Cerré mi casillero y saqué los cuadernos de la siguiente clase matemáticas; un cuaderno, una carpeta, una calculadora y mi estuche. Me las arreglo para ir cómodamente y caminar hasta mi salón con la letra asignada, el 4°MB y me siento en mi lugar asignado dejando mis pertenencias.
Quedaban unos cinco minutos de clase al parecer porque había llegado más de la mitad de mí curso. Aunque fuera un colegio particular, habían veinte chicos y chicas por ahí, aún faltaban, por ejemplo, mi grupo de amigos. Aproveché de quitarme mis audífonos y ver mía notificaciones en mi iPhone 5.
El timbre sonó y de inmediato divisé a Alex, Bryan y Carol entrando de los últimos antes de que la puerta se cerrara. Lo que no me dio tiempo de saludarlos, una vez más quedé embobada mirando al perfecto maestro en frente.
Que me den una moneda por cada vez que me estremezco al mirarle. Estaba con su típica camisa blanca y su corbata negra, con un saco del mismo color al igual que sus zapatos brillantes y su pantalón. Dios, que bien se veía. El negro le quedaba malditamente bien.
¿No había mencionado que no hay un hombre más candente que él?
Los alumnos nos páramos derechos y firmes delante él. Se quitó los lentes que traía puestos y sonrió de lado. Tuve que apretar mis piernas porque un leve cosquilleo me recorrió.
-Creí haberles dicho que quiero que estén listos antes de que suene el timbre para así no perder mi maldito tiempo en estas boberías. -Dijo serio. Todos bajaron la mirada, exceptuando por mí, quizás me sentía intimidada pero no lo suficiente. - ¿No es así, señor Marsh? -Dijo mirando a Alex y este sólo asintió. Al otro lado, Carol sonrió con gracia y tratando de aguantarse la risa. Gran error. - ¿Le parece divertido, señorita Brown? Porque no creo que su desempeño en matemáticas mejore, si sigue besuqueándose con el señor Harris. -Y su sonrisa se esfumó y Bryan apretó la mandíbula.
Era tan serio, tan bien educado, como un caballero con carácter fuerte. Su rostro cuadrado y siempre firme, y esos ojos de león tan profundos como las definidas cejas, la nariz recta pero se notaba una leve torcedura.. Decían que se la había torcido en una pelea en un bar, pero que el otro tipo había quedado mucho peor y él, con sólo un rasguño.
Pero lo que más me hipnotizaba sus labios. Me encanta lo grueso que son, tan rojos y carnosos, junto a su dentadura perfecta. Me daban ganas de morder su labio hasta que sangrase.
Mierda, una vez más no dejaba de mirarlo. Mientras seguía balbuceando lo que fuera que diga, yo lo miraba sin querer parar. Quité un mechón castaño de mi frente, hoy me lo había alisado completamente, esta vez el cabello me llegaba un poco más bajo del broche de mí sujetador.
-Siéntense, los llamaré a cada uno para ver sus ejercicios del viernes. Recuerden que eran veinte y puedo escoger cualquiera de esos. -Algunos se quejaron. -Por caridad, revisaré sólo dos de ellos. -Dijo sentándose en su silla y sacando un bolígrafo rojo. -Reynols.
Así empezaba. Con esa actitud de mierda tan... Irresistible. Busqué mis ejercicios y tenía los resultados en la misma guía que nos dio el señor Bieber. Sí, nos obliga a decirnos así. Y el procedimiento lo tenía en el cuaderno, no me había costado tanto aquellos ejercicios o al menos me había equivocado de manera rápida.
Como fuera, me encanta matemáticas.
Mordisqueaba mi labio inferior esperando a que el señor Bieber me llamase. Aproveché de arreglar mi camisa y mis calcetas. ¿Había dicho que usábamos uniformes? Pues sí, camisa, corbata, faldas, zapatos y calcetas... Mi escuela tenía de todo.-Walker. -Abrí mis ojos y mi corazón se aceleró al escuchar mi apellido. Con un esfuerzo sobrenatural, salí de mí asiento sin hacer ninguna estupidez.
