Capítulo 1: Una bruja en el castillo

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Había habitaciones más que suficientes en el castillo para todos los chicos de Berk, aunque hace muchos años que estas dos tierras comerciaban, este era apenas el quinto año de tratados al que los pequeños asistían, en realidad eran varios los vikingos que se alojaban en el castillo, pero hace varias horas que casi todos los adultos estaban durmiendo e inclusive también algunos guardias de palacio. Sin embargo los pequeños no podían pegar el ojo, la culpa de eso la tenía la extraña visitante que se alojaba en el palacio esa noche.

Había llegado poco antes de la cena y los mismos reyes en persona la habían recibido, era una mujer pequeña, casi de la estatura de todos ellos, con una enorme nariz y unas orejas con extraños pendientes, llevaba una capa muy rara y un cuervo macabro se posaba en su hombro, los chicos de Berk habían pensado al principio que se parecía a Gothi, aunque era solo por el hecho de que jamás habían visto a nadie tan vieja.

Le preguntaron a la reina quien era aquella extraña señora y la reina les dijo que era una talladora de madera que el rey había mandado traer por su gran talento, pues quería algunos cofres tallados.

Con esa tranquila explicación los chicos hubieran olvidado a la anciana, pero la princesa Mérida llego justo en ese momento y les aseguro que su madre mentía, que aquella señora era una Bruja, eso hubiera sonado absurdo para cualquier adulto, pero no para un grupo de niños de 11 años que después de todo habían crecido viendo a Dragones toda su vida, ¿porque no?

Con clara curiosidad interrogaron a Mérida en todo lo referente a esa bruja y ella les contesto gustosa, así, se enteraron de que la bruja había venido unas pocas veces más al castillo, solía pasar toda la noche en la cocina platicando con el cuervo y mirando el fuego y que muchas veces los espíritus mismos la visitaban, como los fuegos Fatuos y Jack Frost.

Mérida estaba muy feliz con su visita, desde la primera vez que aquella anciana vino había sospechado que era una bruja, porque la había visto hablando a los fuegos fatuos y estos le contestaban con risitas traviesas, había querido pedirle que hiciera magia, pero su madre le decía que era irrespetuoso acusar a la pobre talladora de madera de brujería y no le había dejado acercarse a la anciana desde entonces, pero esta vez tenía un plan, llevaba meses estudiando los pasadizos secretos del palacio y planeaba mantenerse despierta y escabullirse de noche hasta la cocina y hablar con ella.

Astrid, que era la mejor amiga de Mérida desde que se habían conocido se sumó de inmediato a la aventura, Patán, el primo de Hipo que se creía una especie de caballero valiente que rescataba princesas y damiselas en peligro, aseguro que iría para protegerlas, como si alguna de las dos chicas necesitara protección de algo, Hipo jamás había visto a nadie mejor en las armas que ellas.

Patapez no tenía ganas de ir, pero considero que podía ir a ver si la anciana era bruja o no, o podía ser el único en quedarse en su cama y sufrir alguna broma de parte de los gemelos, así que también se apuntó a esa aventura. Los gemelos tampoco dudaron en apuntarse, ambos tenían en mente pedirle a la bruja que les enseñara como convertir a la gente en ranas. Nadie le preguntó a Hipo si quería ir, todo el mundo dio por sentado que también iría.

A Hipo no le parecía prudente ir a ver a una bruja después de medianoche, pero por otro lado, si la señora era realmente una bruja, probablemente sabría muchas cosas, incluso de Dragones, y posiblemente podría ver magia, era una oportunidad que sencillamente no podía perder.

La tarde había pasado y hace rato que las estrellas iluminaban el cielo, pero ningún chico dormía, después de todo ¿cómo puedes dormir cuando una temible bruja que puede convertirte en un sapo se encuentra bajo el mismo techo? Todos seguían vestidos y atentos esperando que la princesa pasara por ellos y los guiara a través de los pasadizos secretos hasta la cocina, la espera era emocionante y fría, había empezado a nevar.

Caminar por los pasillos del castillo era de por sí bastante confuso de día, de noche y con los atajos secretos era sin duda un laberinto, todos se habrían perdido de no ser por Mérida, pero al final llegaron ante la puerta de la cocina, se detuvieron un poco temerosos, y cuando Mérida llamo a la puerta el corazón de todos acelero ligeramente su ritmo.

- Adelante – la voz de la anciana respondió.

Astrid y Mérida fueron las primeras en entrar, seguidas de los gemelos, Patán dio dos pasos hacia atrás, pero cuando vio que Hipo y Patapez lo miraban se recompuso y avanzo, Patapez camino mirando todo con recelo y por último soltando un suspiro Hipo y Chimuelo entraron.

La cocina era cálida y amplia y tal como Mérida había dicho la bruja estaba sentada frente a una de sus chimeneas solo que no hablaba con su cuervo, que estaba dormido sobre el palo de una escoba, en su lugar miraba a los niños con curiosidad

- Buenas noches pequeños – saludó la bruja - ¿Qué puede hacer por ustedes esta humilde talladora de madera?

- Queremos saber si es cierto que usted es una bruja – Dijo Astrid sin ninguna pena.

- Sí es una Bruja – Replico Mérida antes que nadie más – Queremos preguntarle si puede mostrarnos magia

- Sí – dijeron los gemelos – queremos convertir a la gente en ranas

Hipo miraba con atención el rostro de la anciana señora y se dio cuenta de que cada vez estaba más enojada, quizás después de todo Mérida se había equivocado.

- Yo no soy una bruja, soy una talladora de madera. – dijo con algo de molestia la anciana.

- Pero yo la vi hablar con los fuegos fatuos – insistió Mérida.

- Eso no me hace una bruja

- Tampoco la hace una talladora de madera – Replicó Brutilda.

- Muy cierto – Dijo su hermano – demuestre que es una talladora de madera

La anciana estaba a punto de replicar cuando pensó que el razonamiento de los gemelos era válido así que chasqueó los dedos y un trozo de madera apareció literalmente de la nada al igual que un montón de instrumentos raros y afilados y sin aparente esfuerzo, la bruja talló una figura de un oso en unos escasos minutos, todos estaban con la boca abierta y en completo silencio, cosa que parecía gustarle a la bruja.

- ¿Ven?

- ¡Eres una bruja! – Exclamaron todos sin poder contenerse.

- ¡Talladora de madera!

- Pero hiciste magia – objetó Patapez.

- Sí, eso te vuelve una bruja – lo apoyó Brutilda.

- ¡No soy una bruja!, ¡eso es un rumor de mis clientes insatisfechos y competidores celosos! ¡Soy una talladora de madera!

- Es ambas cosas – expresó una voz nueva.

Todos voltearon buscando al dueño de la voz y se dieron cuenta de que el cuervo había despertado y los miraba posado desde un escudo colgado en la pared.

- ¿Acaso el cuervo...? - preguntó Patán.

- ¿Habló? – respondió el cuervo – Claro que sí y también sé cantar lalala...

La bruja dio otro chasquido y la escoba donde antes había estado durmiendo el cuervo lo golpeó y lo dejó en el suelo, luego intentó barrerlo pero el cuervo la atacó y la escoba se escondió.

- Increíble – susurro Hipo asombrado, sus amigos asintieron de acuerdo.

Quizá la bruja se sintió alagada por la admiración de Hipo y los otros niños, pues volvía a sonar amable cuando continuó.

- Bien niños, si no van a comprar ninguna talla les sugiero que se marchen a su cama, está nevando lo que significa que Jack Frost anda haciendo de las suyas por aquí y si encuentra niños por aquí querrá venir a molestarme.

En algún lugar del cielo sobre el castillo los oídos de Jack Frost zumbaron, seguramente alguien estaba hablando de él, y si alguien estaba hablando de él, tenía que ir a averiguar quién y porque...

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