Ella

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Sí, claro que quería.
Así entre nuestras amistosas conversaciones se fueron mezclando estrechamientos de manos y besos discretos.
En este punto me preguntaba por qué todo era especial con él y me sabía todas las respuestas. No era mi primer novio, pero me lo parecía. Al menos era el primero importante, quien al fin despertaba algo más que mariposas estomacales. Me comprendía, aún en lo más oscuro de mi personalidad. Mis secretos eran suyos. El tiempo se comportaba de extrañas maneras en su presencia. Además, era mi amigo.
Pero algo dentro gritaba que no iba a durar. Por alguna razón la felicidad es efímera. Al menos lo es en mi vida. Callaba ese presentimiento pensando que no había razón alguna para que acabara. Es que en verdad no la había y en comparación, me parecía más posible casarme a los quince que dejarlo a él.

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