Capítulo 25

171K 12.4K 3.9K
                                    

Entré en casa directamente hacia la cocina, donde mi padre y Kyna estaban comiendo. Jaden llegó corriendo detrás de mí. Su madre fue consciente rápidamente de que algo pasaba, e intercambió una mirada con él. Sin embargo mi padre no vio mi cara de enfado.

No, él siempre tan consciente de él mismo y sus caprichos, solo vio lo que le interesaba.

—Bueno, bueno, bueno... —murmuró, limpiándose la boca con una servilleta y girándose hacia mí—. Mira quien tenemos aquí, la que iba a pasarse el fin de semana estudiando para conseguir un coche. Ya veo cómo te aplicas, Erin.

Jaden tomó mi muñeca cuando di un paso hacia delante. Estaba tratando de calmarme, como hizo en casa de mi madre. Solo que ahora no serviría de nada. Tenía tanta rabia por dentro, que era imposible calmarme.

Crucé los brazos sobre mi pecho y escupí las palabras:

—Estuve con mi madre.

Cualquier persona normal atrapada en una mentira comenzaría con una disculpa, pero no. Mi padre era terco incluso para eso. Así que en lugar de adoptar una actitud arrepentida, se puso de pies tan rápido que derribó la silla. Su rostro se tornó rojo de rabia y dio un paso hacia mí, blandiendo el dedo índice en mi dirección.

—¡Tenías prohibido verla! —Escupió con enfado—. Te dije que no te quería a su lado.

Supongo que mi temperamento era algo que había heredado de él. Ya me encargaría más tarde de remediarlo, porque no era algo bonito. Pero en aquellos momentos simplemente iba a provecharme de ello.

—Claro, por eso decidiste que era mejor no decirme que se iba a ir de nuevo, aunque a ella la dijeses que me lo ibas a decir.

Por el rabillo del ojo vi a Kyna contener el aliento y llevarse una mano a la boca. Ella estaba fuera de todo este juego. No sabía nada. A veces me preguntaba como una mujer tan paciente y comprensiva como ella estaba con un patán cavernícola como mi padre. Quizás porque era la única capaz de soportarlo.

—Soy tu padre e hice lo mejor para ti —sentenció él, sin bajar el tono de enfado—. Tú no respetaste mi decisión.

—Exacto, soy tu hija, pero eso no significa que seas mi dueño —repliqué a dos pasos de gritar—. Ella es mi madre y soy yo quien debo decidir si quiero verla o no.

Él rio descaradamente, con suficiencia. Eso solo increpó mis nervios. Sentí mi piel ponerse de gallina por la rabia. Quería pegarle, a mi propio padre. Pero la violencia nunca lleva a nada. Además, a veces las palabras hieren más fuerte que los golpes.

—Tú eres solo una niña que no sabe lo que la conviene —sentenció él, como si eso fuera el final de la conversación—. Una niña que me ha desobedecido...

Mi padre necesitaba una buena dosis de realismo. Lo de niña hacía tiempo que había pasado a la historia.

—¡Eres idiota! —Le espeté, sin poder contener el insulto—. No te mereces ni que te obedezca, ni mi respeto, ni nada. ¡No eres quien para decidir por mí!

Incluso Kyna se había tensado ante mis palabras. Él me fulminó con la mirada.

—Retira eso, Erin.

Crucé los brazos sobre mi pecho con burla.

—¿Y qué vas a hacer si no lo hago? ¿Castigarme por tener razón?

Avanzó más hacia mí. Todo su cuerpo temblaba y me sentí intimidada por su mirada.

—Erin...

Tentación. No te enamores de tu hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora