Capítulo 14

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No sabía el tiempo que llevaba con los ojos fijos en la puerta, no creía siquiera haber parpadeado durante toda la noche.

Cuando dejó de llorar se abrazó las piernas y apoyó la cabeza en las rodillas flexionadas ¿Cómo habia salido todo tan rematadamente mal?. Lo peor es que no podía culpar a nadie porque ella y sólo ella tenía la culpa de aquel desastre. Cierto era que él no la amaba pero no se podía mandar en el corazón y eso ella lo sabía muy bien pero lo que ella había hecho la llenaba de verguenza, había querido infligirle el mayor daño posible y lo había conseguido pero ahora él la odiaba.

Recordó por centésima vez sus últimas palabras y la mirada cargada de despreció que le obsequió, y de nuevo como en las veces anteriores, el dolor le atravesó el pecho ante el tono en que las pronunció y en los terminos en que se expresó.

Tenía que buscar una manera de explicarle lo sucedido, que le perdonara y esperaba que la noche hubiera sevido para calmarlo un poco. Rezó para encontrar las palabras adecuadas para arreglar la situación y que él se encontrara receptivo a sus disculpas, aunque en el fondo sabía que no iba a ser muy probable.

Un movimiento frente a la puerta la alertó pero se relajó en cuanto vió que era Mandy.

Pareció no sorprenderse de encontrar la habitación abierta y aún más al ver a la señora sobre la cama aún con su precioso vestido puesto. Al contrario, Meredith, descubrió que la miraba con compación. ¿Acaso todos en la casa sabrían lo que había pasado?. No, claro que no, pero lo que sí sabrían era que el conde no había dormido con su esposa. Se puso escarlata nada más pensar lo que estarían murmurando.

- Buenos días, Su Ilustrísima.- hizo una graciosa reverencia.- ¿Le apetece cambiarse para bajar a desayunar o prefiere hacerlo aquí?- le sonrió tímidamente.

Dudó por un momento pero tenía que enfrentarlo y mejor antes que después, así que intentando que su voz sonara despreocupada se levantó con un gesto de dolor al notar todo el cuerpo acalambrado por la postura de las últimas horas.

- Buenos días Mandy, sí me cambiaré y bajaré a desayunar. Estoy hambrienta.

Lo último que le apetecía en ese momento era comer pero intentaba que no se notara lo alterada que estaba. Sus manos no paraban de temblar de forma incontrolada y tuvo que unirlas para que no lo hicieran.

Saludó a Sanders con una inclinación de cabeza y lo que esperaba pareciera una sonrisa y se sentó en la mesa. Sólo vió un servicio puesto así que supo que él no se encontraba ya en casa o que no iba a compartir el desayuno con ella. No sabía si sentirse aliviada o dolida por ello pero eso le daría tiempo para enfrentarse mejor a la situación.

Se sirvió un poco de té, añadió azucar, un poco de leche y se dedicó a moverlo con la cucharilla hasta que se quedó frío.

No se presentó tampoco a la hora del almuerzo. A medida que las horas pasaban su estado de nervios era cada vez peor. El silencio reinaba en la casa y a ella le parecía que se volvería loca porque a pesar de no escucharse un solo ruido sus pensamientos no la dejaban de torturar.

A la hora de la cena el conde brillaba por su ausencia y ella pidió que le subieran algo de queso y vino a la habitación. No quería comer de nuevo totalmente sola en aquel salón

Masticaba sin ganas cuando decidió preguntar a Sanders si sabía a la hora que regresaría su esposo o a donde podía estar. No había querido hacerlo antes para que no sospecharan que no tenía ni idea de donde se encontraba, pero la incertidumbre la estaba matando. Lo esperaría despierta si fuera necesario de todos modos no creía poder dormir esa noche tampoco.

Se dirigió al saloncito verde y tiró de la campanilla para que acudiera el mayordomo. Se sentó muy recta en un sillón y espero.

Sanders no tardó en aparecer.

Saga Londres 1 " Matrimonio a la fuerza "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora