Helious

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A principios de los años 90, un juego para el sistema operativo DOS fue lanzado al mercado por un desarrollador llamado Sean Puckett. Se llamaba Helious. El juego era shareware y no fue muy bien conocido. También había otro juego muy similar llamado Helious 2. Aunque «Helius 2» suena como una secuela, en realidad no lo es; lo que hizo Sean fue dividir el título original en dos partes para vender la segunda mitad como Helious 2 por el precio de 24.99 USD. Curiosamente, ambos títulos funcionan bien en los sistemas operativos de Windows de 32 bits.

No se sabe mucho sobre Sean Puckett. Lo único que se puede encontrar en el Internet de él es su compañía anticuada, Albino Frog Software, y el sitio web de esta. Esta compañía solía llamarse Night Sky (Cielo Nocturno) antes de cambiar su nombre inexplicablemente a Albino Frog Software.

Este juego, Helious, es un poco raro. Al iniciarse el juego, lo primero que ve el jugador es una historia de cómo el juego llegó a existir. A continuación está el texto de dicha historia:

Helius: Cómo producir un juego en ocho días.

Para empezar, sé que no vas a creer esta historia. Me da igual. No tienes que creerme. Lo importante es que yo sé lo que vi, y para mí eso es suficiente. Además, Helius es un juego divertido independientemente de que se crea la historia de su creación o no.

No soy el tipo de persona al que le gusta los cuentos sobre ovnis, y de hecho solía encontrarlos ridículos. «Whitley Streiber, ¡qué clase de loco!», solía pensar. Me gustaba ver el «Proyecto Libro Azul» en la televisión cuando niño, pero era solo eso, televisión. También veía mucho «Star Trek». El punto es que en el 5 de mayo de 1993, los ovnis no eran un tema que me cruzaba mucho la mente. Claro, el problema es que, cuando uno menos se lo espera, «¡paf!»; tu vida cambia de rumbo en un instante.

Usualmente me voy a la cama a las tres de la madrugada. Esa noche era algo tempestuosa, poco usual para un mayo en Florida, especialmente en 1993. De vez en cuando se veía un relámpago, la lluvia dejaba escapar un leve ronroneo, de las alcantarillas se escuchaba un gorgoteo y ocasionalmente se iluminaba mi habitación con las luces altas de un auto al pasar.

Apenas había cerrado los ojos cuando escuché un zumbido apenas audible. Era muy débil, muy lejos. Nosotros vivimos cerca de un aeropuerto, así que el gruñido ronco de un avión privado ya era algo a lo que estábamos acostumbrados, y muchas veces ni nos dábamos cuenta de ello. Incluso el sonido inquietante de los zepelines que aterrizaban cerca eran lo suficientemente común como para no hacerle mucho caso. Pero esta vez había algo extraño. Los aviones privados, por lo general, no vuelan durante una tormenta, y mucho menos a las tres de la mañana. Los zepelines estaban bien atados al suelo para protegerlos de los vientos fuertes, así que, ¿qué era ese sonido, ese zumbido que aumentaba cada vez más? ¿Un helicóptero de policía? Quizás. Siempre parecen estar llevando a cabo una vigilancia del área justo cuando me voy a dormir. Probablemente el perro del alcalde se volvió a escapar. La luces parpadeantes que atravesaban mi ventana confirmaron mis sospechas. Parece que estaban apuntando el reflector en mi patio. ¡Pero si ahí no hay nada, muchachos! ¡No hay perros ni convictos escapados!

Fue entonces que me entró el miedo. Esa luz —acabé de darme cuenta— era verde, el verde más vívido que jamás haya visto. Nunca he visto un faro de ese color, y jamás habría un reflector de helicóptero verde. Y encima con un movimiento tan estable… El zumbido, el cual ha estado aumentando durante el último minuto, ahora parecía tener un volumen consistente. Sin embargo, su tono no era el mismo; variaba levemente, como si estuviera ajustándose. Ahí estaba yo, parado por la ventana con esa luz verde y brillante iluminándome, escuchando ese zumbido sobrenatural que venía desde arriba. ¿Qué harías tú en esa situación?

Te diré lo que hice yo. Me fui corriendo como un poseído, casi matándome al tropezar con un montón de libros telefónicos. Corría para llegar al otro lado de la casa, a la puerta, afuera, a un lugar seguro. De ninguna manera me iba a quedar allí atrapado en esa casa con quién sabe qué cosa. ¿Un hombre del espacio? ¿La CIA? ¿Los Iluminados? Qué importaba, salí volando por la puerta hacia el exterior. Vi, donde solían estar los botes de basura, un rayo verdoso. En la luz estaba parado una copia perfecta de mí, rodeado por una neblina, y con su mano estirada como para abrir una puerta para salir.

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