The Legend of Zelda: Dampé

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Hola, mi nombre es Dampé. Trabajaba en un cementerio cerca del pueblo de Kakariko, en donde había pocas personas. La mayoría pertenecían a una tribu llamada sheikah y son los que protegían a la familia real, pero fueron disminuyendo con el tiempo. Muchos decían que en ese cementerio había secretos que ocultaban los sheikah, cosas tenebrosas que tenían que ver con el pozo que se encontraba cerca del lugar.

Un día, vi a un niño extraño paseando por el cementerio, como si viniese de las tumbas más externas y, curioso, le pregunté por qué estaba ahí. Él me respondió que buscaba a su hermano mayor, quien le había dicho que fuera por él allí. Esto se me hizo bastante extraño, así que apenas se fue, me encaminé a la dirección de la que venía para investigar los alrededores del cementerio. Me encontré un hoyo en donde se encontraba una lápida de un joven sheikah, que murió en la lucha por la defensa de la familia real. Algo me hacía estar seguro de que ese era el hermano del niño.

Días después, empezó a llover mucho, lo que en mi pueblo no es muy común; pero no le di mucha importancia hasta que de la nada se empezaron a escuchar ruidos extraños desde el fondo del cementerio, como si alguien tocara unos tambores. Era un ruido demasiado fuerte, aturdidor, así que decidí salir a ver. Cuando lo hice se seguía escuchando; no vi nada, aunque parecía que el ruido salía de ese misterioso pozo. Casi nadie además de los cuidadores del cementerio sabía que en el lugar de este pozo, antes había una casa de un tal sheikah que había traicionado a su tribu al robar un objeto místico. Fue exiliado del pueblo, y también severamente castigado por traidor. Nunca nadie más supo de él.

Luego de unos días, el ruido se volvía a escuchar constantemente y despertaba mis sospechas. Me di cuenta que todo iba muy raro: la lluvia, la extraña actividad de los sheikah y la familia real, los tambores, junto con la erupción del volcán que olvidé mencionar; todo tenía que ver con algo que todavía no entendía.

Así que, investigando, descubrí que la tumba de la familia real tenía un secreto. Abajo de ella habia un complejo de cuevas y pasadizos, según rumores. La curiosidad pudo más que la desconfianza y decidí adentrarme un día en el que el cementerio estaba más solitario. Me encontré con una caverna habitada por unos seres extraños, que parecían haber muerto, pero vivían. Es difícil de explicar, lo sé, pero concordarían más o menos con la descripción de un fantasma. Flotaban y eran de color blanquecino; lo peor de ellos era que, según leí, si te veían gritaban para paralizarte. Debía actuar con cuidado.

Después de haberme librado de esas cosas por los pelos, me encontré con dos seres esqueléticos, los cuales se me hacían extrañamente conocidos. Ellos me dijeron que un niño había entrado hace poco, cosa que explicaba el pequeño del cementerio y las antorchas encendidas por el lugar, y se había aprendido la canción del sol. No tenía la menor idea de qué era eso o de qué significaba.

Salí de la tumba finalmente, pero muchos días después se siguieron escuchando los tambores, así que decidí volver a investigar, pero... me encontré con algo horrible. Me metí en ese pozo misterioso de nuevo y buscando me encontré con cadáveres y personas cortadas a la mitad, aparatos de tortura por todos lados, llenos de sangre y partes humanas, algunas parecían recientes; lo peor es que había signos sheikah por todas partes. Ya no sabía si los sheikah eran buenos o malos, pero más que de ellos, parecía el trabajo de una bestia.

Más adelante, me encontré dos objetos que me parecieron importantes, y más porque antes los había visto en mi investigación: uno era una lupa con la forma del signo sheikah: un ojo con una lágrima; el otro objeto era un gancho místico, que se encaja donde sea y puede llevarte casi a cualquier lado. Ya con estos tesoros fui más abajo, descubriendo seres amorfos tenebrosos, manos enormes que salían del techo y otras del suelo. Era horrible, me sentía lo único vivo ahí... Y en ese momento, recordé la antigua casa del Sheikah, el cual fue castigado y exiliado.

Todo tenía sentido: la bestia adueñada de los pasadizos pudo haber sido antiguamente el Sheikah, cuyo espíritu pudo haberse convertido en eso al morir, al haber traicionado a su tribu; eso explicaría también por que estaba ahí esa lupa. Este era el objeto que había robado y que le había hecho traidor.

Al final, recuerdo que miré a través de ella, y pude ver de dónde venía ese singular sonido de los tambores, pude llegar ahí... Era una bestia espectral sin cabeza y sin brazos, aparentemente tenía un ojo en el cuello o similar y sus manos flotaban; eran con las que tocaba unos tambores enormes que estaban debajo de mí. Eso fue lo último que vi, antes de ser capturado por aquel monstruo y asesinado violentamente...

Siete años han pasado y mi espíritu sigue rondando por el cementerio. Un día, pude ver como la bestia quemaba el pueblo vecino; gracias a las diosas salieron a salvo las personas de ahí, pero parecía que iba empeorar... hasta que me encontré con el joven valiente que me habían mencionado los esqueletos, el que vi en el cementerio cuando era un niño. Reté al chico a una prueba para ver si se merecía los tesoros y me ganó justamente, así que solo le pude decir que fuera precavido si iba a ir a explorar el pozo, y que se cuidara de la bestia Bongo-Bongo.

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