Bienvenido a Green Valley.
Conforme dejaba atrás el cartel a la entrada de su pueblo, la niebla de la colina empezó a envolver a Esmael en su húmedo abrazo.
A pesar de no ver más de cien metros delante de él, había ido demasiadas veces a su refugio como para perderse.
Se dio la vuelta y empezó a caminar de espaldas, viendo como Green Valley era tragado por la niebla. O tal vez ésta le estaba tragando a él. Nunca lo sabría con certeza. Lo que sí sabía era la sensación que le embargó cuando el pueblo pasó de ser simples retazos, un boceto de un pueblo, en la niebla; a desvanecerse por completo.
Sentía como si una fuerza invisible que lo comprimía los pulmones fuera ahora impotente y él, libre.
No tardó en encontrar el árbol partido por un rayo, en la que estaba candada su bici.
Retiró al lona que la protegía de las inclemencias del tiempo y mientras se montaba pensaba en la extraña escena que personificaba.
No es que fuera muy común. Claro que él no era un chico muy normal, y tampoco lo eran las cicatrices que el cinturón de su padre le había incrustado en la espalda a lo largo de los años.
Apenas diez minutos más tarde, entre resoplidos que lo hermanaban con antiguas locomotoras de vapor, la niebla escupió de sus entrañas el refugio de Esmael.
Un viejo hotel abandonado.
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Un lugar entre las sombras
ParanormalneEsmael sólo buscaba evadirse de la cruel realidad en un lugar apartado y remoto. No buscaba actividades paranormales. Hasta que, un día, éstas le buscaron a él.