Me observó unos segundos luego de que dejara mi cuaderno con los procedimientos y la guía con las respuestas. Fueron segundos interminables. No pude evitar morderme mi labio ante su cercanía. Olía exquisito, su olor estaba impregnado en el radio de su silla.
No pasaron dos minutos y se levantó de su silla y sacó un plumón junto a mi guía de ejercicios. Me hizo una seña y lo seguí.
Me ganaba como por unos treinta centímetros, estaba indefensa ante él. Escribió el ejercicio número nueve en la pizarra.
-Resuelve este. -Yo tomé el plumón de sus manos y éste estúpidamente se me cayó. Rodeé los ojos y me incliné a recogerlo, quedé enfrente de su miembro y una risa surgió por ahí, en mi interior. -No tengo todo el día. -Dijo como si le hubiera molestado que hiciera eso. Se encontraba tenso.
No me importó, me acostumbré a su actitud desde hacía un año, cuando ingrese a esta escuela.
Rodeé los ojos de nuevo y esta vez sí me notó hacerlo, le noté arquear una ceja. Era el que más me costó y al terminar, el señor Bieber borró la mitad del ejercicio, la mitad del final.
- ¿Qué...? -Dije con voz ahogada.
-Tú sigue. -Respondió.
Pero me quedé en blanco, estuve así por unos segundos, quizás quince o treinta. O unos ciento veinte..
Se acercó a mí y me quitó el plumón de mis manos, no evité mirarle levemente los labios y después mordí los míos.
-Mira, aquí... -Observé la pizarra. -Debemos despejar el logaritmo a la cuarta, ¿no? -Asentí. -Muy bien, recuerda es sólo una ecuación, y este término esta a la cuarta y el logaritmo también.
-Ambos cuatros se van.. -Dije en voz baja y asintió. -Quedando logaritmo por uno...
-Y multiplicas logaritmo por x² y reemplazas el valor por un octavo.
Lo miré unos segundos y suspire.
- ¿Dónde me equivoqué?
-En vez de multiplicarlos, se dividieron y por eso te dio aquel resultado tan extenso.
-Bien. -Mordí mi labio. - ¿Qué hay del otro? -Pregunté.
-Está perfecto. -Sonrió de lado. -Ve a sentarte. -Volteó y me pasó mis pertenencias.
-Gracias, señor Bieber.
Me senté y me apoyé en mi escritorio. Sentía mis piernas flaquear, y el corazón me iba a mil. Revisando los otros ejercicios, me limité a no mirarlo más hasta que empezó la clase en verdad.
Sentía su mirada encima de mí y al darnos otros ejercicios para terminar y evaluarlos, me acerqué a su escritorio con ciertas dudas.
Y mientras me explicaba como hacerlas y que cuidados tenía que tener, sentía que no podía estar más ruborizada al tenerlo tan cerca de mi.
- ¿Eso es todo? -Pregunté.Me miró los labios y yo me los lamí por la tentación que me estaba provocando este hombre. Volvió a subir a mis ojos.
-Sí. -Apoyó sus codos en el escritorio. -Quiero verla en mi despacho luego del fin de clases.
-Está bien. -Dije sin voz.
Me senté nuevamente. Apretando mis piernas y obligándome a no parecer más nerviosa de lo que me sentía en esos momentos. Al sonar el timbre fui la primera en levantarme atrayendo las miradas de todos.
Incluyendo la del señor Bieber.
Dios mío, rogaba por no desmayarme en frente de él.
ESTÁS LEYENDO
Mister Bieber
RomanceSoy su alumna solamente. La muchacha que se sienta en medio de la fila al lado de la ventana del pasillo, a quien le va bien, sólo eso. Pero él con sólo dedicarme una mirada hace que mi cuerpo se estremezca. No puedo evitarlo, me siento indefensa a...