Capítulo III: la manzana

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"Si todo pereciera y él se salvara, yo podría seguir existiendo; y si todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el universo entero se convertiría en un desconocido totalmente extraño para mí " Crepúsculo, Stephenie Meyer.

Pasaron los días y Ari siguió con su rutina. No volvió a hablar con Pan. Ella difícilmente lo evitaba, pues parecía que éste se había propuesto perseguirla y hacer su vida imposible.

Poco a poco, se fue distanciando de Daniel, pues, a pesar de sus esfuerzos por evitarlo, no podía dejar de pensar en el misterioso chico que tanto la atormentaba. Sus terrores nocturnos eran cada vez más frecuentes, y por alguna extraña razón, Adam siempre se colaba en sus sueños. ¿Por qué le era tan familiar? ¿Dónde lo había conocido? ¿Por qué la perseguía? Miles de preguntas sin respuesta invadían su mente, mientras un sentimiento de culpa por ignorar a su novio arraigaba en su interior.

Aquel día, Ari había tenido un sueño muy diferente a los que solía tener. En ese sueño ella era una niña y su madre seguía viva. Estaban en un gran salón ovalado, con columnas y esculturas de mármol blanco pulido que la miraban impasibles desde la distancia. Había también un enorme vitral redondo en el centro de la sala de tal manera que otorgaba con sus luces de diferentes colores más majestuosidad, si fuera posible, a un trono de oro blanco y terciopelo rojo con un escudo de armas en el que se representaba una manzana mordida coronada, con un pequeño gusano que salía de su interior.

Ella se encontraba jugando con un niño de la servidumbre y con pequeñas tazas de té encima de una suave manta mientras su madre parecía organizar los detalles de una inminente celebración. Recordaba que en el sueño vestía con un pomposo vestido blanco con detalles de manzanas doradas, mientras que el chico portaba ropas más humildes. Pero lo que le pareció más curioso fue que aquel pequeño era una copia en miniatura de Adam.

Sin embargo, se propuso olvidarse de todo aquello, pues era su cumpleaños y quería, al menos por un día, relajarse y pasárselo bien. No había preparado ninguna fiesta, pero estaba completamente segura de que Natally pretendía sorprenderla. Por el momento ocultaba su entusiasmo, ya que tenía que asistir a las aburridas clases.

Al acabar, Ari se disponía a salir del instituto sola, pues, tanto su hermanastra, como Daniel y Crístal se habían ausentado con la excusa de una cita médica. Iba caminando por la acera con paso decidido, hasta que una Harley se paró justo a su lado.

— ¿Te llevo preciosa? — preguntó Pan, con una sonrisa socarrona.

— Déjame pensar... —le respondió mientras rascaba su barbilla exageradamente fingiendo concentrarse. —No necesito a ningún chofer hoy, pero puede que esa sí. — señaló a una chica rubia, muy alta y con buena delantera que iba hacia allí.

Pan ni siquiera la miró y siguió con su tarea de molestar a Ari.

— ¿Qué ocurre? ¿Es que a la niña mimada solo puede llevarla a casa su novio?

— Nope, esta niña mimada se va solita porque quiere. — contestó ofendida mientras retomaba su camino.

— Como quieras. — fue un leve susurro lleno de tristeza que Ari no llegó a percibir.

La moto se alejó dejándola otra vez sola.

Una lágrima rodó por el rostro de Ari. ¿Por qué se sentía tan mal? ¿Por qué no dejaba de pensar en él? ¿Por qué no podía dejar de comparar a Daniel, con él? Decidió dejar de pensar en todas aquellas preguntas que hacían tambalear su mundo y aceleró el paso. Tras recorrer varias avenidas, se adentró en un pequeño callejón. Era un atajo, que solo lo usaba cuando necesitaba llegar a casa cuanto antes, como en ese momento.

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