Capítulo 10: ¿Papá?

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05:09 a.m. Domingo 28 de Marzo. 1993. 

La tela húmeda haciendo presión sobre su nariz y boca le dificultaba respirar. Un dolor bastante fuerte, acompañado de un mareo invadían su cabeza. El chico colocó sus palmas sobre el colchón y con mucho esfuerzo logró abandonar aquella incómoda posición en la que se había quedado dormido mientras lloraba. Los huesos y músculos le dolían, especialmente los hombros y el cuello. No era nada cómodo dormir de cara a la cama, y mucho menos con el acolchado mojado por las lágrimas.

Eneas se sentó en su cama e intentó ver la hora en su reloj de pulsera, pero estaba muy oscuro y no logró ver nada. De pronto todos los recuerdos vividos antes de dormir, lo atacaron. Otra vez le dieron ganas de llorar, pero no quería hacerlo más, y contuvo las lágrimas. No recordaba haberse dormido, y tampoco sabía por cuánto tiempo lo había hecho. Pero seguía siendo de noche.

Se quedó unos segundos allí. Sentía los párpados pesados y los ojos pegajosos, como si tuviera muchas lagañas. Antes de quedarse dormido, estuvo pensando muchas cosas, demasiadas. Primero quiso quedarse encerrado para siempre en su cuarto, pero después se le ocurrió otra cosa. Algo totalmente opuesto y mejor para todos. Principalmente para sus padres, porque ya no tendrían que preocuparse por él. Quería escapar.

Eneas quería irse de allí. Abandonar su casa e incluso la ciudad si era posible. Sabía que un adolescente de casi quince años no iba a lograr mucho solo afuera, pero pensó que tal vez podía sobrevivir de limosnas o conseguir alguno de esos trabajos en donde te pagan lo necesario para comer. Después iba a trabajar de verdad, cuando cumpliera los dieciocho. Estaba decidido de hacer eso. Y sonrió al darse cuenta de que lo mejor era hacerlo de noche. Sus padres no lo iban a notar. Pensó que sería un gran alivio para ellos el deshacerse de su hijo homosexual. Samuel tenía solo treinta y seis años, y Lorena apenas treinta y cuatro. Ambos eran muy jóvenes y tenían mucho futuro por delante. Es decir, les alcanzaba para tener otro hijo. Uno normal, del que ellos puedan sentirse orgullosos.

Se bajó de la cama intentando ser lo más silencioso posible. Encendió la luz y ahora pudo ver la hora. Eran las cinco y cuarto de la mañana. El momento perfecto para la fuga. Nadie lo vería. Tomó la mochila de la escuela y volcó todos los útiles en la cama. Metió allí un pantalón, un bóxer, una camiseta, una campera y el libro Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, que tanto le gustaba leer cuando era pequeño. No sabía qué más llevar, no tenía muchas cosas personales. 

Trató de repensarlo una vez más, pero ya no valía de nada. Lo había decidido completamente hacía algunas horas, y creía que no iba a cambiar de opinión. Lo hacía por él, por sus padres e incluso por Bruno. Le dolía muchísimo pensar que no iba a volver a ver a ninguno de los tres. Y hasta con Lisandro se había encariñado. Ese hombre de cabello negro era como su tío o su segundo papá. Se llevaba muy bien con él. Definitivamente iba a extrañar a todos. Pero seguía convencido de que aquello era lo mejor.

Colocó la mochila en su espalda y salió de su cuarto. Primero fue al baño a echarse agua en el rostro, porque era un completo asco. Sus ojos estaban hinchados, con bolsitas debajo y toda la cara se veía colorada. 

Quiso despedirse silenciosamente de sus padres, antes de partir. Se acercó hasta la puerta de la habitación matrimonial y la abrió solo una rendija, para poder ver dentro. Pero se llevó una gran sorpresa. En la cama grande solo se encontraba durmiendo Lorena. ¿Dónde estaba Samuel? No lo sabía. Y no le preocupaba tanto saber dónde había ido, sino que lamentaba mucho el no poder despedirse de él. Se le escapó una lágrima al ver a la rubia allí, descansando. No quiso verla más, porque si no iba a arrepentirse de su decisión, y no quería hacerlo.

Caminó hasta la puerta de entrada, que en este caso era de salida. Tomó aire profundamente, y giró la llave que ya estaba colocada allí. Tampoco quiso volver a mirar al interior de la casa. No quería seguir llorando. El cielo estaba comenzando a aclararse y ya podía verse el sol intentando salir. Tenía que irse rápido antes de que amanezca por completo. Sin más, comenzó a dar pasos lentos pero decididos, con la mochila en los hombros y hacia ninguna parte.

Eso está mal [Gay] [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora