Capítulo 9

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Se reunían en la plaza.

Durante los últimos días, una serie de terremotos habían tomado como objetivo Green Valley.

Pero los que más hacían temblar a los habitantes del pueblo no eran los geológicos, sino los rumores de hechos que habían acontecido en la localidad.

Los más ancianos no habían dicho nada, pero habían mirado con el ceño fruncido en la dirección de un ruinoso hotel permanentemente oculto por la niebla, aunque no siempre fue así.

Recordaban cuando el hotel era el centro de la vida para los vecinos, el alma de la comunidad, a pesar de estar tan apartado. Turistas adinerados que deseaban escapar de sus vidas sin significados en anónimas ciudades que se tomaban un respiro en el campo.

Hasta que el hotel cerró, y los turistas decidieron buscar destinos más exóticos.

Esmael los vio. Estaban armados con palas, hoces, rastrillos o incluso mazos de cocina. Él supuso que la intención era lo importante.

Curioso por naturaleza, el chico no pudo evitar acercarse a tan variopinta compañía.

-Vete, niño -soltó un hombre equipado con un rastrillo más alto que él mismo-. Ese hotel del demonio no es lugar para mocosos.

Esmael retrocedió y se alejó a una bocacalle cercana a analizar lo que había dicho.

Iban al hotel.

Un hombre de unos cuarenta años se subió a una mesa de un bar cercano y gritó:

-¡Se han llevado a mi hija! ¡Que no quede piedra sobre piedra! ¡Que no quede un rincón sin registrar! ¡Que no quede un demonio sin expulsar!

E, inconscientemente, Esmael pensó en la chica que había hallado en el hotel y en el desencuentro que habían tenido.

Y con férrea determinación decidió acompañar a la colérica turba.

Un lugar entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora