Capítulo IX: El lobo y el espejo

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Despertó con un fuerte dolor de cabeza y sintió el escozor de cada herida de su cuerpo. Observó el lugar en el que se encontraba, era un extraño cuarto con paredes de hormigón que no estaban pintadas. El suelo estaba muy sucio y parecía pertenecer a un almacén abandonado.

Sus brazos rodeaban el respaldo de la silla y sus manos estaban atadas. Observó la habitación con más detenimiento. Era pequeña y había una puerta de metal con aspecto pesado. En una de las paredes había una gran cristalera que ofrecía las vistas de otra estancia, muy parecida a la que se encontraba.

En ella pudo ver a John. Estaba atado de igual forma que Ari. Parecía hablar con alguien, pero no podía verlo, no desde ese ángulo.

Empezó a dar pequeños saltos, moviendo la silla hacia la ventana. Cuando por fin obtuvo una mejor visión de la sala, miró al chico que había convivido con ella durante tantos años. ¿Cómo podía haberla traicionado? De Natally podría esperárselo, puesto que siempre tuvo celos de ella, pero Joseph era distinto, él era su mejor amigo.

— ¡Joss no ves que te está engañando! — gritó John. A ella le parecía extraña la forma en la que se hablaban, demasiado familiar. — ¡Isis te está utilizando! Es lo que hacen las Maleficent, te manipulan a su antojo. Ella solo quiere la corona de Onirit y Oronum, Ella no te quiere, nunca lo ha hecho.

— ¡Basta! — ahogó un grito al oír la siniestra voz de Joseph y observar sus ojos completamente rojos, iguales al animal de sus pesadillas. — Tú no la conoces como yo.

Ari intentó volver a su sitio cuando oyó como alguien abría la puerta. Primero apareció Natally, con las llaves colgando en sus manos.

— ¿Estabas espiando? — le preguntó con una cínica sonrisa. — No importa, traemos una sorpresita para ti.

Entonces entró Nicole, con su padre bastante magullado y las manos atadas.

— Vamos a jugar a un juego, Ari. — le propuso Nicole, acariciando la mejilla de David. — lo llamaremos... Salvar a papá. — se le heló la sangre al oír aquellas palabras. — Vamos a comprobar que la princesa de Onirit sigue ahí. — dijo aproximándose a ella y tocando con el dedo su mente. — No nos has dejado otra opción, íbamos a traerte de vuelta poco a poco, pero nos lo has puesto difícil. Ahora, — rió siniestramente. — Debes elegir, o lo salvas con tus poderes, o tu querido papaíto muere. — Nicole sacó un cuchillo y se lo clavó en la pierna. Su padre emitió un grito desgarrador.

Lágrimas bajaban por sus mejillas, pero por mucho que lo deseara, no podía hacerlo, no sabía cómo. Intentó recordar como empujó a John, intentó hacer cualquier cosa, pero no lo consiguió. Se sentía inútil.

­ — ¡Para por favor! — exclamó sollozando. — No sé cómo hacerlo, no lo sé.

— Mírate, — rió Natally. — eres patética. Antes eras mucho más divertida.

— ¿Antes? — preguntó confusa.

— ¿No te lo ha contado tu querido John? — le respondió con voz cínica. Miró a su madre antes de seguir hablando y ella asintió. — Hace muchísimo que nos conocemos, los años humanos no transcurren igual que los nuestros. Tú no lo recuerdas, por el hechizo, pero llevamos poco menos de cien años aquí, en la Tierra. — Ari intentó asimilar lo que le acababan de decir, pero en ese momento Nicole cogió con ambas manos el cuello de David y lo levantó.

¡Nooo! — gritó desesperada mientras veía como su padre se agitaba.

Ari sintió como todo su mundo se vino abajo y la culpa la corroía por dentro. Era su culpa, su padre estaba a punto de morir por su culpa.

El cuerpo de David empezó a convulsionar y justo cuando Ari perdió por completo la esperanza, Nicole lo soltó.

Éste cayó al suelo, agotado. Respiró profundamente con dificultad y tosió un poco.

— Por un momento creí que me ibas a matar. — le dijo a Nicole.

— ¿Es que todavía no confías en mí? — le contestó con voz angelical. Él rodó los ojos.

Ari observó confusa la escena. Nicole había desatado a su padre, quien sorprendentemente ya no mostraba ningún signo de maltrato.

— ¿Papá que ocurre? — preguntó Ari, temiendo la respuesta. Su padre rió con el comentario.

— Cómo me recuerdas a tu madre, tan valiente, tan decidida y aun así tan vulnerable e inocente, en lo referido al amor. — volvió a reir. — Fue una pena matar a una belleza como la suya.

­— No. ­— logró susurrar mientras los ojos de su padre se tornaban rojos como la sangre.

Entonces algo se activó en ella, no sabía cómo, pero lo cierto es que recordaba esa mirada, recordaba la escena perfectamente. Ya no era solo un sueño, era un recuerdo. Su padre era el asesino de su madre.

Él se acercó y acarició su mejilla secando las lágrimas.

— Creí que ya habíamos pasado por esto Ari. — suspiró. — Fue necesario, se interponía en nuestros planes, tu madre era un riesgo que no podía permitirme. — Ella no se movía, no podía articular palabra, todo lo que sabía y no sabía, todos sus sueños y sus vivencias, todo se arremolinaba en su mente, confundiéndola. — Pero sigo siendo tu padre Ari y no eres tan diferente a mí. Podrías ayudarme, podrías ser como yo, tan fuerte y poderoso, si quisieras, solo debes activar tu don. — su voz era dulce, volvía a ser el padre cariñoso que conocía.

Por un momento, se olvidó de lo que acababa de oír. Pensó en aceptar, en permanecer al lado de su padre. Pero las imágenes de aquel fatídico día volvieron a su mente. Recordó lo que su madre le decía en la carta y estuvo segura de que no era lo correcto. Su madre se sacrificó por ella y lo que era más importante, se sacrificó para que Onirit tuviera una oportunidad, se sacrificó por el futuro de su reino y no iba a decepcionarla.

— Jamás. — contestó con furia.

— Bien. — replicó molesto. — Veo que nunca cambias. — hizo una señal con la cabeza a Nicole y a Natally y ambas abandonaron la sala. — Pues si no aceptas, seguiremos con el juego más tarde y esta vez, llegaremos hasta el final, a no ser que utilices tus poderes. — dijo mirando la cristalera que los separaba de John, el cual la miraba atentamente. Se acercó a Ari y rápidamente le inyectó en el brazo un líquido muy extraño. Ella gritó ante la sorpresa de sentir la aguja clavándose en su piel. — Tranquila, esto no te matará, solo te mantendrá débil, por si decides hacer alguna locura.

Después salió de la habitación, dejándola sola de nuevo.

Miró hacia la cristalera, John intentaba acercarse para hablarle. Un ligero temblor le llamó la atención. De un momento a otro, vió como el cristal cambiaba para convertirse en un espejo.

Sintió como una energía extraña recorrió todo su cuerpo y con un acto involuntario, una chispa salió de sus manos, liberándola de sus ataduras.

Una fuerza la atrajo hacia el espejo, oyó la voz distorsionada de John pidiendo que parara, pero no pudo.

— Crestol lovum Onirit. — se oyó decir a sí misma. Intentó tocar el espejo con su mano, pero ésta se hundió.

Aquella superficie pastosa absorbió a Ari, transportándola a un extraño pero familiar bosque.


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