Epílogo I

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Tomé la barra de pintalabios abierta del lavamanos. No había rastro de la tapa por ningún lado. Además, los bordes de la pintura estaban redondeados y deformes. Y yo sabía quién tenía la culpa.

—¡Bailey! —Grité, saliendo del baño y cruzando el pasillo a toda prisa hacia el cuarto que compartía con mi hermana pequeña—. ¡Volviste a destrozar mi pintalabios!

Bailey se volvió hacia mí con una sonrisa traviesa y los labios embadurnados en color rojo. Y maldición, yo lo sabía y ella lo sabía, que cuando me miraba así, no podía seguir enfadada con ella. Por eso dejé la pintura sobre la mesita de noche y me abalance sobre mi hermana, haciéndola cosquillas sin parar.

El ruido de nuestras risas atrajo la atención del resto de la casa. El primero en aparecer fue Trevor, mi padrastro. En cuanto vio la escena, dejó de intentar desatarse la corbata y suspiró con aburrimiento. Estaba más que acostumbrado a nuestras "peleas".

—Bai, ¿qué has hecho esta vez?

Dejé salir a mi hermana, que respiraba agitadamente. Su pecho subía y bajaba bajo la tela de su vestido celeste, a juego con el mío. Incluso llevábamos el mismo peinado.

—Estropeé otro pintalabios de Erin.

Caleb y mi madre también habían llegado. Mi madre terminó de ponerse un pendiente y negó con la cabeza.

—Bailey, pide disculpas a tu hermana.

Ella juntó sus manos y agachó la cabeza hacia mí.

—Lo siento, Erin. Solo quería verme tan guapa como tú en tu graduación —se disculpó Bailey.

¿Veis por qué una no puede estar enfadada con ella?

Pasé un brazo por sus hombros, desordenando un poco su pelo.

—¿Para qué, si tú ya eres más guapa?

Ella sonrió, pero Caleb rio demasiado alto para ser creíble.

—No se lo digas tantas veces o se lo creerá.

Bailey se soltó de mi abrazo y dirigió sus ojos directos hacia su hermano. Cuando se enfadaba, también daba miedo.

—Eso lo dices porque tienes envidia de que Sarah saliese corriendo después de que la besaras.

Mi madre y yo nos tapamos la boca para no reír. Todos en la familia habíamos presenciado la metedura de pata de Caleb al intentar besar a la chica que le gustaba, porque quedó grabado por la cámara del teléfono de uno de sus amigos, que luego subió a Youtube. Conseguimos que quitara el vídeo de la red, pero fue después de que todos lo viésemos y Caleb estaba muy abochornado.

En su defensa, al final todo salió bien y la chica habló con él para decirle que le dio vergüenza y por eso huyó, pero que a ella también le gustaba él. ¿Quién pudiese volver a tener trece años?

—Vamos, no peleéis ahora, chicos —interrumpió mi madre, dando palmadas y entrando en el cuarto—. Erin, termina de vestirte o llegaremos tarde a la ceremonia. Bailey, quítate ese color de los labios, que eres una niña y así estás ridícula. Caleb, tú... ¡Caleb, deja el teléfono móvil!

Y así era un día en nuestra casa. Pelas, gritos y muchas risas. Y prisa. Siempre íbamos con prisa.

Pero al final, llegamos a tiempo a la ceremonia. Sin embargo, no fuimos los únicos...

He aquí el primer epílogo de los cinco epílogos cortitos que hay ♥  ¡Mañana siguiente!

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He aquí el primer epílogo de los cinco epílogos cortitos que hay ♥  ¡Mañana siguiente!

Con amor, Ann ♥

Tentación. No te enamores de tu hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora