Capítulo 10

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¡Este capítulo viene calentito! Si os gusta votad y comentad que os parece, por favor. Creo que voy a presentar a un certamen literario esta historia y me gustaría saber qué os parece y qué oportunidades creéis que tiene, con sinceridad :)

Y ahora, a lo bueno.



El tumulto de gente avanzaba implacablemente hacia el hotel Fridgerald desde hacía unos cinco minutos. Andaban a buena marcha, y Esmael se tenía que esforzar para no quedarse atrás.

Aunque estaba en la retaguardia, no podía asegurar a ciencia cierta que no le habían visto. Supuso que sí, pero o no se habían fijado en él o, a diferencia del hombre de la plaza, no les había importado su corta edad.

No iba armado ni llevaba nada que se le pareciera, ni siquiera se había agachado a recoger alguna rama caída por el camino.

Se vio como un espectador de su propia vida, como si no fuera él el que estaba caminando, casi corriendo, hacia la ruinosa mansión.
Pero el fantasma había mostrado un interés especial en él.

Esmael habría querido informarse sobre los fantasmas antes de ir, si es que en internet aparecía algo realmente útil, pero la titánica voluntad de estos habitantes del pueblo que ahora acompañaba no le habían dejado tiempo para nada, y tenía la sensación de entrar a ciegas, sin saber qué les esperaba.

El camino hasta el edificio se hizo bastante más corto de lo que le habría gustado al chico.

Los hombres, encabezados por el que había arengado al resto en la plaza, tiraron la pesada puerta principal abajo y entraron.

Por primera vez en su vida, sintió una sensación de inseguridad al entrar, tan diferente de la que solía notar.

Habían sido engullidos por el hotel.

No sabía que esperar, pero el hombre de la plaza-ahora lo reconoció, era el señor Lancaster, capataz en la empresa maderera en la que trabajaba la mayoría de la población, incluido su padre-subió un par de escalones en las ornamentadas escaleras del vestíbulo.

-¡Hombres de Green Valley! ¡Todos sabéis por qué estamos aquí! Desde hace años, nuestros padres han mirado a este hotel cuando algo extraño pasaba, y han ignorado todas nuestras preguntas. Pues bien, ¡no vamos a soportar más "accidentes"! Sabemos que aquí pasa algo -todo el mundo asentía vigorosamente- Este sitio siempre ha estado rodeado de secretismo, ¿verdad? -más asentimientos- ¡Pues hoy le vamos a arrancar hasta el más mínimo de sus secretos!

-Un gran discurso, señor Lancaster.

Todos callaron y miraros a su alrededor. ¿Quién había hablado? La voz parecía haber venido de algún punto sobre sus cabezas. Pero encima de ellos solo se encontraba el techo.

Sin embargo, la procedencia de la voz era lo menos inquietante. Ésta hablaba como si las palabras salieran de una garganta estrangulada y tenía un timbre que hizo que hasta el más valiente se estremeciera.

-¡¿Quién habla?! -Esmael reconoció al señor Lancaster-. ¡Muéstrate, engendro del demonio!

Las puertas de la mansión se cerraron de golpe con gran estruendo.

-Vaya palabras más rudas para vuestro anfitrión -replicó la voz. Ahora parecía estar junto a la puertas, y alguien intentó ensartar con su rastrillo al dueño de la voz, quien rio-. Buen intento -hablaba como quien le habla a un niño-. Ahora escuchad -la voz comenzó a moverse alrededor del grupo-. No os podéis imaginar lo aburrido que es estar aquí encerrado todo el día...

-¡Ni me importa! -Esmael se dio cuenta de que al menos tres hombres estaban agarrando al señor Lancaster-. ¡Devuélveme a mi hija!

-¿Perdón? -la voz parecía hasta sorprendida por su arrebato. A pesar de toda la gente allí presente la conversación parecía únicamente a dos bandas-. Tu hija ha estado merodeando por mi casa. Es una intrusa, ¡y dispondré de ella como quiera!

-¡Maldito! Me la devolverás o...

-¿O qué? -el fantasma se rio- ¿Me matarás? -se carcajeó-. De hecho, todos vosotros sois intrusos, pero no temáis, os dejaré ir, pero con una condición: me entretendréis un rato. Primero, tener a todos los candidatos listos.

Se oyó un grito en el piso de arriba y un cuerpo cayó rodando por las escaleras.

-¡Devorah!

El señor Lancaster se lanzó a recoger al bulto que rebotaba de escalón en escalón, presumiblemente su hija. Y por las palabras del fantasma, Esmael podía suponer que también era la chica con la que se había encontrado no hacía mucho allí mismo.

Ahora parecía con muchas menos agallas que aquella noche, aunque no se sintió mejor por ello. Estaban metidos en un buen lío.

-Segundo... -la voz se hizo esperar, paladeando la tensión que provocaba entre los allí reunidos-. Escojamos un premio. Para aumentar la tensión, haremos que sea joven, muy joven. Y con esos requisitos solo tenemos dos candidatos: Devorah y Esmael.

Alguien dio un respingo en la multitud, su padre, posiblemente. Pero eso no fue nada comparado con el sobresalto del propio Esmael. El cómo sabía su nombre era el menor de sus problemas, dado que además parecía tener algún tipo de poder, pues hacía lo que parecía magia con la teatral puesta en escena de la chica, y sin duda los sucesos del pueblo-gente que desaparecía temporalmente sin saber dónde había estado, máquinas que se averiaban repentinamente, y la lista seguía-eran obra suya.

-Hagamos la selección -la voz se acercó peligrosamente a él-. Tú servirás -sintió una corriente de aire que lo aferraba, como unos dedos inmateriales. Era una sensación extraña.

Aterrado, no pudo sino dar un par de pasos atrás y tirarse al suelo. Estaba haciendo el ridículo, como de costumbre, pero al menos esta vez tenía una excusa.

-Oh, ¿no quieres jugar? -dijo el fantasma con una muy mal fingida pena-. ¡Pues pasemos al siguiente! -su voz había cambiado completamente, y a esa frase le siguió una espeluznante risa.

Notó una brisa, como un cuerpo que se alejaba de él. Lo siguiente que supo es que la chica volaba hacia el piso superior.

La escena le dejó paralizado, sobre todo porque la chica ni siquiera gritó. Fue como si se desvaneciera. Pero alguien sí que gritó en su lugar:

-¡Tú! ¡Maldito cobarde, has hecho que se la lleve! -el señor Lancaster se abría paso a empellones entre la multitud. Pocos trataron de apaciguarlo, pero les ignoró-. ¡Has hecho que se la lleve, otra vez! ¡Ahora vas a ir ahí arriba y la vas a traer de vuelta!

-Es solo un niño, Ben -alguien salió en su defensa, aunque eso no sirvió de mucho.

El interpelado le agarró de un brazo con una fuerza tal que no le dejó a Esmael ninguna duda de que le dejaría marca, aunque esa era la menor de sus preocupaciones.

Poca duda le quedaba ya de que tenía que ir a buscar a la chica de tan extraño nombre cuando la voz volvió a hablar desde el piso superior:

-Una sabia elección.

La voz rio, y un escalofrío recorrió al chico cuando el fantasma se acercó y le susurró:

-Comienza el juego.



Decidme qué os parece ^^

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