Capítulo 24.

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Ambos se arrodillaron y me ayudaron a levantarme. No sabía a cuál de los dos mirar, así que fijé mi vista en el suelo de baldosas negras. Me hablaban, pero no entendía lo que me decían, aún sentía las manos de ese hombre sobre mi. Al fin, levanté la vista y pude ver como Daniel se levantaba y salía del baño. Miré a Ángel que me observaba con una mezcla de miedo y preocupación.

- Carol, ¿me oyes? - dijo Ángel. Asentí, aún estaba demasiado asustada como para abrir la boca. - ¿Que te han hecho?

Entones rompí a llorar de nuevo. Me sentía idiota, me sentía sucia y lo único que quería era llorar. Me abrazó a su pecho y me acariciaba la espalda en un intento de consolarme. Me escocía muchísimo la pierna derecha y tenía un dolor horrible en el pómulo. Ángel me miraba como si los golpes los hubiera recibido él, estaba completamente deshecho.

- Nadie te va a volver a poner una mano encima, te lo prometo. Pero dime, necesito saber qué es lo que te hicieron para poder denunciar.

Daniel entró con Paolo y tres guardias de seguridad que se llevaron a aquellos sátiros, aunque uno de los guardias se quedó. Paolo nos condujo a su despacho y me dieron tiempo para que pudiese contarlo sin echarme a llorar. Lo conté absolutamente todo, con pelos y señales. Al acabar, Daniel me miraba con compasión y Ángel, a pesar del dolor que reflejaba, apretaba los puños con rabia. Paolo se acercó a mi.

- Lo siento muchísimo, esto no debería haber pasado. No sé quién los habrá invitado, ni quien los habrá dejado pasar, pero te juro que pagarán por ello - me abrazó. - Tómate la semana de descanso, empezarás cuando estés lista. No te preocupes, lo ocurrido no va a salir de aquí.

El guardia salió junto a Paolo del despacho y yo me quedé nuevamente con Ángel y Daniel. Me sentía un poco incómoda y lo único que deseaba era irme a casa y darme un baño caliente.

- Quiero irme a casa - anuncié.

- Vamos - dijeron ambos al unísono.

- Dani... ¿Puedes dejarme hablar un momento a solas con Ángel? - dije con una nota de súplica en mi voz. Daniel salió pero no sin antes lanzar una mirada asesina a Ángel que éste pasó desapercibida. - ¿Cómo es que estás aquí? - dije sonando quizá más seca de lo que pretendía.

- Me acordé de que hoy tenías una fiesta en la agencia y por lo que me habías contado, Daniel no te dirigía la palabra y no quise dejarte sola. Fui a buscarte a casa, pero no estabas - dijo mirando hacia otro lado. Sus palabras hicieron que me derritiera un poquito. - Decidí venir para ver si te encontraba, pregunté a todo el mundo, pero nadie sabía donde estabas hasta que localicé a Daniel y el resto... Ya lo sabes.

- Si no fuera por ti, quién sabe lo que podría haberme pasado. Gracias, de verdad.

- Toma, traía esto para ti - dijo dándome una cajita de cristal. Tenía un ramillete de violetas dentro, las más bonitas que había visto. - Sé que es una tontería...

- No lo es - dije abrazándolo para ocultar mi emoción. - pero no lo puedo aceptar.

- Lo compré para ti, es justo que te lo quedes - permanecimos en un tira y afloja durante un par de minutos hasta que cedí. Daniel estaba fuera esperando. - Entonces... ¿Piensas irte con él?

- Sí, voy a ir con Daniel - lo miré y Ángel estaba abatido. - Lo siento, de verdad. Pero él es mi novio y tú...

- Yo no, lo entiendo.

Me dedicó una sonrisa triste y salió del despacho. Salí tras él y me encontré con Daniel que en cuanto me vio, se apresuró a llegar a mi lado. Me pasó un brazo por la cintura y salimos de aquel lugar. Me subí en su coche y me abrochó el cinturón como a una niña pequeña, pero no tenía fuerzas para protestar, así que lo dejé hacer.

Que mis ojos no se olviden de los tuyos. #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora