Y así comienza...

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Era una mañana cálida de primavera en el hemisferio sur. David, como era costumbre, había despertado a las siete quince de la mañana, había tomado una ducha de agua tibia, se había rasurado y se encontraba desayunando. Como todos los miércoles, revisaba en su móvil expandible las noticias de tecnología en diversos sitios que tenían actualizaciones semanales. El café había sido más amargo que de costumbre, probablemente porque había cambiado la marca en la última compra del supermercado. Al parecer, necesitaría agregar una cucharada más de azúcar con esta nueva marca.

David era un hombre joven, de 29 años de edad, pelo castaño oscuro y ojos color miel. Tenía una estatura, a su parecer normal, aunque muchos elogiaban sus 185 centímetros, al ser una persona medianamente atlética. Se consideraba un adicto a la tecnología, puesto que en su despacho en el centro de São Paulo, tenía todas las últimas comodidades tecnológicas del momento, muchas de ellas creadas por su propia empresa. A pesar de esto, era un hombre de costumbres marcadas, al punto de seguir una rutina bastante rígida día tras día. A sus cortos 19 años había inventado un sistema revolucionario de identificación biométrica, con lo que la empresa del retail, bancos, transporte y otros mercados cambiaron radicalmente, disminuyendo los fraudes en un 85%, y aumentando la identificación positiva de delincuentes en un 75%. Además, había creado un interfaz cerebro-digital más efectivo que los antiguos métodos, logrando mejorar la productividad de muchas otras áreas de manufactura y producción. La venta de sus inventos le permitió vivir de manera acomodada, con espacio para invertir en otras industrias, abrir su propia empresa y seguir con sus creaciones. Tenía una buena vida.

Estaba inmerso en su lectura cuando sonó su teléfono móvil, el visor mostraba una imagen de un tipo de pelo negro con una sonrisa de oreja a oreja y una cicatriz en el cuello. "Leo llamando".

- ¿Aló? ¿David?

- ¡Leo! ¿Cómo estás?

- Muy bien, ¿y tú? Hace un tiempo que no sé nada de ti, ¿qué has hecho?

- Pues nada Leo, pasando el tiempo en mi despacho de São Paulo, intentando inspirarme.

- Así que por eso no podía ubicarte. ¿Por qué no te vienes unos días a Roma? Estoy con Jennifer, y me dijo que le encantaría verte...

- Gracias por la invitación Leo, pero estoy un poco ocupado... ¿Recuerdas el proyecto habitacional "Farscape"?

- ¡Sí, claro! ¿Ha sucedido algo?

- No, nada grave. La verdad es que está en pausa, he tenido algunos problemas para organizar mis pensamientos...

- Entonces con mayor razón te vendrían bien unos días afuera... David, te envío los pasajes a tu correo electrónico, y te vienes. ¿Te parece?

- Sólo si después vienen unos días a São Paulo, Leo.

- Siempre el negociante Dev... Está bien, unos días en Roma, unos días en São Paulo. ¿Está bien Jenny? Dice que sí. ¡Nos vemos el sábado!

Colgó el teléfono. Inmediatamente recordó viejos tiempos con Leo, cuando ambos tenían 14 y 16 años respectivamente, viviendo en los suburbios de Nueva Jersey, visionando como sería su futuro. Recordó las fiestas juveniles. Recordó el día en que en las listas de llamado al servicio militar ambos vieron el nombre "Leonardo Romano" en los convocados. Recordó además el día en que Leo se subió al bus para servir a su país. Y el día en que recibió el llamado de su mejor amigo diciendo que se embarcaba a la guerra. Mucho había pasado desde ese entonces, vidas completamente distintas, y sin embargo muy compenetradas. Leo había sido su mejor amigo desde que tenía uso de razón, y seguía con la misma fortaleza a pesar de los percances. Hoy, era su jefe de seguridad. Un segundo llamado lo sacó de su nostalgia. "Oficina".

- ¿Señor Dryden?

- Por favor Sofía, llámeme David.

- Señor David, Lo llamo para recordarle que tiene una reunión de directorio la próxima semana, el viernes. El señor Huggins me pidió que le recordara.

- Dígale a Jack Huggins que estaré allí... Y que siga con el buen trabajo.

- Muy bien señor David. Recuerde llamarme si necesita algo. Que tenga un buen día.

- Hasta luego Sofía.

Desde que había llegado a São Paulo cinco días antes, la dinámica había sido la misma: la rutina de siempre y contestar el llamado de su oficina a las nueve quince de la mañana para determinar el curso de acción. "No hay descanso para los locos" recordó la frase anglo, y su vida era justamente así, sin descansos.

Volvió a su taller, en donde estaban algunos de los prototipos más avanzados de su empresa. Desde pequeños gadgets para abrir cualquier cerradura hasta los bloques bases de su proyecto "Farscape", el cual proponía crear unidades de construcción ultra rápidas para la colonización de Marte, planeta al cual los humanos habían llegado hacían unos meros 2 años. "Un pequeño paso para el hombre..." recordó las palabras del astronauta Neil Armstrong. "Si tan solo supiera..." pensó para sí mismo.

Considerado una fuerza innovadora en la industria de la tecnología, David había logrado empujar los límites de lo conocido, logrando éxitos rotundos en áreas donde otras empresas habían logrado sólo resultados parciales. Había tenido fracasos, sí, pero tomaba cada fracaso como una oportunidad de crecer e innovar, como algunos predecesores en la industria lo habían hecho durante fines del siglo XX y la primera década del siglo XXI.

A pesar de todos sus intentos, permanecía distraído. Un sueño recurrente no le permitía dormir durante las noches, pero al despertar tampoco podía recordar todos los detalles. Sólo una voz dulce y suave, como de una mujer joven, le resonaba la cabeza. No sabía qué pensar... el sueño lo asaltaba todas las noches, y tenía una sensación de familiaridad mayor que la que debería, pero al despertar era sólo una sensación de vacío, de estar falto de algo. Hablaría con su psicólogo sobre eso, pero por ahora necesitaba avanzar algo, si quería cumplir con la fecha de su contratista.

Nova Sol - Rebelión {COMPLETA} Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora