09.

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En el centro de la biblioteca que había sido restaurada recientemente, me hallaba sentada alrededor de una amplia mesa. Varios libros de tapa dura y miles de apuntes estaban desparramados sobre aquel mueble de madera gruesa; junto a una estrujada y vacía bolsa de galletas oreo, descansaba una botella de plástico de agua medio llena.

Me había pasado horas, tal vez toda la mañana en aquel asiento, con la intención de descifrar los enrevesados problemas matemáticos que supuestamente iban a entrar en el examen de matemáticas de hoy, el cual no había preparado con antelación.

Desmoralizada debido al escaso entendimiento de la incomprensible asignatura, decidí organizar las hojas desperdigadas que invadían el espacio vital de Sidney, dificultando la lectura de la humilde chica.

Después de que mi pésimo nivel de concentración convirtiera los números y fórmulas escritos en las páginas del cuaderno de estudio en creativos garabatos, mi estómago comenzó a quejarse por la ausencia de alimento.

Con un suave balanceo de silla alargue mi brazo izquierdo para conseguir la distracción de Sidney, gracias al simple sonido del chasquido de dedos, pude hacerme con la penúltima galleta que quedaba en la pequeña caja que trajo consigo la joven. 'Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas'

—¿¡Malia!? —exclamé con la boca llena a punto de atragantarme a causa de la inesperada aparición de la chica de cabello castaño, que me observaba desde el lado opuesto de la mesa.

Tras un agotador acceso de tos, y ligeras palmaditas en la espalda por parte de mi compañera, me quedé mirando boquiabierta a la joven, que no parecía haberse inmutado con mi atragantamiento. Lo que me acababa de suceder era lo que muchos considerarían 'Karma'

—Necesito tu ayuda —pidió la joven con urgencia, posando sus manos sobre la mesa e inclinando su cuerpo hacia delante.

—¿Para qué? —pregunté fingiendo indiferencia —Hace varios días que no tenemos noticias tuyas, y ahora vienes a pedir favores, así, sin más, sin dar ni una sola explicación al respecto —Desesnrosqué el tapón de la botella de agua y pegué un trago —No lo entiendo.

—¿Me vas ayudar o no? —replicó con odiosa testarudez.

—Depende —Descansé mi brazo izquierdo en el respaldo de la silla, reclinandome cómodamente sobre el asiento —¿Qué te traes entre manos, Malia?

—Tenemos que encontrar a Deaton —respondió sin vacilación, tomando asiento en frente mía.

Llevábamos ya varios días sin tener novedad alguna de la desaparición del Dr. Deaton. El día antes de abandonar Beacon Hills nos había advertido de su partida, el veterinario junto a un cercano compañero habían emprendido un viaje que supuestamente no duraría más de dos días, con intención de indagar más a fondo sobre los temidos Doctores del Pavor. Pero hasta el día de hoy, no hemos podido contactar con él.

—Vale, ¿Cómo? —me apresuré a preguntar mientras hojeaba las páginas de una revista que Lydia me prestó hace aproximadamente una semana —Ni siquiera sabemos donde se encuentra.

—La loba del desierto le tiene como rehén —confesó quitando de mis manos la revista que leía atentamente.

—¿Qué? —grité ganándome unas cuantas miradas de desprecio de varios estudiantes.

Oteando los alrededores, me incorporé de mi posición —¿Tú madre? —pregunté con una mezcla de sorpresa y exasperación, reduciendo el tono de voz.

—¡Sí! Pero es lo único que he conseguido averiguar —dijo sin entusiasmo —Es buena, sabe como borrar sus huellas.

—Has mirado en la clínica —sugerí tras unos minutos de reflexión.

Theo Raeken || Nobody's ever loved me to the truth [2] En Pausa. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora