ronca que tanto me prendía. En el momento en el que me decidí a besarla Scott saltó sobre nosotros, metiendo su hocico entre nuestros rostros con desesperación, ladrando y lamiéndonos en el proceso. Ella soltó una carcajada y abrazó a Scott, frunciendo los labios como si lo estuviera besando. Sonreí al verla tan feliz, tan hermosa, infantil y encantadora. Con su cabello recogido en una cola de caballo descuidada, pantalones de yoga negros y una enorme camiseta gris vieja que robó de mi armario hace años. Era perfecta.

Toda ella.

Y era mía.

Y la perdí...

Maldita Venganza. (¡Malditas Traiciones! 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora