Estaban muertos. Todos ellos.
Sin acercarse siquiera, Esmael supo que estaban todos muertos. Destripados, tirados por las esquinas y el polvoriento suelo.
Así sentía el chico que era la entrada de la biblioteca abandonada de Green Valley. Desde el primer paso le envolvió un olor rancio de todos esos libros viejos y maltratados por el tiempo.
Miró a la derecha, en el puesto de información de la biblioteca. Había un ejemplar de novela negra con un marca páginas plastificado que se conservaba suficientemente bien como para ver que anunciaba un certamen de literatura, con una fecha en la que Esmael ni había nacido, o, como le gustaba decir, no era ni siquiera "una forma de pensamiento", ni una idea.
Le dio una suave patada a una planta que había junto a una estantería. Estaba raquítica, sin la menor traza de haber conocido alguna vez el agua.
Pasó, intentando no mirar hacia las maltrechas estanterías, hacia el fondo de la sala, donde unas escaleras le llevarían al piso superior.
Éste último estaba en tan mal estado como la planta de donde venía y tuvo que tirar unas estanterías podridas escaleras abajo para poder pasar el último tramo de las escaleras. No le dedicó tiempo a pensar como una estantería acaba en mitad de una escalera, pues el estrépito armado por el mueble al caer rebotando y fracturándose era tal que Esmael temió por la integridad del edificio. Se imaginó los escombros del edificio y, en medio, una mano asomando, buscando la luz solar. Sacudió la cabeza para ignorar la imagen de su muerte y se centró en lo que buscaba.
Y pronto lo tuvo ante él: los registros históricos de Green Valley.
Suspiró y se preparó para la titánica tarea. Necesitaba encontrar algo que lo ayudara a entender qué pasaba con la tenebrosa mansión de las afueras.
Porque iba descubrir hasta el último de sus secretos.
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Un lugar entre las sombras
ParanormalEsmael sólo buscaba evadirse de la cruel realidad en un lugar apartado y remoto. No buscaba actividades paranormales. Hasta que, un día, éstas le buscaron a él.