Capítulo 46.

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Me desperté bastante contenta después de la pequeña charla que habíamos tenido Ángel y yo esa misma madrugada. Me levanté para preparar el desayuno antes de que Ángel se despertase. Comencé a picar frutas en un bol, metí unas rebanadas de pan en el tostador y saqué la mermelada de fresa, la mantequilla y el chocolate de la encimera. Cogí la cafetera y preparé un buen café, tal y como le gustaba a mi novio. Cuando todo estaba listo, fui a despertarlo, pero me vino otro recuerdo. Estaba haciendo exactamente lo mismo, solo que el que estaba en mi cama no era Ángel... Sino Daniel. Intenté recobrar la compostura y despertar a Ángel con el mismo buen humor con el que me había despertado. Me acosté junto a él y lo abracé por la espalda.

- Buenos días cielo... Despierta - dije con un susurro en su oído.

- Mmm...

- Venga, cariño. Acabo de preparar café, tostadas y un bol de frutas.

- Pues trae la mermelada que quiero desayunarte a ti.

- ¡Ángel! - chillé tapándome la cara con la almohada mientras él reía. Aunque pensándolo mejor... - Si te tomas todo el desayuno, te prometo que me plantearé lo de la mermelada - dije guiñándole el ojo y levantándome hacia la cocina.

Se levantó justo detrás de mi y cogió los platos con el desayuno. Se sentó en el sillón y extendió los brazos. Cogí el bol de frutas y me acomodé en sus brazos. Fruta, un beso, fruta, un beso... Y así un desayuno increíblemente dulce.

- Venga cariño, que llegas tarde.

- A sus órdenes - dijo besándome antes de salir.

Me pasé la mañana recogiendo y limpiando el apartamento. Cuando miré la hora, comprobé que quedaba poco para que fueran las dos del mediodía así que decidí ir a buscar a Ángel. Llegué pocos minutos después y lo esperé en la entrada. Cuando lo vi salir, me abalancé sobre él.

- Ángel, nos vemos mañana, trae a tu novia si quieres y nos la presentas, una más en el grupo - dijo un chico alto con el pelo negro chocándole la mano a Ángel.

- Eh... Claro tío, hasta mañana.

- ¿Quién era? - dije con curiosidad cuando el chico se alejó.

- Un buen amigo. Mañana quedan en la feria que pusieron el fin de semana pasado, si quieres ir, sabes que estás invitada.

- ¡Pues claro que quiero ir! - dije apretándolo aún más.

Nos dirigimos a mi coche y subimos con la intención de ir a tomar algo. Tenía ganas de un gran batido helado de vainilla con mucha nata y sabía donde podríamos conseguirlo. Llegamos al local y pedimos, helado para mi, batido de fresa para él.

- Cariño, he estado pensando... El otro día, pasé delante de un anuncio que decía que buscaba niñera, ¿qué te parecería que me pusiera a trabajar en lo que relleno mi nueva matrícula para el próximo curso? - dije mientras cogía una cucharada de helado.

- Adoras a los niños y ellos te adoran a ti, ¿qué problema hay? Estaría muy orgulloso de ti - dijo tomando un sorbo de su batido.

- ¿Lo dices en serio? - pregunté.

- Pues claro, ¿a qué esperas? ¡Llama de una vez!

Lo abracé y me separé para buscar el número en mi móvil. Un pitido, dos, tres... Hasta que alguién descolgó.

- ¿Diga? - dijo una voz femenina al otro lado de la línea.

- Buenas tardes, he visto su anuncio en el que busca niñera.

- ¡Ah, por supuesto! - respondió la mujer. - Me gustaría hacerte una entrevista, ¿cuándo nos podríamos ver?

- Cuando usted me diga, por supuesto.

- ¿Te parece bien encontrarnos dentro de media hora en una cafetería? - preguntó.

Me dio la dirección de la cafetería y Ángel y yo nos pusimos en marcha en seguida. Lo dejé en casa, no sin antes prometerle que lo llamaría nada más acabar la entrevista y me dirigí a la cafetería.

Cuando llegué, el local estaba abarrotado. Ahora que lo pensaba, ni siquiera sabía el aspecto que tendría la mujer, ¿cómo demonios iba a encontrarla? Miré hacia el fondo y me encontré una mujer bastante elegante, con el pelo recogido en un moño perfecto sobre la cabeza. No parecía demasiado mayor, pero podría tener hijos perfectamente, así que decidí acercarme.

- Disculpe, estoy buscando a una mujer que tiene que hacerme una entrevista de trabajo.

- Sí, soy yo - dijo la mujer levantando la vista de su teléfono móvil, ofreciéndome una blanca sonrisa y estrechándome la mano. - Toma asiento, por favor.

Obedecí y me senté justo enfrente de ella. No tenía ganas de tomar nada, pero por no ser descortés, pedí una botella de agua.

- Bueno, Carolina, ¿cuántos años tienes? - preguntó acercando la taza de café a su boca.

- Tengo diecio... Perdón, diecinueve, aún no me acostumbro. 

- No te preocupes - dijo con una sonrisa. - ¿Estudias, trabajas... Tienes alguna ocupación?

- Estaba estudiando Periodismo, pero decidí cambiar de carrera a Educación Infantil el próximo año, por lo que ya no asisto a las clases. De vez en cuando trabajo por la tardes con una agencia de modelos...

- ¡Lo sabía! Tu cara me sonaba muchísimo, Carolina Echevarría, ¿cierto? - dijo emocionada.

- Esa misma - dije riendo.

- Lo cierto es que me gustas bastante, pareces una chica responsable y centrada, ¿se te dan bien los niños?

- No tengo mucha experiencia, pero tengo una hermana pequeña de la que me suelo encargar. Mi novio también tiene un hermano al que adoro cuidar.

- Mmm... De acuerdo. Tengo dos hijos, el mayor tiene cuatro años y la pequeña, aún no llega al año, ¿supondría algún problema? - preguntó.

- En absoluto - respondí de inmediato.

Me habló de su trabajo como directora de una empresa, por lo que no tenía demasiado tiempo para cuidar de los niños. Su ex marido tampoco era capaz de cuidarlo, aparecía en contadas ocasiones, por lo que se había visto obligada a sacarlos adelante completamente sola. Tras un par de preguntas más, me dio un abrazo diciéndome que estaba contratada.

- Por cierto, soy una maleducada, me llamo Victoria.

Hablamos durante algunos minutos y me aseguró que me llamaría en cuando me necesitase. Nos despedimos y me dirigí al coche, pero no sin antes enviarle un mensaje a Ángel.

Que mis ojos no se olviden de los tuyos. #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora