Capítulo 3: No me gustan las niñas

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07:45 a.m. Jueves 21 de Noviembre. 1985.

No debía, no debía hacerlo. Había caminado ya tres cuadras y hasta ahora iba muy bien. Pero se desconcentró por un segundo y ¡zaz! pisó una de las rayas de las baldosas grises en la vereda de un viejo almacén. Frunció el ceño para sí mismo, por haber perdido. A Eneas le encantaba este tonto juego, en el que él era el único jugador, que inventó para que el camino a la escuela no se torne tan aburrido.

Iba caminando, sosteniendo la mano de su mamá y cargando una mochila azul llena de útiles escolares en su espalda. Lo había decidido. Hoy en la escuela se fijaría qué nena le gustaba. Es que alguien tenía que reemplazar a Bruno, porque si aquello estaba mal, él no quería que su madre lo regañe. Pero si en cambio buscaba a una niña, tal vez incluso lo felicitaban. Recordó cuando su primo de dieciocho años (el hermano mayor de Zoe) presentó a su novia en la cena familiar del año pasado, y todos estaban muy felices, en especial los padres del chico. Y Eneas también quería que los suyos estén orgullosos de él.

Se despidió de su mamá con un beso en la mejilla y entró a la escuela ansioso. Era uno de los últimos días de clases, entonces debía encontrar una novia rápido. Comenzó a mirar a todas las niñas que pasaban por al lado suyo, pero ninguna le llamaba la atención. Creyó que ella debería tener la misma edad que él, entonces fue paciente hasta llegar a su salón.

Una vez en su lugar, sentado junto a Alan. volvió a la tarea de observar todo su alrededor. Kimey era una rubiecita que siempre se sentaba delante de él. Pero en ella nunca vio nada que le gustara, solo le caía bien. Malena, una castaña de ojos como el color del cielo, no era nada fea. Pero por más que intentaba mirarla detalladamente y clavándole la vista siendo para nada disimulado, no le encontraba algo que le atraiga tanto. Aparte ella no hablaba con nadie nunca, solo con la maestra. Y a él le gustaba mucho hablar. Entonces vio a Lucía, la pelinegra que se sentaba al fondo de la clase. Ella sí hablaba. Pero demasiado, tanto que la maestra la callaba, entonces se enojaba y se peleaba con todos los niños, y la directora acababa llamando a sus padres. Además ella no era linda. No encontraba a nadie con las descripciones de los sentimientos de los que su prima le había hablado. Pensó recordando atentamente: "Tenía que gustarme su cabello, sus ojos, su sonrisa, ponerme nervioso y... me falta algo... ah, sí. Ella debía darme mi primer beso." Bueno, en realidad sí conocía a alguien que le generaba todo eso, pero no, eso estaba mal. Y lo último... eso del beso, todavía no lo convencía. Había visto a muchas personas mayores besándose, pero a él aún no le apetecía esto. Le daba una pequeña pizca de asco.

— Alan. — Susurró Eneas, llamando la atención de su amigo.

— ¿Qué? — Preguntó éste en el mismo tono de voz.

— ¿Te gusta alguien?

— Sí. — Respondió sonriendo.

— ¿Quién? 

— No voy a decirte su nombre. No se lo dije a nadie. — Dijo pícaro y susurrando aún más bajo que antes.

— Pero... ¿es una niña?

— Obvio que es una niña. No va a ser una vieja. — Contestó ahora riendo a carcajadas, consiguiendo un reto de la maestra. 

A Eneas le dio un toque de envidia que su amigo sí lo tenga definido. Porque él no podía hacerlo. ¿Tan difícil era que le guste una mujer? Se sentía anormal. Al revés de todo el mundo. Era consciente de que para tener una pareja y darse besos y esas cosas de grandes, había que ser grande, precisamente. Pero también sabía que niños de su edad, ya sentían cosas por otras niñas. Como Alan, o Zoe.

Las horas pasaron rápidamente y el horario de clases terminó pronto. Su búsqueda de novia había sido un fracaso. Salió por la puerta de la escuela, cabizbajo, desilusionado por no haber conseguido lo que buscaba. Allí estaba nuevamente su madre, esperándolo con una sonrisa. La saludó y volvió a tomar su mano para dirigirse a casa. 

Eso está mal [Gay] [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora