Capítulo 11

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El sonido de las personas que quedaban aun en la fiesta llegaba lejano a mis oídos, apenas una silenciosa bruma mezclado con las olas al romperse. Todos mis pensamientos flotaban alrededor de las palabras de Jaden y de lo que podrían significar, conectados junto con mi mirada a la profundidad y fiereza de sus ojos azules. Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración chocando contra la mía.

—¿Qué hiciste, Jaden?

Era una pregunta tonta, yo ya sabía a qué se refería. Aun así tenía que hacerla, sentía que si yo no avanzaba un paso más él no terminaría tampoco de hacerlo. Y entonces volveríamos al punto neutro de antes. No, la verdadera pregunta era por qué.

Jaden tomó una respiración larga y pausada, y luego sus manos abandonaron mis hombros haciéndome sentir desnuda allá donde su tacto desapareció. Un viento fresco sopló a través de nosotros y envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo de forma protectora para no temblar.

—Te dejé —contestó por fin, apartando la mirada de mí y dirigiéndola hacia la lejana luz de la hoguera—. Lo gracioso es que nunca quise hacerlo.

—Eso no es gracioso —negué, quieta donde estaba, dándole su espacio—. Ni divertido.

A través de la oscuridad pude ver la sonrisa triste tirando por el perfil de sus labios. Múltiples ideas que antes había tratado de mantener retenidas comenzaron a volar libremente por mi cabeza, chocando unas contra otras y danzando en mi cerebro como posibilidades abiertas. Pero necesitaba oír la verdadera, y oírla de sus labios.

—Jaden, por favor, tienes que contarme que está pasando...

Le medio rogué, extendiendo una mano hacia él pero parando a mitad de camino. Por una noche le había presionado demasiado. Entonces él se giró de vuelto hacia mí, con sus ojos azules brillando oscuros en la noche. Las luces de las estrellas se reflejaban ellos cuando me miró con el rostro serio. De nuevo volvió a acercarse hacia mí, y cuando su mano atrapó la mía mi respiración se detuvo con sorpresa.

—Aquí no, no quiero arriesgarme a que nos vean —me explicó en un susurro, y luego tiró de mí hacia el aparcamiento.

Tal vez debería haberme quedado callada mientras caminábamos hacia el coche, tal vez debería haber presentido que podría tratarse de algo serio, pero cuando mi cerebro no hacía más que chillarme con un tono de voz amenazante y agudo que quería respuestas, mi boca era incapaz de quedarse en silencio.

—¿Por qué aquí no? —Pregunté a un paso detrás de él, adentrándonos en el aún más oscuro aparcamiento—. ¿Qué tiene que nos vean? Todos saben que vivimos juntos.

Jaden me lanzó una mirada que reclamaba silencio al tiempo que aceleraba y nos precipitaba de cabeza hacia el vehículo. Aun agarrándome consiguió sacar las llaves del coche y ayudarme a entrar en el asiento del copiloto. No me había dado tiempo a ponerme el cinturón cuando él ya estaba sentado al lado y con el motor encendido.

—Jaden… —le llamé, pero fue en vano.

Sin encender ninguna luz del coche salimos en tinieblas del aparcamiento, bordeando los coches y apareciendo en la poco transitada carretera comarcal. Pensé en Ellah, de quien no me había despedido. No tenía tampoco su teléfono para avisarla de que me había ido, pero luego recordé que no éramos tan amigas y seguramente no se preocuparía. Era tan cercana que costaba olvidarlo.

Después de al menos cinco minutos conduciendo callados por la carretera el silencio comenzaba a hacerse pesado. Más incluso que al salir de la playa. Y entonces recaí en que no había música puesta. Sentí la piel de mi cuello erizarse con la tensión. Jaden siempre ponía música.

Tentación. No te enamores de tu hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora