Capítulo 2

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Al acercarse al edificio Esmael se dirigió a una ventana fácilmente accesible, aunque tapada por varios tablones. Los quitó sin dificultad, la carcoma se había cebado con ellos y alguno había empezado a dar muestras de podredumbre.

Esmael tomó nota mental de buscar un tablón en otro lado del Hotel Fridgerald para reemplazarlo.

Pasó, en un movimiento no exento de un buen esfuerzo, la bici. Luego pasó él, y recolocó los tablones sin echarle ni un vistazo a la conocida sala.

Dejó su bici de mala manera entre los montones de trastos de la habitación.

Al dejarla, sin embargo, dedicó unos momentos a barrer el dormitorio con la mirada. La vieja habitación precisaba un barrido menos metafórico.

Había maderos podridos y trastos difícilmente identificables en la penumbra del dormitorio.

Sacudió la cabeza, sin saber la razón de su pequeño examen de la sala.

Se dirigió a la planta superior.

Conforme avanzaba por el pasillo, la madera del suelo crujía y en algunos puntos se combaba. Subió las escaleras, llenas de un polvillo rojizo que en otro tiempo debió de ser una alfombra.

Al llegar al piso de arriba no pudo reprimir un suspiro de alivio. La luz de la tarde entraba por las ventanas sin tablones e iluminaba el pasillo.

En la planta baja, la escasa iluminación, seguida de crujidos y ruidos producidos por el enfermo edificio siempre hacían que su imaginación se disparara, imaginando desde okupas hasta poltergeist pasando por todo tipo de fugitivos.

Sin embargo, la planta superior era harina de otro costal.

Se respiraba un ambiente más tranquilo, y en una de las habitaciones estaba el refugio propiamente dicho.

Estaba en una esquina, con ventanas que le daban buenas vistas sobre Green Valley cuando la casi permanente niebla se levantaba perezosamente y se le regalaban a los ojos una magnífica vista del valle y el pueblo. Desde la distancia parecía un pueblecito tranquilo, y no tenía ángulo para ver su casa, pues eso siempre lo inquietaba.

Aunque en sus principios había sido un dormitorio, uno muy espacioso, había arrastrado los muebles hasta dejar un colchón en relativo buen estado, aunque cuando lo limpiaba sacándolo por la ventana (en una cuidadosa operación) y sacudiéndolo no lograba quitarse el no infundado temor a que se desgarrara. Aparte, los únicos muebles eran un sillón y un armario, que usaba para guardar, sobre todo, libros. Ahí tenía su biblioteca, pues los que guardaba en casa pronto fueron víctimas de la furia ebria de su padre.

Se dejó caer descuidadamente en el sillón, el cual le recordó su edad con un sonoro y estridente ñeeeec.

Abrió las puertas del armario, de una madera oscura y muy bien conservado. Sin embargo, no cogió ninguno de los libros que ahí tenía.

A veces simplemente iba al hotel a pensar, pues era un sitio seguro y tranquilo.

Lo que Esmael no sabía era que eso iba a cambiar muy pronto.


Pasaos por la novela paralela de CaptainDarkwood: Un lugar entre las tinieblas

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Un lugar entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora