04.

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Dormía sobre el pecho de Stiles, serena y tranquila, notando el calor que desprendía su cuerpo, pronto mi estómago comenzó a gruñir como cientos de dragones hambrientos, pidiendo a gritos que le alimentará. Cuidadosamente introduje mi mano en el bolsillo derecho del pantalón del chico, cogiendo de su interior varias monedas. Podría considerarse robo pero simplemente era un préstamo, se lo devolvería tan pronto como volviera a casa. En estos momentos no tenía ni un solo duro, el último euro lo gasté en el agua embotellada.

El joven se removió levemente en su asiento, una sonrisa se formó en mi rostro al mirar a Stiles, tenía cara de no haber roto ni un solo plato en su vida, plácidamente dormido, acurrucado como un niño que hubiese trasnochado. Besé su frente y me dirigí al exterior de la habitación haciendo el menor ruido posible.

Me hallaba deambulando por los desiertos pasillos del hospital, parecía un león en busca de su presa, continuamente al acecho

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Me hallaba deambulando por los desiertos pasillos del hospital, parecía un león en busca de su presa, continuamente al acecho. Finalmente divisé en la lejanía una máquina expendedora, la cual estaba provista únicamente de ganchitos y chocolatinas. Aquel tipo de comida, no era lo que los nutricionistas considerarían como una alimentación sana y saludable, pero era lo único que podía conseguir en aquel lugar para calmar el apetito.

Inserte la moneda en la correspondiente ranura, pero al parecer la máquina no tenía intención de funcionar.

Stiles me había advertido más de una vez sobre lo traicioneras que pueden ser las máquinas del hospital. Aquel endemoniado armatoste se había tragado mi dinero.

En vez de optar por la inteligencia, empleé mi lado más animal, el que normalmente emana de mi interior cuando tengo hambre. Golpeé con todas mis fuerzas aquel aparato, el cual no daba indicios de mejoría, sino todo lo contrario. Pero en vez de parar, continúe con mi frustración.

El sonido de una voz masculina a mi espalda, interrumpió mi acto vandálico. Reconocí aquel tono suave, sensual pero a su vez desagradable, que me solía erizar la piel cada vez que lo escuchaba.

—Me encanta cuando sacas tu lado más fiero —murmuró Theo, seguido de una carcajada.

Bufé fuertemente, sintiendo rabia por dentro, pero ignoré su presencia, volviendo a golpear la máquina, pero esta vez con el pie, pero el vandalismo no duró mucho más, posé mi brazo sobre el cristal de protección, apoyando a continuación mi cabeza, rindiéndome finalmente. Era inútil malgastar las pocas fuerzas que me quedaban, en algo, que claramente era una pérdida de tiempo.

Noté las manos del joven haciendo contacto con mi cadera, apartándome con suavidad de la maldita máquina.

—Déjame probar a mí —propuso, colocándose en el lateral derecho de aquel trasto.

Mi cara, adoptó una expresión de incredulidad al contemplar como con un simple golpe, el chico, había logrado reanudar la máquina. Aquel aparato me había estado tomando el pelo.

Me agaché alcanzando la tableta de chocolate que había comprado, el dulce me pierde. Acto seguido inicié el camino de vuelta a la habitación de hospital, evitando entablar cualquier tipo de conversación con Theo.

Theo Raeken || Nobody's ever loved me to the truth [2] En Pausa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora