Capítulo 8

29 9 1
                                    

Esmael se dejó caer al suelo, extenuado.

Inmediatamente se levantó y se sacudió el polvo que se estaba asentando en su espalda.

¿Quién habría imaginado que pasar páginas resultaría tan agotador?

Se esperaba sucesos extraños, desapariciones, crímenes en el hotel. No sabía que buscaba exactamente, pero tenía claro que lo sabría al verlo.

Pero no tenía la menor pista de cuándo buscar. Ya había revisado desde el día en que la biblioteca se cerró hasta los sesenta, y nada extraño. Tal vez habría tenido más suerte buscando en los archivos informatizados de la flamante biblioteca en el centro del pueblo, pero tal vez al digitalizar los archivos pasaron algo por alto y Esmael no pensaba arriesgarse.

Finalmente lo encontró.

Año 1949. Una epidemia mató a la mitad de la población de Green Valley. No decía ni el nombre de la enfermedad, ni su causa, ni cómo se detuvo.

Al ser tan sospechoso, Esmael decidió investigar un poco atrás, y allí encontró una nota de un periódico, que informaba del "fin de la tragedia Fridgerald". Se acercó más al maltratado recorte de periódico y entonces se dio cuenta. Alguien lo había dejado allí.

El papel en sí parecía a punto de deshacerse con solo mirarlo fijamente, pero llamaba la atención el borde del periódico. Se notaba que había sido arrancado recientemente.

Siguiendo una corazonada, se dirigió a las estanterías con los ejemplares del único periódico local, que la mayoría de las veces no alcanzaba las treinta páginas, aunque pudo ver que antaño no fue así. El pueblo parecía haber sido bastante más interesante hacía décadas, aunque a Esmael la tranquilidad no le molestaba.

Buscó los diarios del 1949 y los encontró en una estantería en la el polvo brillaba por su ausencia.

¿Quién había investigado recientemente en la biblioteca? ¿Podría ser la chica que se encontró en el hotel?

Tenía tantas preguntas y ninguna respuesta, así que decidió volver a la mesa donde tenía los archivadores y el recorte periodístico.

Cual no fuera su estupefacción al ver que el trozo de papel no estaba.

Miró debajo de la mesa: nada. En los alrededores: nada.

Pero era imposible, no hacía viento ese día y el polvo seguía acumulado en la mesa. Una ráfaga de viento también se habría llevado el polvo.

Qué brisa más selectiva.

Un presentimiento le guió hasta la barandilla de madera, casi inexistente, que impedía la caída al piso de abajo. O mejor dicho, impidió, pues en su estado actual se vendría abajo con facilidad.

Al mirar hacia abajo lo vio, y no pudo sino taparse la boca con la mano. Sus piernas intentaban por todos los medios convencer al cerebro para darlas vía libre. Casi notaba un tic de la rodilla derecha, intentando ponerse en movimiento. Intentó recordar que de la toma de decisiones de su cuerpo se encargaba la materia gris.

Páginas arrancadas de libros formaban los trazos de una sola frase: "se te acaba el tiempo".

Esta vez, no salió corriendo. No sería un cobarde.

-¿Quién está ahí?-gritó con una voz que no mostraba una seguridad que no estaba ni cerca de sentir.

Una suave brisa revolvió las hojas de los libros, borrando la frase. Algo o alguien se estaba riendo. Estaba jugando con él. Un escalofrío recorrió la espalda de Esmael.

Entonces lo decidió: ya repasaría lo que estaba pasando en la seguridad de su casa.

Cada vez sentía más ganas de huir.

Y transfirió la toma de decisiones a sus piernas.

Un lugar entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora