Capítulo 2: El libro de cuentos.

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Dentro de la cocina del castillo, seis niños, una bruja y un dragón se miraban en silencio. Ninguno de los chicos quería irse a dormir, pero llevarle la contraria a una bruja no parecía una opción muy recomendable, después de todo, por algo tienen reputación las brujas.

Pero debía de haber alguna manera en que pudieran convencerla de quedarse, así que esforzaron sus jóvenes mentes para buscar una manera de que los dejara quedarse despiertos, finalmente fue Hipo el que tuvo la gran idea.

- Pero no podemos irnos a dormir aun - le dijo a la bruja, con su mejor tono conciliador - necesitamos escuchar un cuento.

- ¿Un cuento? - preguntó la bruja desconcertada.

- Sí, todo el mundo sabe que los niños necesitan escuchar uno o más cuentos para poderse dormir.

- Sí, es cierto – replicaron sus amigos captando el plan de inmediato

- Pero nos...

Bueno casi todos, Brutacio y Brutilda estuvieron a punto de echarse de cabeza pero Mérida y Astrid taparon sus bocas justo a tiempo. La bruja volteó a ver a su cuervo de manera interrogante, pero este solo se encogió de hombros.

- ¡Sí! ¡cuéntanos un cuento! – una nueva voz muy alegre se sumó.

La voz venia de arriba y los chicos confundidos voltearon la mirada hacia una ventana ligeramente abierta, recargado en la ventana un adolescente como de 14 años los miraba, llevaba ropas sencillas de color café, no llevaba zapatos y con su mano derecha jugaba con un cayado de pastor, sus despeinados cabellos eran igual de blancos que su sonrisa, y sus ojos azul hielo brillaban divertidos.

- ¡Es Jack Frost! – chilló Patapez emocionado.

- oh, eres tú, pilluelo tramposo – la bruja lo miró un poco molesta – ¿Qué haces aquí?

- Oí que alguien mencionaba mi dulce nombre y tenía que venir a averiguar quién – el chico terminó de entrar y se sentó sobre su cayado mirando a los pequeños que no dejaban de verlo emocionados – ¿así que les contaras un cuento? ¡Yo también quiero oírlo!

- No – dijo la bruja firmemente – estos niños deberían de estar en su cama. Los mandaré a sus habitaciones.

- ¿Qué? - preguntó Hipo desilusionado.

- ¡No es justo! - se quejaron Astrid y Mérida.

- Pero... - empezó a decir Patán.

- ¡Aún no queremos dormir! - gritaron los gemelos.

Los chicos empezaron a quejarse, excepto Patapez que seguía fascinado mirando a Jack Frost, la bruja volvió a fruncir el ceño y se cruzo de brazos decidida a no cambiar de opinión. Pero Jack Frost no estaba dispuesto a ser derrotado tan pronto, con un par de gesto apaciguadores detuvo a los niños y les guiño un ojo.

- No se preocupen chicos - les dijo con una enorme y traviesa sonrisa - si la bruja no quiere contarles un cuento podemos hacer una guerra de bolas de nieve en esta misma cocina, no creo que a la bruja le moleste que pasemos aquí toda la noche jugando ¿Qué dicen?

- ¡Sí! – gritaron los chicos emocionados y empezaron a festejar.

La bruja miró a Jack mientras se prometía cobrarse aquel golpe.

- Bueno, está bien – dijo con un suspiro derrotado – les contare un cuento.

- ¡Sí! – volvieron a gritar los niños y volvieron a festejar

Jack sonrió victorioso y descarado, había pasado mucho tiempo desde la última vez que él había escuchaba un cuento, se estiró y flotó por la habitación mientras los niños se sentaban cerca de la bruja.

- Bien, - La bruja chasqueo los dedos y un montón de cómodas mantas aparecieron, también algunas bandejas con galletas y chocolate caliente los niños felices se cubrieron y se acomodaron – ¿Qué falta?

- ¡El libro, el libro! – graznó el cuervo mientras se acercaba a picotear una galleta de chocolate junto a Mérida.

Chimuelo miraba con curiosidad a la extraña criaturita con alas, se preguntó si podría comerse, quizás el cuervo adivinó sus pensamientos porque soltó otro graznido enojado en dirección al dragón antes de regresar al hombro de la bruja con su galleta.

- ¡Tienes razón! – suspiró la bruja.

Con otro chasquido un enorme libro apareció frente a ella, Jack abrió sus ojos muy grandes al mirarlo y supo que algo muy divertido estaba a punto de pasar, cada vez estaba más feliz de haber acudido a DumBroch en ese momento.

- Bien niños, este es un libro muy especial – dijo mientras abría la gruesa tapa forrada de piel – comencemos...

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